Más allá del Quijote: textos de Cervantes que quedaron a la sombra de su caballero

Más allá del Quijote: textos de Cervantes que quedaron a la sombra de su caballero

Por Laura Ventura
El futuro está en el teatro: todo el mundo va y todos pagan su entrada”, dice un personaje llamado Miguel de Cervantes en la serie de TV Española El ministerio del tiempo. En la actual temporada de este cuidado producto de la pantalla chica, sus héroes viajaron a 1605. Allí, el escritor malvende la edición prínceps de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha a cambio de una suma con la que lograría cumplir su sueño: montar sus obras de teatro. Este capítulo [se puede ver en www.rtve.es/alacarta] se convirtió durante su emisión en trending topic mundial y cosechó cinco millones de espectadores, mientras abordaba la obsesión de Cervantes: su afán de convertirse en dramaturgo y superar la fama de su celoso detractor Félix Lope de Vega.
Sin embargo, su verdadera lucha no era contra este contemporáneo y con la calidad de sus propias piezas teatrales, sino con la gloria y aura de su célebre criatura, esa parodia de la novela de caballerías donde combinaba el humor, el idealismo y la cortesía.
“Si no hubiese escrito el Quijote y, sobre todo, si no hubiese escrito la segunda parte del Quijote (1615) y luego se hubiera leído, entendido y difundido por los ingleses, no tendríamos a Cervantes como modelo del gran escritor que hoy existe”, opina el catedrático José Manuel Lucía Megías, presidente de honor de la Asociación de Cervantistas, quien desde el nacimiento del Festival Cervantino de la ciudad bonaerense de Azul organiza y asiste con entusiasmo.
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Lucía Megías destaca el crucial rol de la crítica inglesa para impulsar el mito de Cervantes, fascinada por una novela que se reía de sus enemigos: la monarquía española. El erudito inauguró, con la presencia de los reyes, una exposición en la Biblioteca Nacional (junto con Acción Cultural Española) que reúne todos los tesoros existentes de Cervantes. Ésta se ha convertido en un éxito de convocatoria sin precedente, a punto tal que debió ampliar el horario de visitas.
Existen kilómetros de tinta escritos sobre la originalidad del Quijote en cuanto a la innovación literaria que propuso esta novela, habitada por recursos novedosos y pioneros. Por ejemplo, en el capítulo 6 de la primera parte, menciona en su ficción a otro autor que no es más que él mismo y su novela anterior, La Galatea, título inspirado en una virtuosa pastora del Tajo. Al cura le llama la atención durante el escrutinio de la biblioteca un libro en particular y pregunta por él. “-[Es] La Galatea de Miguel de Cervantes, dijo el barbero. Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención, propone algo y no concluye nada. Es menester esperar la segunda parte que promete.”
La Galatea (1580) se concibe dentro del género pastoril (como la famosa Diana, de Jorge de Montemayor), donde se combinan prosa y poesía. Aunque existe una multiplicidad de tramas argumentales, el tronco del relato lo sostiene el devenir de una joven que corre el riesgo de ser malmaridada, es decir, de ser casada con un hombre quien no la ama, mientras es pretendida por dos pastores, Elicio y Erastro.
Ésta recibió en su época una notoriedad ínfima, tal como ocurrió con la novela póstuma, Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), su proyecto de crear un texto perfecto, dentro de un género, el bizantino (a diferencia del Quijote, que dada su esencia paródica escapaba a los límites de todo género y por lo tanto era considerado menor).

Un modo de subsistir
Cervantes, siempre apremiado por necesidades económicas, buscaba un modo de subsistir y veía en el teatro no sólo una alternativa, sino que además confiaba en que sería en su faceta de dramaturgo el modo en el que llevaría su nombre a la posteridad.
“Su teatro es muy interesante, pero por entonces había mucho dinero en este ámbito y la mafia de Lope no dejaba representar a alguien que no fuera de su propio grupo”, explica Lucía Megías. Ironías del destino, así como la casa del “Fénix de los ingenios” está ubicada en la calle Cervantes, llama la atención que en el mundo hispano haya una mayor cantidad de teatros bautizados en honor al autor del Quijote que al de La dama boba.
La semana próxima se estrenará en el Teatro Español -se quiso realizar esta producción con un elenco argentino, a través del Complejo Teatral de Buenos Aires, proyecto que naufragó- Numancia (1585), también conocida como El cerco de Numancia, donde aparece, como en Fuenteovejuna, un personaje colectivo: los numantinos.
En la edición realizada por José Emilio Pacheco el mexicano dedicó esta tragedia, un año después del golpe militar en Chile, a la memoria de Salvador Allende. Pacheco opina que Numancia, sobre el ocaso de un imperio y el heroísmo de sus ciudadanos, puede ser considerada “la última obra primitiva o la primera moderna del teatro español”.
Para Stanislav Zimic, el de Cervantes era un teatro experimental que acude a versos polisémicos que no ocultan la influencia de la Commedia dell’Arte, que bebió durante sus estancias en Italia. A su vez, así como Shakespeare acude al teatro dentro del teatro en “La ratonera”, en Hamlet, Cervantes utiliza este mismo recurso en La entretenida (1608).
Aunque no fueron concebidas como obras de teatro, las Novelas ejemplares (1613) han sido llevadas en innumerables ocasiones a las tablas. La televisión española estrenó hace algunos meses (también puede verse en el sitio de TVE) la adaptación de La española inglesa.
Hace algunas temporadas, el porteño teatro Cervantes realizó un ciclo donde realizadores iberoamericanos exhibieron sus propuestas inspiradas en estas ficciones, como La gitanilla, El coloquio de los perros, El casamiento engañoso, El celoso extremeño, La ilustre fregona y Rinconete y Cortadillo (esta temporada en cartel en Madrid).
Pasado mañana, se presentará en la embajada de España la edición digital de este trabajo, que reunió a 19 dramaturgos y que estará disponible a partir de esa fecha en la página web https://teatrosejemplares.es/.
¿Por qué ejemplares? Porque poseen una finalidad moralizante, dueñas de una estructura moral, y que suelen concluir o bien con casamientos o con la muerte de los villanos. Algunos críticos disparaban contra este carácter, como José Ortega y Gasset, quien deforma este epíteto para hablar de su rasgo “hipócritamente heroico”.
En Novelas ejemplares, Cervantes se dirige en su prólogo a su “amantísimo lector” en esas líneas donde se retrata a sí mismo con una descripción física, la misma con la que se realizó el icónico retrato atribuido a Juan de Jáuregui.
Existe una hermandad entre Cervantes y su hidalgo: ambos padecieron humillaciones e hicieron de sus vidas errantes una exploración por senderos que los alejaron de la rutina y la mediocridad. Aunque el Quijote (“pasatiempo al pecho melancólico”, escribe en sus versos) opaque a otros textos suyos, también conduce a que se iluminen, representen y estudien a través de los laberintos del tiempo y se salven en el escrutinio que realizan los implacables catálogos del canon.
LA NACION