Patch Adams, el doctor de la risa, alegró a los pacientes del Borda

Patch Adams, el doctor de la risa, alegró a los pacientes del Borda

Por Yésica De Santo
Traspasa los paredones del Borda con una sonrisa. Todavía no se pone la nariz y ya logra que los guardias rían con sólo mirarlos. Casi arrastrado por una ola de gente que asistió ayer al neuropsiquiátrico para ver al médico más feliz del mundo, Patch Adams llega hasta uno de los galpones del jardín del hospital, toma uno de los rodillos empapados de pintura y se pone a pintar una de las paredes descascaradas y tristes. Empieza con azul, le agrega blanco y lo hace celeste. “Me aburrí”, dirá el médico de 68 años unos minutos después para terminar tomando todos los colores disponibles haciendo una “pared arcoíris” y a los saltitos, al ritmo de la Babel Orkesta, que tocaba a pocos metros.
Desde hace más de 30 años, Patch Adams ligó a la medicina con la alegría, visitó a millones de pacientes y comprobó que la risa es una de los mejores remedios. Es quizás uno de los hombres más gestuales, y pese a no hablar español, sus chistes no necesitan de ninguna palabra. Mide casi dos metros –1,93– y de sombrero lleva una gallina, su nariz roja, el pelo canoso, lacio y larguísimo sujeto en una cola con seis gomitas de colores, una camisa estridente y pantalón corto y ancho simulando un pañal, zapatones de payaso, y colgando del cuello, un chupete gigante.
La última vez que visitó a la Argentina fue en 2003. Anoche asistía a una charla en la Universidad Nacional de San Martín. Pasado el mediodía, visitó el Borda por pedido de una de sus amigas argentinas y payamédica. Durante su visita al neuropsiquiátrico, los artistas invitados pintaron murales y los músicos Kevin Johansen y Palo Pandolfo tocaron gran parte de su repertorio. “El objetivo es mostrar que el hospital debería dejar de ser un manicomio. Se trata de integrar el arte y la salud”, explicaron los organizadores.
Patch llegó al Borda cuando los pacientes estaban disfrutando de un recreo en el jardín, todos querían estar cerca del mítico Doctor Amor, el inventor de la terapia de la risa, el que logró cambiar el frío y descolorido mundo de la medicina. Entre cantos, pintura y baile, Patch se desenvuelve como pez en el agua, rodeado por decenas de payamédicos de distintas provincias del país y médicos que lo miraban con admiración.
Una de las frases más famosas de Patch es que “los médicos deben tratar a las personas, no enfermedades”. El médico cuenta que “en la universidad me enseñaban a diagnosticar en 7,8 minutos, pero yo necesitaba 4 horas”, por eso concluye que “curar debe ser un intercambio de amor y no una transacción económica”.
En una entrevista exclusiva en el programa Perros de la calle, de la radio Metro, Patch aseguró que es un militante activista, pero que en la película que lleva su nombre no se representó del todo esa característica. Sin embargo, reconoció que después del film, su trabajo se hizo popular en todo el mundo. “Me pone muy feliz haber recibido más de 50 mil cartas de personas que habían decidido ser médicos luego de conocer mi historia”, aseguró. También destacó que “en todo el mundo los hospitales públicos son los más pobres, los que atienden los casos más difíciles y donde siempre hay alguien queriendo cerrarlos”.
Después de pintar el mural, Patch habló en vivo para la radio La Colifata, y los pacientes pudieron hacerle algunas preguntas. “Me encanta haber venido al Borda. A los 17 años estuve internado tres veces en un hospital mental y en vez de matarme, decidí hacer la revolución del amor. Creo que los verdaderos locos están afuera de las paredes de este hospital”, declaró Patch. Luego, destacó que “todos en algún momento tuvimos problemas psicológicos. Levanten la mano quienes están teniendo problemas psicológicos ahora”, dijo, y todos los presentes: pacientes, médicos, payamédicos y público en general, alzaron su mano. “Ahora, si ven que alguien está con la mano levantada, denle un abrazo. ¡Pero no se suelten rápido!” Exclamó Patch. “¿No sienten que su problema es un poco más liviano ahora?”, preguntó a todos, y acto seguido aseguró que “la terapia es muy barata, y no tiene efectos secundarios como las drogas. Imaginen a toda la gente viviendo en paz (entona una estrofa de la canción “Imagine”) y continúa, “¿Sabén qué? Pueden decirme que estoy loco, pero no soy el único. Necesitamos cambiar al mundo, hacernos más humanos. Para esto no tenemos tiempo, y no es algo mágico. Si queremos cambiar, si queremos que no haya guerras y reine la paz, entonces hagámoslo carajo!” «

