El trabajo constituye el lazo de unión entre el hombre y la sociedad

El trabajo constituye el lazo de unión entre el hombre y la sociedad

Nuestros dirigentes sociales y sindicales coinciden: el trabajo no es un mero instrumento al servicio del interés particular de otro, ni una mercancía, se trata de una actividad creadora de utilidad que tiene valor social.
El trabajo constituye el lazo de unión entre el hombre y la sociedad; trabajar es crear utilidad; el producto del trabajo realizado sirve a otros: es un servicio social, un acto de solidaridad humana.
En principio, el trabajo remunerado es una relación de carácter patrimonial, pero por encima de ello, esta labor cotidiana merece una valoración diferente. La dignidad humana reside en el hecho de que el trabajador es un hombre. Ese hombre es digno no porque trabaje, sino porque es un ser humano: la dignidad del trabajo no está en el brillo exterior de lo producido, sino justamente en que ha sido realizado por un ser humano. Desde la doctrina social de la Iglesia y el trascendente aporte de la labor del Papa León XXIII -especialmente desde la encíclica Rerum Novarum, Pio XI Quadragesimo Anno, Juan XXIII Mater et Magistra- se anuncian y se reafirman conceptos que hacen a derechos inalienables de los trabajadores y que hacen al ideal de justicia social.
¿Cómo no trabajar sobre estos conceptos e ideales cuando proyectamos la realización de nuestra misión?
Es precisamente Laborem Exercens de Juan Pablo II, la que mejor expresa la importancia de ofrecer a cada persona un puesto de trabajo.
Nuestra convicción, directriz de nuestra organización gremial y social, es que en no hay prácticamente ninguna realidad social en la que no sea imprescindible empeñarse individual y colectivamente para que todos puedan tener acceso al empleo. Es, en definitiva, una cuestión de justicia. Una visión antropológica-cultural que coloca al trabajo en el centro mismo de todo proceso de realización del hombre.
Estamos persuadidos de que una nueva edad del trabajo se avecina, esta edad será más humana si nos acercamos a ella con espíritu de solidaridad, de compromiso ético y mucha cooperación. Pretendemos honrar este pensamiento y nuestras acciones en la labor diaria desde la Unión de Trabajadores del Turf y afines (y desde la obra social de la UTTA, OSPAT), junto a las organizaciones que tienen esta perspectiva como fin último.
El turf, como actividad creadora de trabajo en sí misma, encierra mucho de lo nuevo que se aproxima en materia laboral, un cambio de apreciación en el mercado que implica la expresión de realidades laborales que se sustentan en servicios personales. Desde la actividad hípica tenemos una extraordinaria oportunidad para acercarnos a estos imperativos e ideales.
Nuestra gestión en UTTA, como responsables de nuestra organización social, es la carta de presentación de que lo expuesto es posible.

Carlos Felice