Métodos de jugar a las carreras

Métodos de jugar a las carreras

Por Diana Alsina
Siempre se han de hacer apuestas, tanto en las carre¬ras, como en los Clubs o en la Bolsa, y lo único que podríamos de¬sear a los amigos, es que jueguen lo menos desacertadamente posible. Para obtener este resultado, en lo tocante al turf, es necesario adoptar mil precauciones, siendo la principal, la de no creerse obligado a jugar en todas las carreras de un programa. Sucede muchas veces, que entre todos los caballos inscriptos, no se destaca ninguno, habiendo varios con probabilidades, más o menos iguales. En este caso, lo más sen¬sato es no jugar a ninguno. Sin em¬bargo, una pequeña diferencia en las cotizaciones, o una opinión fa¬vorable ofda de paso, o un dato recogido al vuelo, inducen al turfista a apostar a tal o cual caballo; y he aquí una suma perdida, que agre¬gada a la que se invierte en la fija de la carrera siguiente, hubiera dado una ganancia segura. Tenemos, pues, una doble pérdida, que hu¬biera sido fácil evitar, y en la que se ha incurrido, no con gran esperanza de ganar, sino sólo por tener algún interés en la prueba. Fundándose en que tiene que haber un ganador en cada carrera, los afU cionados no quieren perder la opor¬tunidad de apostar, y prefieren recurrir a la casualidad, antes que renunciar a una ganancia pro¬blemática. Es una tendencia de¬plorable, que se nota sobre todo en los pequeños jugadores, y compran 5 boletos de sport, como si fuera un billete de lotería, figurándose que con multiplicar sus apuestas multipli¬can también sus probabilidades de éxito. Solo se debe jugar cuando se cree que un caballo tiene una chance, sino segura, bien calculada, al menos. Una creencia de esta na¬turaleza, es generalmente, el resul¬tado de observaciones personales: o bien, el caballo en las pruebas anteriores ha sido víctima de circunstan¬cias casuales que le han impedido ganar, o su jockey ha seguido una mala táctica. Es fácil constatar estas eventualidades, si se siguen las peripecias de la carrera, con aten¬ción y un buen par de anteojos. Si se tiene buena memoria y una justa apreciación del mérito relativo de los diferentes competidores, se puede prever que tal o cual caballo, que ha sido derrotado por animales superiores a él, deberá triunfar sobre competidores de una clase más infe¬rior.
Otro animal, cuyo entrainement se va perfeccionando en las reuniones públicas, habrá progresado de tal manera, que será fácil conocer el momento en que alcance el apogeo de la forma. De vez en cuando (menos a menudo de lo que se dice, y más a menudo de lo que se cree, se constata que un caballo batido con regularidad, vuelve al recinto del pesaje sin tener un pelo mojado. De todo esto, se hacen deducciones que permiten aprovechar más tarde las cotizaciones, bastante remune-radoras, y que compensan las pérdi¬das sufridas anteriormente; y en todo caso, disminuyen las posibili¬dades de perder, porque no se juega, sino cuando se tiene una convicción, que es el resultado de haber asistido a cierto número de reuniones, en las cuales se ha de-sempeñado el rol de un espectador, tan desinteresado como observador. Este modo de proceder tiene tam¬bién otra ventaja, y es que cuando uno pierde, sólo puede inculparse así mismo: cosa que no sucede cuando se va a la pesca de datos. Hay otros turfistas que adoptan una ecurie y no juegan más que a sus representantes. Es un modo, como cualquier otro, de asociarse a un propietario simpático… sin su con¬sentimiento. En este caso, hay que elegir una ecurie afortunada: no hay
que contribuir a los gastos y se par¬ticipa de todas las ganancias. Otras personas dan la preferencia a tal o cual jockey y siempre juegan al caballo que montan, pero los jockeys que cuentan con este género de clientes, son por lo general los más acreditados, y por consiguiente, pi¬lotean, a menudo, los favoritos. Si ganan, el beneficio en ciertos casos, es reducido, y si, después, la suerte no los acompaña en dos o tres prue¬bas consecutivas, las ganancias se transforman en pérdida; a no ser que se haya dado la preferencia a algún ilustre desconocido, que com¬pense con un batacazo, las pérdidas sufridas en otras ocasiones. Este sistema presenta otro inconve¬niente. Si el jockey preferido sufre una suspensión vuestras opera¬ciones quedan interrumpidas y ten¬dréis que esperar hasta el día en que termine el castigo. Para obviar este inconveniente y para no poner todos los huevos en un mismo canasto, ciertos turfistas honran con su confianza, no a un jockey (esto no es bastante), sino a un entraineur, menos expuesto que un jockey a sufrir accidentes eno¬josos, y cuyos pensionistas ofrecen por su gran número, ocasiones fre¬cuentes para apostar. La dificultad consiste en saber cuál de los diferentes pensionistas que figuran en un mismo programa, será el ganador. Hay aficionados que se guían invari¬ablemente por los pronósticos de tal o cual periódico, que recomiendan, no a los favoritos oficiales, que se cotizan muy bajo, sino a caballos que la cátedra considera como out-siders, pero que sin embargo, sue¬len andar de vez en cuando. Los beneficios son naturalmente, menos frecuentes que si se siguiera la opinión del Talento, pero ellos son tan remuneradores, que el buen éxito de una jornada, recompensa una serie de desastres.
REVISTA PUROS DE CARRERA