La vieja pregunta de para qué estamos acá

La vieja pregunta de para qué estamos acá

En culturas como la nuestra, la alegría, la fama y el éxito social son los valores más altos. De hecho, todos, o casi todos, tendemos a aceptarlos como tales inconcientemente.
Esto es lo que nos recordaba la periodista Mori Ponsowy hace 4 ó 5 días en el diario La Nación, cuando daba cuenta del enorme aumento de la venta de antidepresivos en el mundo.
Porque conviene preguntarse con ella: esa señal de los tiempos ¿se corresponde conmigo, con mi personalidad, con mi historia, con mis sueños?
Algunas líneas de la nota iluminan la cuestión:

Se estima que hoy el 10% de la población norteamericana toma antidepresivos, el doble que hace diez años. Más de la mitad lo hace no tanto por enfermedades graves, sino por malestares con los que podrían seguir funcionando socialmente, aunque quizá con más contratiempos y menos felicidad.
…En los poblados rurales de Grecia, todavía se considera normal que la tristeza por la muerte de un ser querido dure alrededor de cinco años; entre nosotros, más de un año de dolor puede ser señal de que algo anda mal, de que convendría una visita médica y, probablemente, alguna medicación. En el siglo XIX y hasta principios del XX, la melancolía era bien vista. Ahí están el joven Werther, de Goethe, y tantos personajes de Dostoievski y Proust para demostrarlo… El mundo de hoy parece estar en manos de los extrovertidos.

Y aún más:

En muchas ocasiones en que se recetan psicofármacos para casos que no son verdaderamente severos, lo que se hace es permitir que una persona sea feliz adecuándose a los valores contemporáneos.

La gran pregunta, puertas adentro de la mente, es si la felicidad de este tiempo, es también mi propia felicidad. Vaya pregunta. ¿Es que hay opción de encontrar otro modo de ser feliz? Si no quieren quedar presos de una “felicidad standard”, no se pierdan la nota completa de Mori Ponsowy! “La felicidad es una cápsula esquiva”

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