“La angustia existencia no está de moda ahora”

“La angustia existencia no está de moda ahora”

Diana Sahovaler de Litvinoff : “La angustia existencial no está de moda ahora"

Por Daniel Dos Santos
Antes de que fuera ordenado, el mundo se debatía en un estado amorfo e indefinido. Era el caos. Así, con una ese final, porque aun cuando opera como uno solo parece que el potencial de desmadre necesitaba de un plural como causante. Espero que su capacidad de confusión no se haya agotado con la frase anterior porque hay más. La realidad nombra la existencia real y efectiva de algo. Y virtual define a lo que tiene existencia aparente y no real. Por eso, la realidad virtual junta dos términos opuestos. Virtualmente, una realidad inexistente. Ahora ¿cómo hace alguien para pasarse buena parte de su vida frente a algo que no es, como lo que se ve a través de una pantalla de computadora? El caos se completa con que en esa realidad virtual, que no existe o lo hace de una manera diferente a la real, hay un sujeto escondido, que tiene deseos que libera o reprime en forma aleatoria para los demás. Pasemos en limpio. La psicoanalista Diana Sahovaler de Litvinoff escribió El sujeto escondido en la realidad virtual, de la represión del deseo a la pornografía del goce (Letra Viva), un estudio sobre cómo circula la intimidad por Internet y sobre quiénes la hacen circular.
¿La satisfacción dejó de ser un sentimiento y pasó a ser una mercancía?
La satisfacción era algo prohibido en la época en que Freud trató de entender las enfermedades. Entonces la culpa quedaba muy ligada a darse el gusto. Ahora la satisfacción es una obligación, un mandato que se promueve a través de las estrategias de mercado pero que también entra como ideario personal. La culpa está en no darse todos los gustos.
¿Cree que esta sociedad está más satisfecha que aquella en la que el sexo era tabú?
Relativamente. El cuerpo ya no se esconde y se acepta la sexualidad, los libros y películas sin censura, un lenguaje más descarnado. Eso se ha ganado. Pero en esta época donde todo se ofrece, el hombre retrocede asustado ante tanta oferta y trata de defender su subjetividad. Por eso los males de la época son la fobia y los ataques de pánico. Freud decía que los deseos están para ser formulados, pero no para ser cumplidos.
¿Retrocede porque no se siente merecedor o porque siente culpa?
Por las dos razones. El hombre es complejo, y a veces le resulta más difícil ganar que perder. El cumplimiento de los deseos sigue generando culpa. “No te quedes con las ganas de nada” dice la publicidad de Coca Cola y ante esa promesa de fiesta permanente, el hombre precisa un placer con límites. Cuando el ofrecimiento de goce es mucho se pierde el erotismo. Por eso el todo vale conduce más al desgano que al desenfreno.El sexo está la vista pero se perdió el sujeto, que se escondió.
¿Y cómo juega la cibernética?
Las identidades virtuales (ser otros muchos en la red) posibilitan que alguien se realice en el ámbito virtual, mientras defiende su subjetividad y no la pone en juego. Puede cumplir los ideales sociales de goce, pero sin tanto riesgo porque es virtual.
¿Adivino una cuota de riesgo?
Que la personalidad virtual o el juego absorba demasiada energía, demasiado tiempo. Pero por otro lado, la cibernética permite desplegar las fantasías, vincularse.
¿La satisfacción está más mediada por el objeto que antes?
A veces se confunde satisfacción con la adquisición del objeto. Estamos muy influidos por la idea de que el vacío existencial es algo malo. Ahora no está de moda la angustia existencial, ni preguntarse por el sentido de la vida.
¿Qué cambió?
Tiene que ver con un discurso de mercado, con la oferta de objetos de consumo que se ofrecen como solución a la angustia. Es una época práctica, donde reina lo descartable, que se tira cuando aparece otro objeto mejor.
¿Eso incluye a los humanos?
Sí. Incluso las relaciones amorosas poseen la misma lógica. Pero llama la atención que en un tiempo cargado de individualismo, donde todo es inseguro, contagioso como las gripes, haya surgido un intercambio comunicacional tan extendido por la red.
¿No es muy superficial esa comunicación?
A veces es chata como el chat, pero otras veces no. Descubrimos que los jóvenes no sólo intercambian poemas sino que escriben poesías.
Dice que las nuevas formas tecnológicas ofrecen más posibilidades de esconderse, pero antes también se podía a través de la adopción de distintas máscaras, de la mentira.
Ya lo cantaba Gardel: “Detrás de tus desvíos todo el año es carnaval”. Pero el medio virtual permite por la distancia, el anonimato y la irrupción de emisores desconocidos más facilidad. La web posibilita esconderse pero también mostrarse. Puede ser un refugio, para los que se quedan anclados frente a la PC y no salen a poner el cuerpo, o un escenario, para los que quieren exhibirse, convocar a mucha gente.
En este último caso ¿el cuerpo es un objeto para ofrecer al otro?
Puede ser usado como mercancía, pero también se enlaza con la fama. La fama debería ser la consecuencia de un acto notable, trascendente, pero la imagen en la pantalla tiene un poder convocante, como si aparecer allí fuera muestra de algún logro. ¿Y qué logró? Precisamente aparecer en pantalla. Se ofrece la intimidad propia para que alguien lo note, lo descubra.
¿La exhibición sexual aleja o acerca al acto sexual?
A veces aleja.
¿Piensa que estamos en una sociedad pornográfica por una facilidad cibernética más que por un deseo colectivo?
La pornografía transforma al otro en un objeto, que debe ser mostrado, conocido, para arrancarle su secreto. Y está tanto en la mostración del sexo como de la violencia de la muerte.
¿Qué la atrajo de este tema?
Me interesó que a partir de un medio como la computadora, creado para procesar datos con velocidad, empezara a circular la subjetividad humana. Claro que en expresión virtual.
CLARIN