Educación, responsabilidad de todos

Educación, responsabilidad de todos

La caricatura que acompaña este editorial fue la ganadora de un concurso sobre valores de la sociedad, realizado en un congreso acerca de la educación y vida sustentable, en San Pablo. Podríamos interpretar que la realidad que quiso reflejar el caricaturista es que, tanto en el pasado reciente como ahora, los integrantes del hecho educativo, es decir, alumnos, docentes y padres, no logran trabajar concertadamente para un objetivo en común.
En la Argentina de hoy, en la práctica, los padres, los primeros educadores dentro de la familia, en muchos casos han renunciado a este papel fundamental y entregan a sus hijos a maestros y profesores, que, en su fuero íntimo, no sólo no respetan, sino a los que están dispuestos a desautorizar permanentemente.
Aunque no se puede generalizar, éste es el común denominador para muchos padres argentinos, incluso aquellos que eligen mandar a sus hijos a una escuela privada. Este tema ha sido estudiado en profundidad por el prestigioso educador Guillermo Jaim Etcheverry en su libro La tragedia educativa , de 1999, en el que ya advertía sobre el error de que padres y alumnos conciban el saber como algo secundario.
En 2005, en una disertación organizada por este diario, Jaim Etcheverry sostenía visionariamente que si no se lograba que la mayor cantidad de gente tuviera la mejor educación, “dentro de veinte años, o menos, no podremos vivir más acá. La vida social no podrá ser sostenida; no nos bastarán los policías y las rejas porque no compartiremos los códigos entre nosotros. Si no entendemos esto, el destino de la Argentina se verá gravemente comprometido”.
Dentro de un aula, el maestro y el alumno no son iguales porque sus roles son bien distintos. No se trata sólo de los conocimientos que se supone maneja ese maestro, sino también de una planificación del aprendizaje, que él sí tiene y del que el alumno es lógico que carezca.
Así también en la familia, los padres siguen teniendo el papel indelegable de marcar el camino de la vida.
Por eso, resulta muchas veces incomprensible que algunos avalen con su presencia las tomas de colegios o, como ocurrió en estos últimos días, hayan llevado a sus hijos pequeños para que escupieran sobre los afiches que una organización política había exhibido para tal fin el 24 del mes pasado, el Día de la Memoria.
Acompañar a los hijos en marchas y tomas contra las autoridades escolares o desautorizar consciente o inconscientemente a maestros y profesores es no cumplir con la responsabilidad que una sociedad pide a sus integrantes adultos.
No sólo los magros salarios que perciben los docentes son un aspecto muy importante de la crisis educativa en la Argentina. El otro es, evidentemente, esta falta de compromiso básico entre los miembros de nuestra sociedad para tender hacia la excelencia educativa, que descansa sobre la relación alumnos-docentes-padres.
Si la educación, como coinciden tantos, ha de ser la base de nuestra recuperación, es necesario que todos cumplamos responsablemente y sin renuncias con la parte que nos corresponde.
LA NACION