Es posible mejorar el cerebro

Es posible mejorar el cerebro

Por Sharon Begley
La receta para mejorar el cerebro sería mucho más sencilla si los científicos comprendieran los mecanismos de la inteligencia con tanta precisión como, por ejemplo, la tonificación muscular. Si tuviéramos una versión neuronal de la forma en que el levantamiento de pesas incrementa la fuerza, podríamos desechar de una vez el mito de las “abdominales” para el cerebro: es decir, la promesa de que ciertos sitios web, diversas formas de meditación, el consumo de arándanos, el chicle o la abundancia de amigos nos hacen más inteligentes y creativos, elevando nuestra capacidad para pronosticar la tendencia de las acciones con la fórmula de Fibonacci, recordar quién nos regaló una caja de bombones o entender el sistema de puntaje del rugby.
Sin embargo, lo que desconocen los científicos acerca de los mecanis¬mos de la cognición -la diferencia física entre un cerebro torpe y otro Inteligente, y cómo convertir el primero en el segundo— podría llenar (y de hecho, ha llenado) una enciclopedia. Desde “entrenamientos cerebrales” en Google hasta estrategias de “mejoramiento cognitivo” que aparecen en revistas médicas, se pueden encontrar infinidad de consejos. Pero eso plantea también incontables problemas, pues muchas de las sugerencias proceden de estudios de observación que pretenden plantear el interrogante: ¿Son más inteligentes quienes hacen “X” que quienes no lo hacen? Aunque la respuesta sea afirmativa, eso no significa que “X” los haga más inteligentes -por ejemplo, si los que usan un locker del gimnasio están en mejor condición física que otros, eso no significa que el uso del locker mejore su capacidad aeróbica.
“Se han publicado montones de estudios breves sobre el mejoramiento cognitivo, pero la cantidad de investigaciones rigurosas y bien diseñadas, capaces de resistir la prueba del tiempo, es muchísimo menor”, dice Peter Snyder, neurocientífico de la Universidad de Brown.
La explosión del campo de la neurociencia revela poco a poco los mecanismos de la cognición. La mayor capacidad cognitiva estriba, según los estudios, en la disponibilidad de más neuronas o sinapsis, altos niveles de neurogénesis (creación de nuevas neuronas; sobre todo en el hipocampo, estructura responsable de la memoria) y la mayor producción de compuestos como BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), que estimula la producción de neuronas, explica el neurocientífico Yaakof Stern, de la Universidad de Columbia. Stern afirma que tanto la neurogé¬nesis como la formación de sinapsis fortalecen el aprendizaje, la memoria, el razonamiento y la creatividad; asimismo, a partir de sus estudios con neuroimágenes en individuos que sobresalen en tareas particulares, Stern observó la presencia de circuitos cerebrales más flexibles y eficientes (que utilizan menos energía aun cuando aumente la demanda cognitiva). Uno de los hallazgos más importantes en neuroplasticidad (la ciencia sobre los cambios de estructura y función que realiza el cerebro para adecuarse a la información que recibe) es que la atención tiene una capacidad casi mágica para modificar físicamente el cerebro y expandir sus circuitos funcionales. Quizás eso explique por qué las destrezas que adquirimos no nos vuelven más inteligentes: no les prestamos atención. En cambio, cuando emprendemos actividades cognitivas nuevas y exigentes (ya sea tango o un idioma) tenemos más probabilidades de acelerar la velocidad de procesamiento, fortalecer las sinapsis y expandir o crear redes funcionales.
Una vez que identifiquen las bases íntimas de la cognición, los neurocientíficos podrán distinguir los “mejoradores” reales de los ficticios. Por ejemplo —y a riesgo de caer en la incorrección política—, científicos del Instituto Nacional para el Abuso de Drogas analizaron en 2010 41 estudios doble ciego controlados con placebo, y hallaron que la nicotina mejora la atención y el rendimiento cognitivo de fumadores y no fumadores. Así, concluyen que la nicotina tiene “efectos significativos importantes” en las destrezas motoras finas, la memoria a corto plazo y algunas formas de atención. Esas mejoras “posiblemente representen un auténtico incremento del rendimiento” y deben considerarse “efectos cognitivos benéficos”.
