12 Jan Cooperativismo y globalización
Por Carlos Felice, 1994
El cooperativismo es un movimiento dinámico, sensible a la evolución constante. Por ser producto de mentalidades que buscaron la solución a angustiantes problemas de la vida cotidiana, en lo económico y en lo social, es un sistema idóneo para la transformación estructural de una sociedad. La cooperación es posible en la medida en que, mediante ella, el individuo obtiene una mejor situación.
La Cooperación no tiene por fin eliminar la economía de mercado sino que brinda, a los de menores recursos, la posibilidad de subsistir y desarrollarse dentro de la competencia, unificándose, integrándose. Esto no significa concebir un cooperativismo desposeído de raíz solidaria sino comprender que, a 150 años de las reglas de oro de Rochdale, muchas cosas cambiaron y deben ser reformuladas a través de nuevos enfoques de los insoslayables principios cooperativos.
Será importante adecuar económicamente las cooperativas a las necesidades del mercado, replanteando el manejo global de los recursos; planificando las características más salientes de la nueva empresa social, fijando prioridades y otros aspectos importantes de la gestión; tratando prospectivamente de anticipar o al menos percibir los cambios que se viven.
Vivimos un momento particular, en un momento en que ideas, creencias y actitudes ascienden velozmente en el inconsciente colectivo, que son impugnadas, desafiadas y se desvalecen pronto en la nada.
En un momento en que teorías políticas científicas y psicológicas son derrumbadas y sustituidas a diario, nuevas consignas requieren repuestas.
No hay dudas de que nuestro dinámico contemporáneo mundo está emergiendo de la colisión de nuevos valores y nuevas tecnologías; de nuevas relaciones regionales y geopolítica de nuevo estile de vida.
Este fenómeno que se ha dado en llamar “Globalización”, que incluye la universalización del mercado financiero, la formación de grandes mercados regionales y la incidencia de las redes mundiales de comunicaciones, encamina hacia una nueva forma de organización de la producción.
Precisamente, esa combinación de revolución tecnológica y mercados mundiales, establece reglas de eficiencia-competencia que tiene su efecto social más críticamente acentuado en la crisis del empleo.
Hasta ideológicamente se comienza a pensar en una sociedad futura que lleva incorporado el concepto de desempleo estructural.
En este contexto preponderante actuación le cabe protagonizar al cooperativismo, estereotipo de empresa basada en el autoempleo con forma de gestión democrática y objetivos solidarios. En nuestra provincia, Santa Fe, esto se refleja cotidianamente. A nuestro tradicional cooperativismo agropecuario, financiero y de servicios, se le ha agregado en estos dos últimos años el EXPLOSIVO crecimiento del cooperativismo social.
¿Por qué crece tanto el cooperativismo de trabajo? Porque los trabajadores que pierden sus empleos productivos, son en lo general personas calificadas y experimentadas, que no disponen de capital necesario para crear una empresa y le es muy difícil obtener préstamos de instituciones crediticias, y que encuentran en la forma cooperativa un instrumento idóneo de preservación de trabajo. Por la otra parte, al Estado le interesa la creación de empleo porque, además de las consabidas razones de bien común, una persona sin empleo le cuesta al gobierno una gran suma de dinero, y porque además el Estado pierde una gran cantidad de ingresos (impuestos y aportes).
Lo concreto es que el cooperativismo está generando un nuevo entramado económico social que puede fortalecerse y brindar soluciones más abarcativas. En esta provincia de Santa Fe existen ejemplos exitosos como la cooperativización de los talleres ferroviarios; Las Toscas; Madercoop…
Si una suma de dinero equivalente a varios meses del seguro de desempleo fuera entregada a los trabajadores o, mejor aún, a las empresas que crearían los trabajadores, y si estos recursos fueran suficientes para crear una nueva y dinámica empresa; entonces el resultado seria más positivo.
El Derecho comparado, especialmente en países como Italia y España, nos muestra la viabilidad de la propuesta.
Inevitablemente, cuando proponemos el modelo cooperativo en la reconversión de empresas en crisis, nos enfrentamos a una empresa de riesgo, a un desafío.
La experiencia demuestra la dificultad de la disposición del capital necesario o de credibilidad frente a bancos y clientes, por eso aquí el factor más importante, como lo saben los cooperativistas, es el factor humano que se propone administrar una empresa, la verdadera fuerza conductora de una cooperativa.
He aquí un cambio fundamental para los trabajadores que pasan a ser parte principal del proceso, convertidos en dueños de sus propios medios de producción y de las decisiones institucionales.
Un enorme desafío en un proceso de reconversión, competitividad y falta de empleo, que requiere grandemente de las empresas de economía social.