26 Nov Aurora Venturini, la escritora que creó su propio mito literario
Por Ivana Romero
Lo dijo en varias oportunidades: “Las primas soy yo”. Y luego explicaba, sin ningún tono enfático: “Es que soy minusválida manual. Para lo único que sirvo es para escribir. Ni pelar papas, ni barrer ni abrir un frasco. Yo escribo ocho horas diarias y no me fatigo. Soy una cosa extraña, qué me van a parecer raros los personajes de Las primas si yo los conocí.” De este modo, Aurora Venturini se refería a sí misma y también, a la novela que en 2007 ganó el Premio Nueva Novela Página 12. Allí se relataba la historia de una familia disfuncional en la voz de Yuna, una chica con un leve retraso que logra ascender socialmente mediante la pintura. La historia se completaba con un elenco de personajes excéntricos (algo tenebrosos) y la ciudad de La Plata en los años ’40 como escenario (cuando Venturini comenzó a militar en el justicialismo).
Frente a una voz tan singular, el jurado -integrado por Juan Ignacio Boido, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Alan Pauls, Sandra Russo, Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain- opinó: “Novela única, extrema, de una originalidad desconcertante…” Y así, a los 85 años, Venturini se instaló en una zona de gran visibilidad en el panorama literario argentino, aunque por entonces ya tuviese decenas de libros publicados en editoriales pequeñas. Esa fue la puerta, además, por la que se colaron datos biográficos exquisitos como su relación con Eva Perón –a la que aseguraba haberle contado chistes verdes que le encantaban- o Violette Leduc. Así, la escritora logró que en su universo las fronteras entre lo real y lo mítico fueran algo vagas, porosas. O sea que en cierto aspecto, como dijo, fue un personaje creado por ella misma.
Venturini falleció ayer a los 92 años en La Plata, su ciudad natal. Así lo informó por la tarde el grupo editorial Penguin Random House, que publicó Las primas y también Nosotros, los Caserta; El marido de mi madrastra, Los rieles, Eva. Alfa y Omega y Cuentos secretos, que se comenzará a distribuir el 1 de diciembre. La escritora se graduó en Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. Fue asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde conoció a Eva, de quien fue amiga íntima y con quien trabajó. En 1948 recibió de manos de Borges el Premio Iniciación, por su libro El solitario. Estudió psicología en la Universidad de París, donde se autoexilió durante 25 años tras la Revolución Libertadora. En París vivió en compañía de Leduc. Además trabó amistad con Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Eugene Ionesco y Juliette Gréco, entre otros miembros de la intelectualidad francesa; en Sicilia frecuentó la amistad de Salvatore Quasimodo y fue premiada con el Pirandello de Oro. Tradujo y escribió textos críticos sobre poetas como Isidore Ducasse, François Villon y Arthur Rimbaud que le valieron la Cruz de Hierro del gobierno francés.
Estos datos comenzaron a revelarse cuando la escritora dio entrevistas tras la publicación de Las primas, que en diciembre de 2010 fue votado como el mejor libro en español editado en España y recibió el II Premio Otras Voces, Otros Ámbitos.
El año pasado, Fernando Krapp y Agustina Massa estrenaron el documental Beatriz Portinari –seudónimo que ella utilizó para presentarse al concurso de Página 12 – donde Venturini accedió a participar, hasta que se cansó de esa gente metida en su casa y la echó.
“Todos mis libros son experiencias propias, autorreferenciales. Yo trabajé 28 años en minoridad. Yo digo que detrás de todo malviviente hay un chico que llora. La infancia es todo y hay que cuidarla”, le contó a Mariano Zamorano durante una entrevista publicada por el suplemento cultural de este diario. En esos textos, la mayoría de los personajes centrales son mujeres. De hecho, ella reconocía la influencia de Silvina Ocampo y María Elena Walsh. “Fui asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor. Quien me lleva a la Fundación Eva Perón es la señora del gobernador Domingo Mercante. Cuando presenté Los rieles en La Plata, estaba hablando de la Fundación, y había un señor bien puesto que se acercó y me dijo: ‘Yo tendría que llamarla madre a usted; ahora soy contador nacional, tengo camioneta y casa gracias a usted.’ Me quedé helada, me acordé de ese chiquilín que no tenía padre, ni madre, pero una gran capacidad que mostró con más de 90 en el test mental que le tomé. Sacábamos a los chicos de los institutos e iban a los colegios nacionales o normales”, agregó.
Escribía a máquina y consideraba que los premios que recibió en los últimos años de su vida eran una suerte de revancha por la persecución de la que había sido objeto durante la proscripción del peronismo. “Fue como sacudirse las ruinas, salir de las ruinas de Pompeya y Herculano. Parece mentira”, dijo, con esa forma suya, tan incidental en apariencia, de una voracidad oscura y lúdica a la vez. “Todos escribimos sobre el mismo núcleo, todo el tiempo. Las circunstancias son las que varían y de ahí los estilos”, agregó. En el comunicado de prensa, Random House le adjudicó esta frase: “La escritura a veces es como un milagro, no sabés de dónde viene. Una toma la lapicera y allá va, allá va como si alguien la impulsara.” De ese impulso misterioso, que permaneció salvaje y fiel a sí mismo, están hechas las palabras de Venturini.
TIEMPO ARGENTINO