Un activista social crítico del sistema de salud capitalista
Hunter “Patch” Adams Doherty, nació en 1945 en Washington, y en 1967 se recibió de médico pediatra en la Universidad George Washington. Siempre fue un inconformista y un activista social crítico al sistema sanitario impuesto por el capitalismo por el cual el paciente pierde su humanidad. Su padre era militar y falleció cuando Hunter tenía 16 años. Al comenzar su carrera de médico, su tío se suicidó por lo que Hunter pensó en suicidarse y pidió ser internado en un hospital mental. A partir de aquel momento se dedicó a estudiar los efectos de la soledad y las ventajas de las relaciones humanas y de la felicidad en las personas. Se dio cuenta de la importancia del contacto humano, y de los efectos positivos que lograba con un chiste o una sonrisa. Mientras estudiaba la carrera, Patch (apodo que significa “parche”) visitaba a los niños llevando una nariz roja de plástico, sonriendo, haciendo pases de magia o actos de mímica.
En 1971, fundó el Instituto Gesundheit, que según explicó se trata de “experimento en el holismo con un enfoque médico en la creencia de que no se puede separar la salud de la persona desde la salud de la familia, la comunidad y el mundo. Gesundheit es un acto político-social que nace de una profunda preocupación por la calidad de vida de las personas en un mundo dominado por los valores inherentes en la codicia y el poder”.
En su apogeo, el Instituto era atendido por 20 médicos. Entre 1971 y 1983, 15 mil pacientes recibieron atención médica gratuita en dicho instituto localizado en las zonas rurales de Virginia Occidental, Estados Unidos. En 1993, Adams escribió un libro sobre su trabajo como médico (Gesundheit: La buena salud es un asunto de risa), en el que explicó las razones de su trabajo inspirado en el humor y las razones para vestirse como payaso para establecer un contacto espiritual con un paciente o simplemente para darle un momento de placer. En 1998 se estrenó la película Patch Adams basada en el libro y protagonizada por el Robin Williams (foto). El film dio visibilidad a su trabajo.

Payamédicos sin disfraz
José Pellucchi es, además de médico psiquiatra y especialista en terapia intensiva, es el fundador de los Payamédicos en la Argentina. “Transformarme en un payamédico fue un proceso, sabía que a la medicina le faltaba algo. Estudié muchos años de teatro y clown”, cuenta, y aclara que no se disfrazan, sino que usan un “vestuario”. “El disfraz oculta algo detrás y nosotros no tenemos nada para ocultar”, explica Pellucchi, que se desempeña en los hospitales Borda y Zubizarreta.
La historia de los payamédicos en el país comenzó en el ’92, cuando José armó un grupo de médicos que trabajaban en prevención de adicciones a través del teatro.
“Un día se me ocurrió hacer una obra mientras estaba de guardia en el hospital Udaondo. Me puse el vestuario de payaso y cuando terminé, una enfermera se acercó y me contó que notaron que uno de los pacientes había requerido menos dosis de sedantes.”
En 1999, Pelluchi fundó el grupo Hospiteatro, que en 2000 pasó a llamarse Los Payamédicos, y recién en 2003 se convirtió en una asociación civil.
Para José, Patch Adams “es un grande que llevó por todo el mundo la idea de que el arte y la alegría podían convivir con la medicina. A la medicina le hace falta más amor y humor, debería ser más humana. El paciente va al hospital y nadie lo llama por su nombre, con suerte por el apellido, pero por lo general son números, letras o diagnósticos. El paciente se diluye entre los estudios, no le toman la mano, y se los mira por un monitor”, explica José, y añade que “la distancia del médico le duele al paciente. En cambio, la empatía ayuda a mejorar el estado de ánimo, estimula las defensas.”
En la Argentina ya son 2700 los voluntarios payamédicos, y solo en tres provincias no funciona la “terapia de la risa”: San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Cualquiera puede ser payamédico, pero si quieren formarse pueden hacerlo, con el único requisito de tener completo el secundario y ganas y deseo de jugar. La formación como payamédicos dura un año. Más información en
TIEMPO ARGENTINO