El celibato: el último gran debate de la ‘revolución Bergoglio’

El celibato: el último gran debate de la ‘revolución Bergoglio’

Desde que fue elegido, el 13 de marzo pasado, como sucesor de Benedicto XVI al frente de la Iglesia Católica, Jorge Bergoglio (o, mejor dicho, el Papa Francisco) viene liderando una verdadera revolución en el Vaticano. De ascendencia italiana, rápidamente se convirtió en un soplo de aire fresco, en un Papa diferente, más cercano a la realidad. Al punto que comenzó con un proceso de cambios profundos dentro de los propios dogmas del catolicismo.
Sin duda, una de sus frases más revolucionarias fue cuando dijo “¿quién soy yo para juzgar a los gays?”. Ahora, el último gran debate abierto por esta verdadera ‘revolución Bergoglio’ tiene que ver con el celibato. Un precepto de tan profunda tradición que cualquier mención a la posibilidad de que los sacerdotes puedan tener pareja siempre fue visto como un sacrilegio. Un pecado merecedor de las mas fuertes llamas del infierno.
Sin embargo, el designado ‘número dos‘ del Vaticano, Pietro Parolin, se animó a plantear la discusión. “El celibato no es un dogma y se puede discutir”, dijo el todavía nuncio de Venezuela, y recientemente nombrado Secretario de Estado vaticano. Es la primera vez que un alto miembro de la Iglesia se expresa de este modo. “Se pueden pensar en algunas modificaciones, pero siempre según la voluntad de Dios”, agregó antes de viajar a Roma, a fin de mes, para asumir su nuevo rol como mano derecha del ex arzobispo porteño. En una entrevista con el diario El Universal, Parolin explicó el origen de la tradición, que se remite a los primeros siglos. “Después la implementación se aplicó durante todo el primer milenio, pero a partir del Concilio de Trento se insistió mucho. Es una tradición y pervive en la Iglesia porque a lo largo de todos estos años han ocurrido acontecimientos que han contribuido a desarrollar la revelación de Dios que finalizó con la muerte del último apóstol (San Juan)”, expuso.
Parolin calificó este debate como “un gran desafío para el Papa”. Y consideró que “todas esas decisiones deben asumirse como una forma de unir a la Iglesia, no de dividirla”. Agregó que “se puede hablar, reflexionar y profundizar sobre temas que no son de fe definida y pensar en algunas modificaciones, pero siempre al servicio de la unidad y todo según la voluntad de Dios”. Mas allá de este debate que marca una postura diferente a la tradición católica, Parolin aclaró que los cambios que se proponen desde la llegada de Bergoglio no pueden poner en peligro la esencia de la Iglesia. “La Iglesia nunca podrá cambiar al punto de adaptarse completamente al mundo. Si lo hiciera y se perdiera en él, ya no cumpliría su misión de ser sal y luz para todos”, dijo. Parolin aclaró sentirse “muy afín a la manera de entender la Iglesia” de Francisco, y sobre todo “a su estilo de sencillez y de cercanía a las personas, a su ánimo de escucharlas y de intentar, de veras, que la Iglesia pueda volver a tener una presencia significativa en el mundo”.
EL CRONISTA