El perfil del argentino medio siglo XXI

El perfil del argentino medio siglo XXI

"¿Finges que te gusta el sushi?"

Por Franco Varise
Hay quienes piensan que el paradigma del argentino medio de la primera década de 2000 se cristalizó cuando Marcelo Tinelli apareció rapado y lleno de tatuajes en 2009. Parece un dato fútil, pero muy gráfico para analizar el espíritu de época.
Familiero, moderado, estereotipo de la argentinidad y antiesnob serial, Tinelli dejó atrás a los pegajosos 90 para decidir interpretar el modelo de “identidad media argentina 2000”. Y así seguir adelante con lo que, en ambos períodos, se valoró como “éxito popular”.
Terminados los primeros diez años del siglo XXI ya podría configurarse objetiva y subjetivamente el perfil típico nacional, en contraposición con los hábitos y las costumbres de la década anterior.
Guillermo Oliveto, presidente de la Consultora W, asesor estratégico, especialista en tendencias sociales y de consumo, y autor de No son extraterrestres. Argentinos hoy (2002) y de El futuro ya llegó (2007), esgrime algunas comparaciones 90 versus 2000.
De Miami, como ciudad aspiracional en los 90, a Barcelona como modelo en 2000; de la camioneta Pathfinder de hace 15 años a los modelos de autos Audi o las camionetas BMW X6 de hoy; de las salidas a las megadiscos -El Cielo, Coyote, Ski Ranch- a los encuentros en restaurantes, casas y bares. Del máster en marketing en el exterior de los 90 al espíritu emprendedor siglo XXI. Y ésta es muy buena: del “tener plata con éxito”, muy de los 90, a “tener plata con onda” en la versión 2000.
“La sociedad 2000 es más madura que la de los 90 porque tiene la piel más curtida. Como todo individuo que atraviesa una situación límite, el colectivo social argentino aprendió de sus errores. Es una sociedad que recuperó la autoestima y que tiene el ego más equilibrado, que quiere insertarse en el mundo, pero preservando su identidad”, explicó Oliveto a LA NACION.
El carácter “binario” es uno de los rasgos del argentino 2000. Por un lado, sigue mirando con predilección lo que ocurre fuera del país, pero, a la vez, entroniza los símbolos culturales (tango) y políticos locales (“el Che”, Perón, Evita) como refuerzo de una identidad. Si hace poco más de una década el “gran acceso” era la casa propia (créditos hipotecarios), conocer el mundo (con la ilusión del peso igual al dólar) y comprarse el primer auto, en 2000, la cosa pasa por la tecnología (laptops, TV plana, iPod, iPhone, smartphones, banda ancha, consola de juegos), el primer vehículo: aparecen la moto y el cuatriciclo.
En los 90, el argentino cayó en la ilusión de que era protagonista importante del mundo, mientras que, en 2000, cree que es un ser especial, distinto y hasta incomprendido por el resto de la humanidad. “En aquellos años éramos ciudadanos y consumidores del mundo, imitando el modelo americano por primera vez en nuestra historia; podíamos viajar a las grandes capitales del mundo y al Caribe. Era una época en la que creímos que pertenecer al Primer Mundo finalmente resultaba menos costoso de lo que se suponía en el pasado; en 2000 se vuelve a Europa como paradigma social y económico y a una mirada cultural”, explicó Oliveto.
Ambos períodos pueden analizarse y compararse por la marca posible que dejaron en la memoria colectiva, pero vale aclarar que no fueron uniformes. Lo que hoy todos recuerdan como “los 90”, básicamente, fue lo que se vivió entre 1991 y 1997. En 1998 empezó la recesión y, en 1999, claramente, había un clima de “otra época”. La “crisis” debería juzgarse como un espacio bisagra que ocupó desde 2000 hasta 2004.
“Para comparar ambas décadas y marcar sus diferencias, deberíamos concentrar el análisis en sus dos picos de identidad: 1991-1997 versus 2005-2010”, consideró Oliveto.
Viajar al exterior marcó los períodos en sus picos de consumo. Pero los destinos fueron distintos. España, hasta la crisis internacional de 2008, era el destino “icónico” argentino 2000, en lugar de los Estados Unidos; durante las vacaciones, La Pedrera, Punta del Diablo y Cabo Polonio ganaron espacio entre un público nuevo con dinero a los clásicos noventistas de José Ignacio y los alrededores de Punta del Este, Brasil o Cancún.
En el país aparecieron nuevos lugares en la costa: Mar de las Pampas y Cariló le restaron preponderancia a Pinamar. Incluso viajar a zonas como el norte del país (Salta), que en los 90 hubiera sido un acto “subversivo”, pasó a estar dentro de las preferencias. Ni hablar de nuevos destinos en el exterior como Perú (Machu Picchu), que, en los últimos años de la primera década de 2000, acaparó la atención de muchos argentinos medios. La “experiencia” del viajero 2000 destronó en la valoración social al turista consumista de los 90.
En la moda, hay transformaciones fuertes. Las marcas “noventeras” como Versace, Armani, Calvin Klein, Guess son fagocitadas por el diseño nacional con Etiqueta Negra y Paula Cahen d’Anvers como símbolos 2000.
Y en una especie de análisis de “sociología cómica” podría decirse que el conocimiento gastronómico en 2000 tiene un prestigio social comparable al del publicista en los 90.

ESPÍRITU DE ÉPOCA
1990
Modelo de país extranjero: Estados Unidos; la ciudad elegida, Miami
Marcas de indumentaria: Armani, Versace, Calvin Klein y Guess
Color emblemático: El dorado, llamado el color del éxito
Modelo de auto: Nissan Pathfinder, Jeep Grand Cherokee y Ferrari
Salidas y entretenimiento: Megadiscos (Caix, El Cielo), megarrecitales (Rolling Stones y M. Jackson)
El gran acceso: La casa propia, el primer auto y conocer el mundo
Lugar de vacaciones: Cancún, Miami, Punta del Este y Pinamar

2011
Modelo de país extranjero: España; la ciudad predilecta, Barcelona
Marcas de indumentaria: Etiqueta Negra, Paula Cahen d´Anvers y diseño de autor nacional
Color emblemático: Plata, blanco y negro, que marcan estilo y onda
Modelo de auto: Cualquier modelo de Audi o BMW X6
Salidas y entretenimiento: Bares, restós, restaurantes y fiestas en casas
El gran acceso: Tecnología, el primer vehículo, auto y también moto y cuatriciclo
Lugar de vacaciones: Europa, Machu Picchu (Perú), La Pedrera (Uruguay) y Mar de las Pampas
LA NACION