Petróleo, sudor y lágrimas

Petróleo, sudor y lágrimas

Javier Blas
Rodeado de gigantescas dunas de arena, el yacimiento petrolífero el-Sharara es uno de los más grandes de Libia. Hasta hace unas semanas bombeaba sin problemas 300.000 barriles diarios de crudo de alta calidad, que llegaban a la costa del Mediterráneo atravesando 800 kilómetros de oleoductos.
Operado por Repsol YPF de España, el multimillonario proyecto era considerado una señal de que el sector energético libio, después de 20 años de subinversión y aislamiento, se estaba reactivando.
Pero cuando comenzaron los disturbios políticos en el país del norte de África a fines de febrero, los trabajadores extranjeros del yacimiento corrieron hacia una alejada pista de aviones en pleno desierto y huyeron, por lo que se detuvo la producción de crudo. Tal como dijo un ejecutivo, el último hombre literalmente lo cerró.
Miles de otros trabajadores internacionales de campos como Waha y Amal, que son importantes para la industria del país desde que se descubrió petróleo en los años cincuenta, reaccionaron de igual manera, lo que detuvo la producción en Libia. En los centros donde se hacen operaciones con petróleo en Londres, Nueva York y Singapur, los intermediarios descubrieron un enemigo que les resulta familiar: una crisis en Medio Oriente. Al igual que en el pasado, reaccionaron comprando. Los precios se dispararon a u$s 115 el barril, su nivel más alto en dos años y medio.
Pero la actual crisis va más allá de las interrupciones en el abastecimiento de corto plazo inspiradas en la geopolítica, algo a lo que el mercado está bastante acostumbrado. Los cambios en Medio Oriente y el norte de África, que representan una tercera parte de la producción petrolera del mundo, están redibujando la política en la región, y el impacto en el mercado de crudo será mayor al que provoca la falta de producción de crudo libio por varios meses.
En docenas de entrevistas con analistas, consultores, funcionarios de gobiernos y operadores, surgió la misma idea: que la geopolítica del petróleo rara vez fue tan importante como ahora.
“Estamos atravesando una transformación definitiva de la política de petróleo en Medio Oriente,” señaló David Kirsh, consultor de PFC Energy, haciendo eco de la opinión generalizada en el mercado.
Los actuales acontecimientos son similares a otros períodos turbulentos en la intersección entre los mercados de petróleo y la política en Medio Oriente, incluyendo las nacionalizaciones de los años cincuenta y sesenta, el embargo árabe de 1973-74 y la revolución iraní de 1979. En aquel entonces, al igual que ahora, los hechos tuvieron una característica común: eran con final abierto, lo que dejaba al mercado frente a la incertidumbre.
Y la última cadena de acontecimientos aún no ha terminado. Cayeron regímenes que funcionaron durante décadas, lo que dejó a los operadores preguntándose quién es el próximo líder en ser derrocado. El problema está tocando a la puerta de Arabia Saudita, el ” banco central” del crudo mundial, y los disturbios por primera vez se presentan en casi todos los países que bordean el reino: Bahrein, Oman, Irak, Yemen y Jordania.
La ola de descontento demuestra que la industria petrolera ya no puede ignorar los problemas de la región: alto crecimiento de la población, elevado desempleo, creciente inflación, falta de libertad en la era de Internet, y represión violenta a la disidencia. Son pocos los que ven un final rápido para la agitación. “El genio salió de la botella y no hay forma de que vuelva a entrar”, señaló un ejecutivo de una sociedad de bolsa.
En resumen, el costo del petróleo será superior, porque los operadores exigirán una prima geopolítica para compensar la percepción de mayor riesgo. Aún si se aplacan los disturbios y terminan las interrupciones en el suministro de crudo, el populismo que emerge en la región probablemente lleve a los países a tomar políticas que impliquen valores más altos para el petróleo porque tendrán que financiar un mayor gasto para mantener el apoyo popular.
El cambio de régimen y la democracia podrían resolver los problemas con el correr del tiempo, y eso bajará los precios. Pero no se divisa un nuevo orden estable para dentro de los próximos meses o siquiera años. Y lo que es peor, los regímenes están resistiéndose a una reforma, especialmente en el Golfo, por lo que seguirá habiendo tensiones subterráneas, como si fuera un volcán, con erupciones periódicas que elevarán la cotizaciones; y luego habrá períodos de calma. El crudo es el commodity más importante y su significado sólo puede crecer a medida que las naciones en desarrollo, desde China hasta Brasil, necesiten más energía. El incremento de los precios tendrá un profundo im-impacto en la economía global, actuando como un impuesto en los países consumidores, deprimiendo el crecimiento en todo el mundo y elevando la inflación.
La preocupación más inmediata son las interrupciones en el suministro. Antes de la reciente agitación, Libia era el 12º exportador de crudo más grande del mundo, con una producción cercana a 1,6 millones de barriles diarios de petróleo de alta calidad , suficiente para satisfacer, digamos, el consumo de Bélgica y Holanda. Arabia Saudita y otros miembros líderes del cartel de la OPEP, incluyendo Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, se apuraron para compensar esa falta.
