30 Nov El estigma de ser el “paciente cero”
Por Ed Yong
A principios de la década de 1980, en Estados Unidos apareció una nueva y misteriosa enfermedad. De repente y en forma simultánea, personas de las principales ciudades -en particular, varones homosexuales- empezaron a manifestar problemas inmunológicos, infecciones oportunistas y cáncer de piel. Los investigadores del Centro para el Control de Enfermedades (CDC) empezaron desde California a entrevistar pacientes, hasta que lograron reconstruir una red de 40 hombres infectados que estaban conectados entre sí por encuentros sexuales. Quedaba claro que el sida era causado por una infección de contagio sexual.
Uno de esos 40 casos era el de un azafato canadiense llamado Gaétan Dugas. Como había tenido contactos sexuales tanto con pacientes de California como con pacientes de Nueva York, Dugas parecía ser la conexión costa a costa de la epidemia. Como fue el paciente con sida número 57 del que se ocupó el CDC, inicialmente Dugas fue designado “Caso 057”. Pero como no era de California y ni siquiera era estadounidense, los investigadores empezaron a referirse desdeñosamente a él como el paciente de Out of California (“el paciente de fuera de California”) o, para abreviar, el “paciente O”.
Fue una denominación muy desafortunada. “Cuando redactaron el informe y ese estudio empezó a circular por fuera del equipo original y llegó a otras manos dentro del CDC, ese ambiguo óvalo de la letra O fue interpretado por algunos como el número 0”, cuenta Richard Mc-Kay, historiador de la medicina de la Universidad de Cambridge, quien apenas recientemente logró rastrear los pormenores del malentendido.
Cuando el estudio del CDC fue publicado, en 1984, el “paciente O” se había convertido en el “paciente 0”. En el único diagrama que contiene como una araña en una red de enfermedad.
Las etiquetas son poderosas. En su condición de “paciente cero”, Dugas no sólo quedaba en el centro de esa particular cadena de sida, si¬no que se constituía en la fuente y origen de la epidemia que azotaba a Estados Unidos. El equipo del CDC hizo todo lo que pudo por aclarar el malentendido, pero la idea se globalizó en 1987, cuando el periodista Randy Shilts publicó su best seller Y la banda siguió tocando. En su libro, Shilts consignaba el nombre de Dugas, y si bien en ningún momento lo señala como el hombre que introdujo la epidemia del sida en Estados Unidos, quienes comentaron y reseñaron el libro no fueron tan prudentes.
La idea encajaba a la perfección con los prejuicios de la época: Dugas era la versión moderna de María Tifoidea, un homosexual irresponsable y promiscuo que había hecho desembarcar la peste en las costas de Estados Unidos. “Explícita o tácitamente, siempre se pone el foco en alguna posible falencia moral del primer paciente reconocido”, dice McKay. Pero a lo largo de los años, ha ido perdiendo fuerza la idea del paciente cero, con la aparición de numerosas evidencias que indican que el virus del VIH llegó a Estados Unidos mucho antes incluso de que Dugas se infectara.
Ahora, un nuevo estudio exonera a Dugas definitivamente. Combina el trabajo detectivesco histórico de McKay con evidencia genética compilada por Michael Worobey, biólogo evolutivo de la Universidad de Atizona. Worobey secuenció los genomas completos del VIH recogidos de muestras tomadas en Estados Unidos a fines de la década de 1970, y demostró que Dugas de ninguna manera pudo ser el primer paciente con sida en Estados Unidos. De he¬cho, la enfermedad probablemente ingresó al país desde Haití en el año 1971, y logró pasar desapercibida durante más de una década, hasta que alguien advirtió lo que ocurría.
El virus del VIH empezó a infectar a seres humanos en algún lugar de África occidental, y llegó a nosotros desde los chimpancés. Desde ahí, se esparció por todo el mundo, y al hacerlo, fue mutando genéticamente. Al secuenciar esos genes y comparar esas mutaciones, los científicos pueden reconstruir el árbol familiar del VIH -una filogenia-y descifrar de qué rama proviene cada cepa del virus.
