De los nuestros

De los nuestros

Cuarto de Milla

Quedó su sangre en los campos de batalla, y hoy dejan el sudor en deportes como el salto, el pato, el polo, o las carreras. También mansedumbre y paciencia infinitas en los juegos de los niños y en la equino terapia. El caballo se cría en todos los rincones del planeta, en decenas de razas, y cientos de pelajes. Aquí también convoca pasiones, lealtades, tiempo y trabajo. La Asociación Criadores de Caballos Criollos, la Asociación Argentina Criadores de Caballos Árabes, los Criadores Argentinos de Caballos Cuarto de Milla, la Asociación Argentina Criadores de Caballos de Polo, la Asociación Criadores de Appaloosa, la Asociación Argentina de Criadores y Propietarios de Caballos Peruanos de Paso, la Asociación Argentina de Criadores de Perdieron, la Asociación Civil de Criadores de Petisos, la Asociación Argentina de Fomento Equino y los cría dores de raza Paint Horse dan fe de estos afanes.

El andaluz

“Sus pescuezos eran finos y sus ancas/ relucientes y sus cascos musicales…/ Los caballos andaluces, cuyos nervios/ Tienen chispas de la raza voladora de los árabes….” (José Santos Chocano).

Del caballo andaluz que trajeron los españoles al Nuevo Mundo provienen el lipizano, el peruano y el paso fino. Muy buscado para trabajos de escuela, mide entre 1,50 y 1,60 m de altura, aproximadamente. De pelaje moro o tordillo oscuro, tiene cuerpo corto y ancho, cuartos traseros redondeados, fuertes, como las patas. En España se han encontrado pinturas rupestres de caballos que parecen ser los antecesores del andaluz moderno y que datan de unos veinte mil años. Durante siglos el andaluz ha sido uno de los caballos mas valorados en el mundo, sobre todo por su porte y disposición para las disciplinas de la Haute École.

Peruano de paso
Desciende de aquellos caballos berberiscos, andaluces y frisones que llegaron al Perú con los conquistadores españoles en el siglo XVI. La característica de la raza es una marcha lateral especial a cuatro pasos llamada llano de paso. Es una marcha rota, un aire permanente, armonioso y rítmico, con un movimiento alternativo lento y agradable. La difusión de la raza está a cargo de la AACCPP (Asociación Argentina de Criadores de Caballos Peruanos de Paso), fundada en 1980.

Para jugar al polo
Cuando comenzó a practicarse en la Argentina a fines del siglo XIX, al comienzo se utilizaron para jugar al polo caballos criollos, de poca alzada, pero con el tiempo comenzaron las cruzas con ejemplares de carrera. Hoy se buscan caballos de paso rápido y libre, con trote derecho y galope vigoroso. El detalle no es menor en un momento en que los caballos de polo argentinos son un producto de exportación.

Cuarto de milla
Se le llamó así porque es el caballo más rápido en la distancia de 400 metros, equivalente a un cuarto de milla. Habitué en clubes de equitación, en el campo, en las cabalgatas, en las carreras cortas, en competencias de la raza, es el ideal para los novicios. Para los jinetes avanzados es un atleta capaz de alcanzar nuevas metas en competencias de rienda y aparte de ganado. Tiene flexibilidad, concentración, velocidad y un gran corazón.

Mancha y Gato
El 24 de abril de 1925 se inició en Buenos Aires una de las travesías más famosas del siglo. Dos caballos criollos, Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo Aimé Tschiffely, emprendían una marcha de 21.500 kilómetros (4.300 leguas) para unir las ciudades de Buenos Aires y Nueva York con el récord mundial de distancia y altura: 5.900 msnm en el paso El Cóndor, entre /Potosí y Chaliapata (Bolivia). Emilio Solanet, criador y propulsor del reconocimiento de la raza y el primero que creyó en el proyecto de Tschiffely, le regaló dos caballos: Mancha y Gato, que tenían 15 y 16 años y eran poco amigables. Habían crecido en la Patagonia, junto a la tribu Liempichun, y Solanet se los había comprado al cacique tehuelche Liempichín en el Chubut. Se necesitaron unas cuantas semanas para que jinete y montados se prepararan para semejante travesía que se inició el 23 de abril de 1925: no había caminos en varios tramos del recorrido, y cuando los había, no se destacaban por su estado y ni pensar en llevar una carpa. Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, con temperaturas de hasta 18° bajo cero.
El diario La Nación, junto con otros medios, siguió al aventurero y sus caballos: “De Huarmey a Casma, 30 leguas, calores colosales ¡52 grados a la sombra! Sin agua, ni forraje, arena, arena, arena. Los cascos se hundían permanentemente de 6 a 15 pulgadas en la arena candente”. Y en la editorial del 23 de septiembre de 1928, el logro: después de más de tres años y cinco meses, Aimé Tschiffely, montado en Mancha (Gato tuvo que quedarse en la ciudad de México al ser lastimado por la coz de una muía), logró llegar a la Quinta Avenida de Nueva York; ¡levaba en los cascos de su caballo criollo el polvo de veinte naciones, en un trayecto más largo y rudo que el de ningún conquistador, y sobre el pecho, un moño con los colores argentinos.

El caballo pinto del general
La imagen más famosa de Perón lo muestra montado en su caballo pinto: le valió a Antonio Pérez pasar a llamarse “el fotógrafo de Perón”. Esa imagen de Perón en su caballo Mancha tuvo destino de almanaque de los de antes, de póster para la gloriosa Jotapé; y el caballo, domicilio en la caballeriza de la quinta de San Vicente. Ambos, definitivamente instalados en la liturgia peronista, con una imagen que todavía se puede ver colgada en las paredes de chapas de zinc donde la esperanza no se pierde y ahora transformados en escultura por Carlos Regazzoni. Otro artista, Daniel Santoro, lo ha querido sacralizar poniéndole alas de Pegaso, como para entrar en la posmodernidad.
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