Pero a medida que Riyadh y otros elevan su producción, disminuye la capacidad ociosa de la OPEP. Ahora es inferior a 4 millones b/d, mucho menos que el pico superior a 7 millones b/d de 2009, si bien bastante por encima de los 500.000 b/d de 2004 después de que Irak se desconectó tras la invasión estadounidense un año antes. Sin embargo, el efecto acumulativo de varias interrupciones en Medio Oriente podrían acabar con todo el colchón. Michael Witter, director de investigación petrolera en Société Générale en Nueva York, comentó que después de experimentar una verdadera interrupción del abastecimiento este año, aunque no ocurran otros sucesos, “el mercado verá a esos acontecimientos como verdaderas posibilidades y no como escenarios abstractos.”
La lista de países en observación se está alargando casi diariamente a medida que los disturbios se propagan. Oman, Siria, Yemen y Bahrain quizás sean productores chicos pero juntos representan un importante bloque de unos 1,5 millones b/d.
Además, a medida que disminuye la capacidad disponible de la OPEP, el mercado exige una prima de precio cada vez mayor para compensar el riesgo de que otra interrupción, puede ser un huracán en el Golfo de México, obligue al sistema a producir a su capacidad total. El efecto de las cortes en el suministro también va más allá del volumen. Si bien el crudo es una materia prima, cada país productor extrae una variedad que es levemente distinta al resto, lo que en algunos casos hace imposible que sean intercambiables. Por ejemplo, Libia produce uno de los tipos de petróleo de mejor calidad en el mundo, liviano y con bajo contenido de sulfuro. Aunque Arabia Saudita actuó para reemplazar la cantidad de barriles perdidos, no pudo igualar la calidad.
Las refinerías europeas están palgando primas récord por el crudo Brent en el mercado físico para garantizarse el abastecimiento de petróleo de buena calidad y bajo en sulfuro después de que Libia dejó de extraer. La prima de precio para crudos similares a los que provee la nación del norte de África incluyendo BTC Blend de Azerbaiján, el Bonny Light de Nigeria, el Saharan Blend de Argelia y el Kumkol de Kazakyhstán subió a niveles máximos que no se registraban en años.
Otra preocupación es cuándo se reiniciará la producción. En el caso de Libia y en menor medida Yemen, si no se pone fin a la violencia los trabajadores locales e internacionales no podrán volver a los yacimientos. Pero aún cuando regrese el personal, la reanudación de las tareas no será fácil.
Antoine Halff de la Universidad de Columbia sostiene que la historia sobre las interrupciones en la producción de crudo no son alentadoras: los países tienen inconvenientes para recuperar los niveles anteriores a la crisis. “Sucedió en Irán después de 1979, en Irak después de la invasión de Irán en 1990, en Venezuela después de la huelga en el sector de 2002-03,” enumeró. “Aún cuando no hay daños provocados por una guerra, los cierres urgentes de los yacimientos pueden causar problemas”.
Además de las dificultades de corto plazo que acarrea el reinicio de la producción, el mercado de petróleo podría sufrir mayores inconvenientes en el largo plazo. Los analistas, consultores y ejecutivos del sector temen que los gobiernos de la región, tanto los nuevos como los viejos, adopten políticas que puedan provocar un alza de los precios del crudo. La preocupación “es que cuando se aquiete el cambio tectónico en la política de Medio Oriente, probablemente veamos políticas de energía más populistas en la región”, comentó Bill Farren-Price de la consultora Petroleum Policy Intelligence.
La manifestación más clara del nuevo populismo es el gran aumento del gasto público anunciado por el rey Abdullah de Arabia Saudita. Las políticas, cuyo costo total de u$s 129.000 millones equivale a más de la mitad de los ingresos por petróleo que obtuvo el país el año pasado, varían desde una gratificación extraordinaria para los trabajadores del sector estatal hasta la promesa de medio millón de viviendas a precios accesibles.
Edward Morse, un veterano que observa de cerca el sector, sostiene que al aumentar el gasto de Arabia Saudita, sus necesidades de ingresos provenientes del crudo serán cercanas a las de Venezuela e Irán.
Arabia Saudita no es el único. Otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo anunciaron mayor gasto. Kuwait, por ejemplo, proclamó un bono extraordinario de u$s 4.000 para todos los ciudadanos y prometió alimentos gratis durante más de un año.
El mayor gasto social no sólo hará presión para que suban los precios del crudo sino que también reducirá los fondos disponibles para que las petroleras estatales invierta en futura capacidad productiva, aseguran los analistas y ejecutivos.
Mientras los gobiernos se sientan amenazados por el descontento social, probablemente demoren cualquier recorte a los generosos subsidios a la energía y continúen con las medidas que permiten que el combustible sea más barato que el agua. Este apoyo financiero llevó a un fuerte incremento de la demanda local de petróleo, lo que durante la década pasada redujo el superávit exportable de crudo que tenía la región.
En Arabia Saudita, la demanda de petróleo se duplicó en los últimos 15 años, lo que transformó al país en uno de los diez mayores consumidores del mundo. Si la tendencia continúa sin reformas drásticas, Riyadh y Medio Oriente en general cada año tendrán menos crudo para exportar.
EL CRONISTA