Una autoridad en el elevage

Una autoridad en el elevage

Por Diana Alsina
El siguiente artículo sin dejar de ser curioso, hace a la historia de esta actividad. Fue publicado a principios de los 1900 tomado posiblemente de una publicación extranjera. La autoridad a quien se refiere es el Conde de Lehndorff.
Por muchos años el gobierno húngaro ha demostrado mucha decisión en adquirir sementales de gran clase y su haras de Kisber es uno de los más hermosos en el mundo. Alemania también ha desarrollado considerable actividad en este sentido y con padrillos como Ard Patrick, Galtee More y Caius, el harás de Graditz está casi al mismo nivel del de Kisber. La figura más prominente en conexión con la industria de la cría de caballos de carrera en Alemania, ha sido el conde de Lehndorf, cuya reputación de ser uno de los mejores jueces de animales puros en Europa ha subsistido desde largo tiempo. No hay nadie á quien un propietario de harás en Inglaterra acepte una opinión sobre sus yeguas, potrillos, etcétera, sin embargo el conde de Lehndorff ha sido y es un visitante bienvenido en los mejores establecimientos de cría y sus comentarios, si son favorables, son citados con orgullo. A menudo he oído, cuando he visitado un harás, que, “el conde de Lehndorff creía que esa yegua daría muchísimo” o que “le gustaba este potrillo como el mejor que tenemos actualmente”. El conde de Lehndorff piensa que el primer requisito de una yegua de cría, es que sea larga, ancha y de caja á fin de proporcionar al potrillo en gestación suficiente espacio para su desarrollo y, éstas son de la clase que él busca, cuando viene a comprar yeguas para su país en la ventas de Diciembre. Su argumento es, que de yeguas cortas y de patas largas no puede esperarse que nazcan potrillos grandes. El pasa por sobre muchos defectos antes que aceptar los dos enunciados. No le gusta en una yegua de cría, ver que tiene y le crezca mucha crin y siempre les ha tenido una mayor repugnancia á las que son de cola muy poblada en la raíz. Dice que los potrillos nacidos de yeguas y también de padrillos, afectados de estos defectos, carecen generalmente de energía y calidad. Preferiría tener más bien, una yegua con cola de ratón porque aún cuando lo ralo de la crin no es por lo general agradable de ver, es muy raro que se dé con un caballo de cola rala que no sea “uno muy bueno realmente”.

Juicios y práctica del Conde de Lehndorff
Ha dado muchos consejos á probables compradores de yeguas de cría y dice que a pesar de tener yagua cuya madre y abuela han producido otros ganadores, es conveniente tener siempre cautela en el caso de una yegua que aunque sea una buena performer, tenga varios hermanos característica¬mente mediocres. Su práctica ha sido siempre establecer de un modo cierto, en cuanto fuese posible, las particularidades y debilidades de las yeguas con respecto a su índole, órganos de respiración y digestión, cascos, malos hábitos, como ser nerviosidades, morder maderas etc., y cree en el estudio de los puntos fuertes y débiles que caracterizan las familias respectivas de padre y madre. Su teoría -y nadie puede negar su exactitud- es que la única prueba práctica de la salud y vigor de los remos, de los órganos digestivos, nervios y carácter radica -hasta que se encuentre un sistema más completo- es en la prueba pública, en la pista. No le agrada adquirir yeguas que hayan permanecido en el turf más de sus cinco años, á lo sumo, porque estrellas como Alice Hawthorn y Be’es Wing que corrieron hasta su octavo y noveno año, respectivamente, y dieron después buenos potrillos, son ciertamente excepciones. De que las yeguas no pueden soportar tan bien como los machos las fatigas de las pistas, es un hecho que ha sido a menudo comentado y muchas y variadas razones se han dado á guisa de explicación. La razón generalmente aceptada es la fragilidad del sexo, pero el conde de Lehndorff argumenta sobre esta cuestión más profunda y científicamente.
Dice, en un libro hace más de veinte años, que, “cada animal vive en un estado prematuro y reconociendo en la Madre Naturaleza, como la única autoridad en sus instintos sexuales, satisface el deseo tan pronto como se hace sentir. No hay mucha diferencia en nuestros animales domésticos, como la vaca, la oveja, etc. en ellos transcurre comparativamente poco tiempo entre el deseo que se despierta y se aplaca. Sólo en la yegua joven esa satisfacción se pospone mes a mes, año tras año, hasta que desórdenes histéricos y otros similares culminan finalmente en una absoluta esterilidad, consecuencias fáciles de comprender, si se toma en consideración que la naturaleza ha denegado á la yegua ese proceso de saludable limpieza: la menstruación. Hay pocos criadores de puros que no acepten de plano las opiniones del conde de Lehndorff basadas en un profundo sentido común y en una experiencia práctica y su palabra de consejo es: “Nunca adopten el principio de que la cantidad tendrá más éxito que la calidad”.
REVISTA PUROS DE CARRERA