21 Feb El problema de las monedas fuertes
Habiéndose librado rápidamente de la recesión mundial, muchos países en América latina están prosperando nuevamente. Las economías de la región crecieron en promedio el 6% el año pasado, según un cálculo preliminar de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal).
Este fuerte desempeño, vinculado en gran parte con el boom global de las commodities, ha atraído grandes flujos de dinero extranjero. Con ello ha venido un problema familiar: las divisas de la región han subido mucho en su valor respecto del dólar, haciendo incómoda la vida para los fabricantes latinoamericanos. Se ven desplazados de los mercados de exportación por sus precios, o tienen dificultades para competir con importaciones baratas. Gobiernos preocupados están lanzando una batería de medidas para tratar de contener el valor de sus divisas. ¿Funcionarán?
Este mes, Chile anunció que comprará US$ 12.000 millones de reservas extranjeras en 2011 y Brasil comenzó a requerir que sus bancos cubran el 60% de sus apuestas contra el dólar con depósitos en el Banco Central sobre los que no cobrarán intereses. Perú también está comprando dólares y extendió de modo similar requisitos de reservas para la venta de divisas extranjeras por los bancos. Los bancos centrales de México y Colombia están inter¬viniendo para comprar dólares. El anuncio de Chile llevó a una caída inmediata del peso y otras divisas se han estabilizado temporariamente. Pero no hay garantía de que estas medidas sean efectivas en el mediano plazo.
En parte, la fortaleza de las divisas refleja la fortaleza de las economías latinoamericanas. El boom de las commodities constituye una ventaja comparativa para la región: China e India están devorando porotos de soja y mineral de hierro brasileño, cobre chileno y plata peruana. Brasil y Colombia han hecho grandes des-cubrimientos de reservas petroleras. Estos países tienen políticas económicas bastante sanas y sus sistemas financieros se están naciendo más sólidos. Con el dinero barato y bajas ganancias en el mundo rico, América latina se ha convertido en un destino tentador para los inversores. Guido Mantega, ministro de Finanzas de Brasil, achaca la fortaleza del real y la creciente cuenta de importaciones de su país a la política monetaria laxa de Estados Unidos y la negativa de China a permitir la revaluación del yuan.
Bueno en exceso
Pero esto se está convirtiendo en un exceso de algo bueno. Por ejemplo, el real se ha apreciado en 38% respecto del dólar en los últimos dos años. Tomada en conjunto, América latina tuvo un superávit de cuenta corriente del 1,6% del PBI en 2006; este año probablemente tenga un déficit de similar magnitud, según el FMI. Hay otras señales de recalentamiento: la inflación de productos no transables en Chile es del 6,4% y los salarios brasileños están aumentando a tasas de dos dígitos.
Las empresas afectadas están aullando. Las bodegas de Chile necesitan un tipo de cambio de 530 pesos por dólar (al comienzo de este mes, era de 464) para ser rentables, según Rene Merino, que representa a la industria. En Brasil, la asociación de industriales de San Pablo sostiene que importaciones excesivas de artículos de consumo llevaron a un proceso de desindustrialización que marea, que có 46.000 puestos en la manufactura y US$ 10.000 millones en caída de la producción en los primeros nueve meses de 2010.
Las divisas incómodamente fuertes y economías recalentadas representan un dilema temible para los gobernantes. Si los responsables de bancos centrales elevan los tipos de interés para contener la inflación corren el riesgo de hacer subir aún más las monedas. Pero si sus intervenciones en el mercado de divisas hacen bajar demasiado su moneda, eso puede alimentar la inflación.
En Brasil, el recalentamiento ha sido agravado por la demora oficial en retirar el estímulo fiscal aplicado durante la recesión. El nuevo gobierno brasileño ha dicho que reducirá su déficit fiscal, pero muchos economistas son escépticos respecto de hasta dónde llegará con los recortes presupuestarios. Mante-ga ahora acepta que la política fiscal expansiva ha ayudado a hacer subir los tipos de interés y la divisa, algo que negaba antes.
Para aliviar la presión sobre las divisas, los gobiernos están pasando parte de sus activos al extranjero. Colombia ha pedido a Ecopetrol, su compañía petrolera estatal, que no repatríe sus ganancias en el extranjero. El Congreso peruano está considerando un proyecto de ley que elevaría el límite de la inversión en el Extranjero de fondos de pensión, del 30% al 50% de sus activos. Brasil recientemente autorizó a su fondo de riqueza soberana a operar en derivados de divisas.
También están recurriendo a herramientas menos ortodoxas. Brasil introdujo un impuesto del 2 % sobre la compra de bonos por extranjeros el año pasado y luego lo elevó al 6 %. Colombia y Perú gravan los pagos de intereses a quienes no residen en el país. Colombia está considerando reintroducir una medida para requerir que compradores extranjeros depositen el 30% del precio de sus inversiones financieras en el país por un año en su banco central sin intereses.
Es difícil medir la efectividad de estas herramientas, dado que nadie puede saber cuál sería el tipo de cambio si éstas no se utilizaran. A los banqueros les preocupa que puedan funcionar demasiado bien. “Hay que tener cuidado con lo que uno desea”, dice Marcelo Carvalho, economista de BNP Paribas en San Pablo. “Si uno se esfuerza demasiado por ahuyentar la inversión, puede tener éxito”. Reformas del sistema impositivo, en muchos casos postergadas, la infraestructura, la burocracia y las leyes laborales podrían ayudar a competir a los industriales. De todos modos, tratar de reducir la espuma del boom de las commodities parece justificado en el esfuerzo por asegurar un crecimiento de largo plazo más equilibrado.
THE ECONOMIST/ LA NACION (Traducción Gabriel Zadunaisky)