Relato de Jesús, el pequeño naranjero de Catamarca

Relato de Jesús, el pequeño naranjero de Catamarca

FOTO: Hernán Povedano

Por Miguel de Jesús Zamorano
Los naranjeros son pájaros que vuelan de planta en planta, alimentándose de los frutos de éstas. Algunos son de color azul verdoso y también los hay de pecho amarillo. No son más grandes que el hornero, ni tampoco son trabajadores como él. Yo me siento un naranjero por el gusto por las naranjas y porque también me traslado de planta en planta para cortarlas y alimentarme de ellas, y un hornero por mi gusto por el trabajo.
Me llamo Jesús y soy feliz levantándome a las seis de la mañana los días que no voy a la escuela. Alzo mis guantes, me cuelgo el morral, tomo la tijera de podar para cortar el tronco de las naranjas y empiezo a caminar por el sendero de tierra que me lleva a la quinta. El canto de los pájaros me acompaña; yo trato de imitarlos para que no se asusten con mi presencia y se mantengan cerca.
Ser naranjero es un trabajo que viene de mis abuelos. Tiene sus secretos que, quienes lo hacemos, vamos pasando de padres a hijos. Cuando empecé, mi papá me dijo que debía ser prolijo y, sobre todo, rápido, porque la juntada de naranjas es “por tanto”, ya sea en cajón o en morral. Hay que elegir las naranjas más grandes porque son las que se juntan más rápido, de lo contrario es plata y tiempo que se pierde. El morral pesa mucho y como soy bajo de estatura y un poco flaco, hay veces que siento que me vence, pero le guapeo porque produzco con ello un gran beneficio para mí y para mi familia.
No juntamos naranjas cuando corre mucho viento porque las plantas se mueven y no se puede apoyar las escaleras sobre ellas: tampoco lo hacemos cuando llueve. Entonces, me quedo en mi casa junto al fuego, con mi madre y mis hermanos.

Soles de mayo
Cuando empecé tenía mucha ansiedad por conocer el oficio y no me cansaba de mirar las plantas de naranja. El sol de mayo y el rocío de la noche anterior le daban un color verde brillante y las naranjas parecían pequeños soles colgados de las ramas. El primer día fui con mi padre y luego también fue mi hermano de veinte años. Aún vivía mi abuelo y fue él quien me enseño el secreto de la postura del morral: “Llevalo siempre cruzado y en el medio, para que te ayude a estar más cómodo y juntes más rápido”.
A las seis y media, cuando no hace mucho frío, ya estoy en la quinta. Espero que lleguen los juntadores, alguno de los cuales son del pueblo y otros provincias vecinas -son peones golondrina-, que vienen a juntar también uva y manzana. Hay veces que a algunos los veo cada año, para el tiempo de la cosecha; de otros no se que fue de sus vidas. Son amigos que se pierden, pero que recuerdo siempre con alegría.
Juntamos sin parar hasta las doce, que es la hora de comer. Hay veces que llevo la comida y cuando no, le pido al encargado que me traiga algo para aguantar hasta la tarde.
Desde mayo hasta agosto, las quintas se llenan de naranjeros; a los pájaros y a los juntadores nos llaman igual. Creo que somos como el pájaro, migramos a donde esté el trabajo que nos de el alimento de cada día.

Pequeño universo
Cuando estoy sobre la escalera veo toda la quinta y a mis compañeros de trabajo y me siento grande pues desde ahí puedo observar toda la plantación, y me quedó quieto. Ver pájaros naranjeros que son hermosos, pero que lamentablemente producen gran pérdida en la producción. Ver a los juntadores arriba de las escaleras o abajo de la planta me da felicidad y, a la vez, gran ansia de juntar más y más. Cuando salgo de la quinta me llevo naranjas para que mis hermanos las coman o para que mamá les haga jugo, que es bueno y evita el resfrío.
Yo aspiro a seguir estudiando y el trabajo me ayuda a comprar cosas muy necesarias. Estudio de mañana en el colegio Polimodal con Orientación en Bienes y Servicios y de tarde curso el TTP, que es como una escuela agrotécnica. Estudio allí porque está a dos kilómetros de mi casa y porque enseñan cosas de la agricultura y de la ganadería.
Actualmente voy a primer año, pero cuando curse tercero podré explicar en la clase de Citrus cuál es el secreto para juntar naranjas, porque soy buen cosechero, y les pasaré a mis compañeros alguno de esos secretos que me contó mi abuelo, como tomar la fruta suavemente con la mano, darla vuelta para que se desprenda y cuidar de no lastimar la cáscara, pues de lo contrario pierde valor en el mercado, por ejemplo.
No dejaré la escuela aunque me cueste estudiar, pues tengo mucho para aprender yendo a ella. Quiero ser técnico agrónomo para ganarme la vida mejor y para ayudar a mis hermanos más chicos y a mi mamá. Si mis hermanos me ven estudiar seguramente ellos también lo harán cuando les llegue la edad de hacerlo.
El autor es alumno del Colegio Nº 25 de Alijilán, Santa Rosa, Catamarca.
LA NACION