De vacaciones, encuentros inesperados

De vacaciones, encuentros inesperados

Por Paula Cipriani
s vacaciones son ese tiempo que uno siempre supone ideal y espera con ansias durante el año. Nadie prevé en estos días tener un encuentro inesperado con el jefe, un ex novio o el analista. Pero que pasa, pasa.
Justamente para comprobarlo convocamos a nuestra audiencia web y le pedimos que nos cuente sus experiencias. Si bien las reacciones son de lo más variadas -a veces más cerca de lo traumático y otras del humor- consultamos a un especialista y le preguntamos por qué estos encuentros casuales resultan tan movilizantes.
El efecto sorpresa es el primer factor desestabilizante. Uno no está preparado para ver a esa persona en un contexto diferente al habitual, lo que genera incomodidad. Sin embargo, lo que varía es la intensidad. No todos se sienten afectados de la misma manera y mientras unos se sobreponen rápidamente, otros no tanto.
“Las personas que tienen una conciencia moral más severa y autoexigente serán las que se sentirán más observadas e incómodas y comenzarán a tener una autocharla de diálogo interno que terminará por dejarlas con la autoestima por el suelo”, explica Santiago Gómez, director de Decidir Vivir Mejor, un programa de psicología cognitiva que brinda asesoramiento terapéutico para mejorar la calidad de vida.
Ni más ni menos que pensamientos del tipo: Justo hoy que estoy horrible. o Tenía que ser ahora que engordé un montón y tengo el pelo horrible. Sobre todo si el encuentro es con un ex que dejé huella.
Pero si el destino quiso que la coincidencia en el mismo lugar de veraneo sea con el jefe, lo típico será: Me va a odiar porque le arruiné las vacaciones y si es el analista el que llegó sin avisar: Ahora que conozco a su familia, no me va a querer atender más.
Según el especialista, estos diálogos internos no son otra cosa que la propia interpretación de lo exterior, de la realidad. Y cuanto menos capacidad de adaptación se tenga, más perturbadores resultarán.

ESTRATEGIAS
Lo cierto es que más allá de las personalidades, lo que se quiere es salir lo más airosos posible de la situación, sin arruinar ni arruinarse las vacaciones.
Las fórmulas no existen, pero para Gómez lo peor que hay es la inacción. Permitir que lo sucedido inmovilice y nos deje con toda la ansiedad a cuestas. Por que esta insatisfacción traerá una baja de la autoestima.
“Hay que evitar las conductas eva, como no saludar o simular que no advertimos la presencia del otro. Esto sólo hará que el problema se postergue y se prolongue”, explica. Por el contrario, lo más recomendable son las conductas proactivas que tienden a solucionar los problemas y seguir adelante.
“Enfrentar la situación de la manera más espontánea posible sería la actitud más saludable. Saludar y continuar con la actividad que se estaba realizando, unos minutos después del estrés inicial, distenderá. En cambio, cuando uno huye y se queda con la autocharla, esos pensamientos nos acompañarán y harán que crezca el malestar y la frustración”, sintetiza el experto.
Espontaneidad y naturalidad son las mejores herramientas para tener siempre a mano, llevar a cualquier lugar y estar lista para una… ¡sorpresa!
LA NACION
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