El día en que Panzeri pudo volver a River

El día en que Panzeri pudo volver a River

El escritor Matías Bauso repasaba la relación de Dante Panzeri con River y, entonces, aparecieron los nombres de Bernabé Ferreyra y Carlos Peucelle. También el espíritu de La Máquina, su fútbol de lujo, lo que Panzeri llamó la tercera revolución del fútbol argentino después de las que habían hecho Alumni y Racing en las épocas del amateurismo. De pronto, Bauso se frenó en un episodio crucial en la vida millonaria: la final con Peñarol por la Copa Libertadores de 1966, el partido que River empezó arriba 2-0 y lo perdió 4-2. Contó cómo Panzeri había defendido a los jugadores de esa derrota, incluso a Amadeo Carrizo, criticado por haber parado una pelota con el pecho. No perdió ni uno ni otro, dijo Panzeri, según explicó Bauso; el que perdió fue River. Desde ese partido, y por la burla de los hinchas de Banfield cuatro días después, al club de Nuñez le quedó para siempre el mote de gallinas, un apodo que ahora portan con orgullo.
Bauso, autor de Dirigentes, decencia y wines, un libro que recoge la obra periodística de Panzeri, relató el episodio en el auditorio del Museo de River durante una charla sobre el autor de Dinámica de lo impensado y Burguesía y gangsterismo en el deporte organizada por el club. Participé de la mesa junto a Bauso y los periodistas Ezequiel Fernández Moores y Lucas Abruzzese, que habló de su admiración por el ex director de la revista El Gráfico y contó cómo sus lecturas le sirven de guía para atravesar el oficio. Gastón Corti, presidente del Departamento Cultural, coordinó la charla.
–Hay que ser valiente para contar esto acá –bromeó Fernández Moores sobre la intervención de Bauso.
Nadie se quejó de que se revolvieran esas viejas heridas. Panzeri estaba otra vez ahí. Cincuenta años atrás, el periodista era expulsado del club. No lo dejaban entrar y ahora era homenajeado. La historia también la contó Bauso, que realizó un extraordinario trabajo de lectura y recopilación de los artículos del periodista.

POR QUÉ. Ocurrió en 1965. Panzeri discutió en un programa de Canal 7 sobre el estado físico de los jugadores de River. La cuestión era saber qué había cambiado en el equipo desde el año anterior. Panzeri dijo que estaban mejor porque los jugadores habían abandonado el desorden. Explicó que el entrenador Renato Cesarini, con el que estaba enfrentado y al que llamaba Il Duce por su rigidez, había terminado con las salidas y los llamados telefónicos femeninos: había impuesto una concentración rigurosa. Y no se quedó ahí. Dio algunas señales de quiénes eran los jugadores de poca disciplina: habló de un diez, un medio y un zaguero. José Varacka se sintió aludido y lo llamó enojado a Panzeri para pedirle explicaciones. El periodista se las negó. Pero Varacka insistió y le dijo que tenía problemas con su mujer por todo lo que había contado. Panzeri le pidió su dirección, fue a la casa de Varacka, y durante dos horas y media le aclaró el asunto a la esposa del jugador.
El conflicto, contó Bauso, no terminó ahí. Los jugadores intentaron averiguar quién era el informante de Panzeri, lo que recuerda que ciertas historias de las relaciones entre el periodismo y los futbolistas no cambian. Pasaba cincuenta años atrás con aquel River, pasa hoy con Boca. Antonio Vespucio Liberti –el presidente de River entonces, el nombre del estadio ahora– lo declaró persona no grata y le retiró la acreditación.
Panzeri era un duro crítico de Liberti y, sobre todo, de Alberto Armando, el presidente de Boca, con el que estaba abiertamente enfrentado. Ambos dirigentes representaban una idea de la que Panzeri abominaba: el fútbol espectáculo. El periodista no se hizo problemas. En el primer partido que fue a cubrir a River, sacó su entrada y lo vio desde la platea. Pero Liberti subió la apuesta. Le prohibió el ingreso a la cancha. Panzeri presentó un amparo ante la justicia: River podía negarle la entrada de lunes a sábado, estaba en su derecho, pero negársela el domingo era coartarle su derecho a trabajar.
Lo que ocurría en el auditorio, de algún modo, era una reivindicación del club a Panzeri. O sea, River abría las puertas para hablar sobre un periodista al que cincuenta años atrás su presidente más célebre había declarado persona no grata. Era otro regreso de Panzeri a River. El Departamento Cultural y el Museo del club, los organizadores de la charla, no se lo habían propuesto. Pero así salió.
El sociólogo Rodrigo Daskal, encargado del área de Museos y Trofeos de la entidad, explicó que el acto fue el inicio de un ciclo de charlas que se enfoquen en el fútbol, pero que vayan más allá. “Será con espíritu abierto –dijo–, no queremos hacer algo sólo vinculado a River. Queremos hacer un ciclo de cultura en términos amplios. Panzeri nos permite pensar y discutir sobre fútbol y también sobre periodismo.”
Panzeri, que calificó su intervención en aquel programa como un error de gusto, ganó la batalla judicial y River tuvo que devolverle la acreditación para hacer su trabajo. Pero Liberti ganó la batalla del poder y con sus influencias hizo que Canal 7 despidiera a Panzeri. Ahora, cincuenta años después, el periodista tenía su reivindicación en el club. Estaba de vuelta en River. Y River estuvo de vuelta con Panzeri.
EL GRAFICO