Construirían estadio cerrado en San Isidro sobre cuatro hectáreas que pertenecen al Jockey Club

Construirían estadio cerrado en San Isidro sobre cuatro hectáreas que pertenecen al Jockey Club

La cuestión de la sustentabilidad de los hipódromos es una cuestión no resuelta hoy en nuestro país.
Sí existen, en cambio, algunas certezas entre quienes trabajamos por el crecimiento del turf: que es una actividad económica fuerte y tiene potencial, que debe ser fomentada, que es genuina -en cuanto a nuestra raigambre cultural-, que genera puestos de trabajo y puede generar aún muchos más, que necesita de una planificación estratégica multisectorial, pero también de una política de Estado, entre otras cosas.
En ese contexto, es complejo hacer un juicio definitorio, tanto en torno a los slots, como a iniciativas como la que vimos publicada en los diarios en estos días, relativa al predio del Hipódromo de San Isidro, Buenos Aires (ver: El hipódromo del Jockey Club busca generar nuevos ingresos sin pensar en las tragamonedas [La Nación] o Invertirán en San Isidro U$S 50 millones para construir un estadio cerrado [Cronista Comercial]).
Parecen contraponerse, por un lado, la necesidad de “generar ingresos genuinos” (de empezar a cambiar la total dependencia actual de financiamiento estatal, que es siempre provisoria) y por el otro, la pregunta acerca de si los empresarios, lejos de preocuparse por el estado del turf, no son quienes están des-incentivando la actividad para enfocarse en aventuras económicas más atractivas… o más afines a los intereses artísticos de Garfunkel y Rodríguez.
El “emprendimiento” resulta además pedagógico. Después de tanto ríos de tinta, hay ciertas metamorfosis evidentes entre los que se autodenominan “actores de la actividad”. Recuerden este aforismo: “Piensa que lo más importante que tiene un hombre es su memoria”.
Después de todo, muchachos:
– ¡No seamos tan amargos! ¡Seamos cool! ¡Tango se reemplaza con reggaeton… o electric dance!
– ¿Y los caballos?
– ¡Qué aprendan la marcha, che! No sean tan críticos…

Carlos Felice