25 Jan Mejoran el diagnóstico de “la acidez”
Por Sebastián A. Ríos
De todos los problemas gastrointestinales, el reflujo gastroesofágico -más popularmente conocido como acidez- es uno de los que más consultas médicas motiva. Hace unos años, un estudio determinó que la acidez afecta a nada menos que el 23% de los argentinos. El problema es que los métodos convencionales de diagnóstico dejan “escapar” a muchos de los afectados por este trastorno que resulta del retorno del contenido del estómago al esófago, lo que causa una molesta sensación de quemazón.
“Un 60% de los pacientes con reflujo tendrán una endoscopia negativa. Eso es lo que mostró un estudio sobre 400 pacientes con síntomas de acidez, entre los cuales sólo en el 35% se observaron lesiones de la mucosa gastroesofágica asociadas con el reflujo y en un 5% los cambios metaplásicos del esófago de Barrett, una condición que puede derivar del reflujo”, dijo a La Nacion el doctor Jorge Olmos, jefe de la Sección Neurogastroenterología y Motilidad Gastrointestinal del Hospital de Clínicas.
Ese hospital incorporó recientemente nuevos métodos de diagnóstico para el reflujo gastroesofágico que permiten realizar un diagnóstico más certero en pacientes en los que una endoscopia de rutina no sería de utilidad. Además, estos estudios permiten realizar el diagnóstico en pacientes que padecen reflujo gastroesofágico, pero en los que la enfermedad se manifiesta a través de otros síntomas que incluso no son evaluados por el gastroenterólogo.
“Está demostrado que muchos casos de asma bronquial, la tos crónica, ciertas erosiones dentarias y las laringitis posteriores, que se manifiestan como disfonías, pueden deberse al reflujo -aseguró el doctor Olmos-. Los neumonólogos y los otorrinolaringólogos nos derivan muchos pacientes para ver si en realidad tienen reflujo; tanto es así que el 10% de las consultas que reciben los otorrinolaringólogos se deben a síntomas extragastroesofágicos del reflujo.”
En el caso de la tos crónica, por ejemplo, se ha determinado que el 50% de los casos en los que se excluyen las causas cardíacas se deben a afecciones del esófago, y de ellas el 50% es por acidez.
“Para poder establecer una relación entre estas manifestaciones extragastroesofágicas y el reflujo es necesario poner en práctica estudios funcionales, como la manometría y la pH-metría convencionales”, señaló Olmos, que agregó que estos estudios tienen sus limitaciones. “La pH-metría convencional tiene entre un 30 y un 35% de falsos negativos”, aclaró.
Monitoreo más efectivo
El monitoreo de reflujo de 24 horas a través de impedanciometría y pH-metría simultáneas es uno de los modernos equipos de diagnósticos incorporados al Hospital de Clínicas. “El monitoreo de pH más impedancia permiten la total evaluación del reflujo gastroesofágico y superan al método tradicional de pH-metría de 24 horas, que tiene una alta tasa de falsos negativos -explicó Olmos-. Este revolucionario sistema de monitoreo detecta todos los episodios de reflujo, usando impedancia y los categoriza en ácidos y no ácidos utilizando pH. De esta manera, permite identificar episodios de reflujo ácido y no ácido, así como los síntomas asociados, como tos o dolor de pecho.”
El reflujo no ácido, no detectado por los métodos de diagnóstico convencionales, sumado al ácido, es aún peor que el reflujo ácido sólo, ya que ocasiona un daño mayor a la pared protectora del interior del esófago.
El otro método diagnóstico incorporado por el citado hospital, que depende de la Universidad de Buenos Aires (UBA), es la llamada manometría de alta resolución. Al igual que el primer estudio, éste se realiza a través de una sonda que se introduce a través de la nariz y que se hace llegar hasta la zona de estudio.
“Al tener un mayor número de sensores que la manometría convencional, permite obtener un registro topográfico de presiones de toda la extensión esofágica, lo que sirve para evaluar en forma integral la unión gastroesofágica, que es donde se produce el reflujo”, describió Olmos.
“Estos nuevos estudios permiten tener herramientas de mayor juicio a la hora de decidir el tratamiento de los pacientes”, concluyó el especialista.
LA NACION