Hasta siempre, Carlos

Hasta siempre, Carlos

Por Ignacio Gutiérrez Saldívar
Se fue al cielo Carlos Páez Vilaró, un hombre del Renacimiento, un ángel que venía de allí.
Era un rioplatense de ley que amó a su tierra charrúa y a la Argentina por igual, un hombre cordial, alegre, amigo y compañero.
Carlos fue un creador de sueños que los hizo realidad, no sólo por su amplia obra pictórica siempre relacionada con el malagueño Picasso, sino también por ese monumento a su memoria que es Casapueblo, una loca ilusión hecha realidad, un castillo de arena en uno de los lugares más bellos del mundo como es Punta Ballena.
Fue el hombre de los Candombes y no pudo ver el próximo carnaval, pero los tambores sonarán en su honor.
Mi madre Dinorah era su amiga y otra uruguaya soñadora que me llevaba a visitarlo desde mis seis años. Luego, con Rafael Squirru, formábamos un terceto de sanos delirantes que hacíamos realidad los sueños imposibles.
Cuando Rafael creó en Washington el Museo de Arte de la OEA, a uno de los primeros que convocó es a Carlos, quien realizó el mural más grande que se había realizado por aquel entonces.
El venía a cada exposición que realizábamos en Punta del Este con su grupo de tamborilleros y amenizaba las inauguraciones. Vivió en ranchos en el África y también en palacios; fue amigo de “botijas” y de reyes.
Cuando el avión que llevaba a los rugbiers uruguayos se estrelló en la Cordillera de los Andes, allí viajaba Carlitos, su hijo mayor. Luego de semanas de que nadie sospechara que hubiera sobrevivientes, este hombre de fe y luchador incansable nunca bajo los brazos. Y había sobrevivientes, entre los que estaba su hijo.
Se enamoró del Tigre y allí hizo su segundo hogar. Sergio Massa, apenas elegido intendente, le ofreció ser el Director del Museo del Tigre, pero declinó el honor.
Lo mismo ocurrió en junio pasado, cuando realizó en el Museo una muestra inolvidable, y él personalmente llamaba para recordar que quería que sus amigos estuvieran a su lado en dicho momento.
Los Candomberos tienen en Carlos su numen y apoyo y siempre lo tendrán presente.
Pocos han vivido tan intensamente y han dejado alegría, amor y amistad a su alrededor, hombre ejemplar y un fuera de serie.
En su palacio de Casapueblo, siempre estará en los atardeceres. Allí se despido ayer, pero nunca nos dejará. Carlos, gracias por el ejemplo que sos y por todo lo que nos has dado.
EL CRONISTA