Worobey lo había hecho en 2007, usando muestras de sangre de archivo de cinco inmigrantes haitianos que estuvieron entre los primeros pacientes con VIH de Estados Unidos. El científico demostró que las cepas que afectaron a esos haitianos son las que probablemente luego dieron origen a las que arrasaron el país, lo que implica que el virus hizo escala en el Caribe antes de ingresar en Estados Unidos. También demostró que el virus debe haber llegado a Estados Unidos unos 12 años antes de que el sida fuese identificado for¬malmente, en 1981.
Pero Worobey recuerda que cuando quiso publicar sus resulta¬dos, “uno de los revisores del estudio dijo que no había manera de que el virus hubiese circulado desapercibidamente por Estados Unidos du¬rante tanto tiempo”. Fue difícil con¬vencer a los escépticos, porque las muestras de sangre de los haitianos eran de la década de 1980, después del supuesto inicio de la epidemia. Worobey estaba yendo más atrás, analizando los genes de esos virus, pero los escépticos o no lo entendieron o no quedaron convencidos.
Así que Worobey empezó a bus¬car muestras más viejas. Encontró varias que habían sido tomadas de hombres gay de Nueva York y San Francisco en 1978 y 1979, para estudios de la hepatitis B. Junto a otros colegas, analizaron miles de esas muestras, y algunas de ellas arrojaron suficiente material genético como para permitirle secuenciar el genoma del VIH completo.
Esas secuencias fortalecieron sus conclusiones previas y sumaron otras nuevas. Revelaron que el VIH había llegado de África al Caribe al¬rededor de 1967, y que había pegado el salto a Estados Unidos hacia 1971. Primero desembarcó en Nueva York y empezó a diversificarse velozmente. De allí, se extendió a San Francisco hacia 1976, generando nuevos núcleos de infección. Para cuando alguien finalmente notó los primeros síntomas de sida, en 1981, el virus causante de la enfermedad ya estaba en ambas costas y se había diversificado genéticamente.
“Hay quienes pueden decir queya lo sabíamos, y a grandes rasgos, es verdad”, dice Beatrice Hahn, de la Escuela de Medicina de Perelman y experta en la evolución del VIH. “Pero todo lo demás había que inferirlo, usando muestras tomadas después de un brote, y el enfoque filogenético no convence a todo el mundo. Pero cuando aparece un tubo de ensayo con fecha de 1978, eso sí significa algo”.
Y sin duda significa algo para la reputación de Gaétan Dugas. Worobey secuenció el virus que infectó a Dugas y descubrió que era la cepa típica que circulaba por entonces en Estados Unidos. No era el ancestro de las cepas que arrasaron en Esta¬dos Unidos, ni era más parecido a los virus de la Costa Oeste que a los de la Costa Este. Eso significa que Dugas no sólo no introdujo el sida en Es¬tados Unidos, sino que tampoco fue quien lo esparció hacia el Oeste. Dugas fue una víctima como cualquiera de una epidemia muy inusual.
La red de contagio sexual elaborada por el equipo del CDC -uno de cuyos miembros es coautor del nuevo estudio- “casi con certeza no fue la red por la que se movió el virus”, dice Worobey. Más que mostrar cadenas de transmisión, simplemente mostró contactos sexuales entre 40 hombres después de que habían contraído el virus. “Su conclusión de que el VIH era un virus de transmi¬sión sexual era correcta, pero llegaron a una conclusión acertada por medio de un razonamiento equivocado”, señala Worobey.
El flamante estudio deja en claro el gran poder que tiene actualmente la genética para reconstruir el derrotero del brote de una enfermedad, y es apenas un ejemplo. En 2010, biólogos evolutivos usaron árboles genéticos para demostrar que un hombre llamado Anthony Eugene Whitfield había infectado a sabiendas a una mujer con el virus del VIH. Más recientemente, biólogos usaron un secuenciador portátil de ADN que rastreaba la evolución del virus del ébola en tiempo real y brindaba detalles sobre las rutas de transmisión que facilitaron la contención del reciente brote de la enfermedad en África occidental. Las mismas técnicas que nos ayudar escudriñaren el pasado remoto también pueden ayudamos a preservar nuestro futuro.
LA NACION /THE ATLANTIC