La neurociencia también respalda los beneficios cognitivos de estimulantes como la anfetamina y la Ritalina (la droga del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, conocido como ADHD), al menos en algunas personas y tareas. Las dos sustancias (así como la cafeína) elevan los niveles cerebrales de dopamina, hormona y neurotransmisor que produce la motivación y la sensación de recompensa. En términos generales, según un reciente estudio de la psicóloga Martha Farah de la Universidad de Pensilvania, los dos fármacos mejoran la evocación de palabras memorizadas tanto como la memoria operativa (el cuaderno de apuntes del cerebro, que tiene un papel crítico en la inteligencia), aunque no mejoran la fluidez verbal, el razonamiento o el pensamiento abstrac¬to, ni benefician a individuos que tienen una variante genética que mantiene elevada la actividad de la dopamina.
Estas limitaciones apuntan a dos cosas. Primero, si uno tiene naturalmente abundantes cantidades de dopamina y una alta motivación para, por ejemplo, deducir el diseño de un sitio web a partir de su código fuente, entonces es inútil elevar los niveles de dopamina con la administración de medicamentos. De hecho, Farah no detectó diferencia alguna entre el desempeño de voluntarios que tomaron anfetamina y los que recibieron placebo en una batería de tareas cognitivas, lo cual sugiere que es posible disfrutar de los mismos efectos dopaminérgicos de la sustancia con sólo “creer” que nos desempeñaremos bien, sensación que provoca, por sí misma, la liberación de dopamina. Segundo, existen factores psicológicos (como motivación y recompensa) que actúan en el mejoramiento de la memoria, pero no en procesos superiores como el pensamiento abstracto. Los fármacos “ayudarán a algunas personas durante algún tiempo, pero tal vez no ayuden mucho”, concluye la investigadora.
El hecho de que la anfetamina y Ritalin actúen (cuando funcionan) produciendo motivación y una sensación de recompensa luego de —por ejemplo— resolver un sudoku, implica que si hallamos otros medios para provocar esos sentimientos también mejoraremos el desempeño mental. Es posible que sea el mecanismo que utiliza toda una gama de trucos para mejorar la inteligencia. Por ejemplo, analicemos el “efecto antepasado”. Como informa un artículo en la revista European Journal of Social Psychology, “pensar en nuestro origen genético” (el abuelo que sobrevivió a la Depresión, la abuela que escapó de los cosacos, etcétera) “mejora el rendimiento intelectual”. El mecanismo responsable es un incremento en la confianza y la motivación: anfetamina sin receta. En el mismo tenor, un estado de ánimo positivo puede mejorar la creatividad para resolver problemas, afirma un artículo de Psychological Science. En este caso, al reducirse el estrés y el cortisol resultante —que ataca la vaina de mielina que recubre las neuronas y de ese modo, apaga la transmisión de señales- es posible que las destrezas subyacentes alcancen todo su potencial.
El santo grial del entrenamiento cerebral es algo que favorece la transferencia de destrezas, y en este sentido hay tres buenos candida¬tos. El primero es el ejercicio físico: un simple acondicionamiento aeróbico, como caminar durante 45 minutos tres veces por semana, mejora en 20 por ciento la memoria episódica y las funciones de control ejecutivo, observa Art Kramer, de la Universidad de Illinois en UrbanaChampaign. El ejercicio impulsa la creación de nuevas neuronas en la región del hipocampo que archiva las experiencias y los nuevos conoci-mientos; propicia la producción de “fertilizantes neuronales” como BDNF y neurotransmisores que transportan señales cerebrales; favorece la generación de materia gris en la corteza prefrontal; y estimula la producción de nuevas sinapsis, las conexiones que son determinantes para las funciones intelectuales superiores. Kramer observó que un año de ejercicio puede dar a un septuagenario la conectividad de un individuo de 30 años, mejorando sus capacidades de memoria, planificación, resolución de ambigüedades y multitareas.
La segunda táctica de entrenamiento cerebral global es la meditación, que incrementa el espesor de regiones que controlan la atención y procesan señales sensoriales del mundo exterior. En la Universidad de Miami, Amishi Jha dirige el programa Mindfulness-based Mind-fitness Training, en el cual los participantes desarrollan su concentración enfocándose en una sola cosa, como una sensación corporal específica.
Por último, algunos videojuegos, sobre todo los de exigencia creciente, pueden mejorar la agilidad mental general. Stern entrenó adultos mayores para un complejo juego de computadora, llamado Space Fortress, que requiere que los jugadores lancen misiles y destruyan fortalezas, al tiempo que protegen sus naves espaciales de ataques con misiles y minas. “Hacen falta funciones como control motor, búsqueda visual, memoria operativa, memoria a largo plazo y toma de decisiones”, explica. También se necesita el elixir de la neuroplasticidad: atención, sobre todo la capacidad para controlar y desviar la atención hacia distintas tareas. El único “game over” es el aburrimiento.
NEWSWEEK