Los líderes políticos creen que la gente es idiota

Los líderes políticos creen que la gente es idiota

Foto: La Nación

Por Ricardo Carpena
Cristina Kirchner es una buena dirigente en sí misma, que hace las cosas bien desde su ideología”. ¿Quién elogió a la Presidenta en estos términos? El mismo que acuñó esta otra definición: “Néstor Kirchner fue uno de esos políticos de casta, que nacen con vocación de poder y que tuvo la inteligencia y la habilidad política para convertirse en uno de los presidentes más poderosos de la Argentina en toda su historia”.
Si pensó que los elogios provinieron de algún habitante del planeta K, está muy equivocado. El responsable es Jaime Durán Barba, el principal asesor de Mauricio Macri, en el transcurso de una entrevista con Enfoques. Cualquiera podría imaginar qué haría la presidenta Kirchner si tuviera un asesor que públicamente elogiara a un enemigo político. Pero, ¿qué hará el jefe de Gobierno porteño cuando se entere de que Durán Barba elogió a sus máximos adversarios?
Seguramente esas palabras causarán algo más que urticaria en la poco curtida piel del macrismo, pero no cambiarán en nada el pensamiento y la estrategia de este consultor político, de origen ecuatoriano, que siempre parece decir lo que piensa, aunque no sea políticamente correcto, y que está acostumbrado a mil y una campañas en toda América latina y, sobre todo, a los zigzagueos de la clase dirigente del continente.
Una clase dirigente a la que suele analizar sin piedad, hasta el punto de considerar que “los líderes políticos creen que la gente es idiota”, pero a la que también le dedica esfuerzos para mejorarla, como demostró con El arte de ganar. Cómo usar el ataque en campañas electorales exitosas , su último libro, escrito en colaboración con Santiago Nieto, que es una suerte de manual de autoayuda para los políticos modernos, con consejos prácticos sobre cómo “atacar” a los rivales. El mismo índice del libro da las verdaderas pautas de su contenido (y, quizá, de cuánta plata se ahorrarían muchos políticos si lo leyeran y echaran a sus asesores): por ejemplo, “Denunciar no es hacer campaña sucia”, “El conflicto político permanente afecta”, “Averigüe si existen disidentes que pueden dar información”, “No ataque constantemente”, “Invoque a los sentimientos, no a la razón” o, acaso el más novedoso e impracticable, “Debe decir la verdad”.
La consultoría política deja buenos dividendos: Durán Barba abandonó el apart hotel en el que se alojaba hace dos años y hoy alquila un piso en Alvear y Parera, la zona más cara de Buenos Aires. Pero él afirma que tiene que estar cómodo porque pasa en Buenos Aires al menos una semana de cada mes y, según confiesa, habla con casi todos los políticos argentinos.
El discurso duranbarbista es una seductora mezcla de pensamientos profundos, eslóganes multiuso y demagógicas sentencias que le calzan a la perfección a esta época en la que están en crisis las ideologías y casi todas las certezas. Así llegó a las filas macristas y fue una de las claves del triunfo en las elecciones porteñas de 2007, pero también una pieza decisiva del costoso tablero que montó Francisco de Narváez para imponerse en 2009 al por entonces imbatible Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires.
Durán Barba proviene de una familia rica de Ecuador, se hizo anarquista, viajó a Buenos Aires en los años 70 para estudiar y simpatizaba con la izquierda peronista y con el socialismo. Antes de Macri asesoró al mexicano Felipe Calderón, a la paraguaya Blanca Olevar y a sus compatriotas Alvaro Noboa y Jaime Nebot, entre otros. Además le gusta destacar que tiene sus códigos: jamás trabajaría para quienes hayan tenido que ver con una dictadura o estén en contra de las mujeres.
-Macri ya decidió que será candidato presidencial. ¿Se pensó en la posibilidad de que tuviera una doble candidatura, nuevamente a jefe de gobierno y a Presidente?
-En ambas candidaturas jamás se pensó. Es un disparate. Macri criticó muy fuertemente las candidaturas testimoniales porque no parecía ético que alguien se postulara para un cargo sabiendo que no lo va a ejercer. Y en la alternativa presidencial venimos trabajando desde hace seis años. Es la mejor alternativa.
-Es la mejor siempre que puedan aliarse al peronismo federal. Parece que no le alcanza a Macri solo para ganar las elecciones.
-El peronismo es una especie de religión como el guadalupanismo en México: no sé sí son muy católicos, son más guadalupanos que otra cosa, pero guadalupanos son la mayoría, entonces algunos guadalupanos tienen que votar al PRI para que gane. El peronismo es un fenómeno extendido. De ahí a que sea indispensable pactar con uno u otro sector del peronismo hay otro tema.
-Usted siempre fue partidario de no asociarse con la “vieja política”. En los escenarios que se manejan ahora con Macri, ¿está la posibilidad de hacer una alianza electoral con el peronismo federal o de ir solos y en un ballottage buscar el apoyo peronista?
-Macri tiene que ser candidato de Pro. No puede ser del peronismo federal ni por asomo…
-¿Lo piensa usted o ya está decidido?
-En general, estamos convencidos. Hay personas que piensan de otra manera. La idea de que Macri participe en la interna del peronismo federal es una chifladura. Si somos lo nuevo, ir a una interna así es matar el mensaje, la propuesta y todo. Ahora, si Macri es candidato y lo apoyan peronistas y algunos radicales, perfecto…
-Macri le ofreció la candidatura a gobernador de Santa Fe al actor cómico Miguel del Sel, de los Midachi. Dady Brieva, su propio compañero, dijo que no estaba preparado para ese cargo. ¿Está de acuerdo con estas candidaturas de gente no preparada para la política, para la función pública?
-Son dos conceptos. Si no están preparados para la política, es una gran cosa. Si no están preparados para la función pública, no. Que gente de afuera de los rituales de la política se incorpore es bueno: la mayor parte de la población quiere una renovación. En un tema distinto, si la Iglesia católica incorporase a gente nueva, más alegre, que se case, que tenga hijos, se renovaría. Pero se siguen repitiendo formas muy antiguas y la gente se va enfriando. En la política se necesita gente nueva. No conozco a Del Sel. Si Macri lo ha propuesto, debe de tener alguna virtud.
-En su nuevo libro usted habla del “ataque” en las campañas y lo primero que uno imagina es que alienta la agresividad, algo muy común en la política argentina.
-El libro, justamente, lo que hace es prevenir sobre las inconveniencias del ataque. En la consultoría política norteamericana hubo dos grandes corrientes. Yo me eduqué con la de [Joseph] Napolitan y nosotros evitamos atacar. Nunca hacemos campañas sucias. Siempre creemos que el ataque rebota. Entonces, para atacar tomamos precauciones. Y para defendernos también. Es otra visión de la política: la idea es que sea vista desde los ojos de la gente, no de los políticos.
-¿Atacar no es agredir?
-No es agredir ni atacar de cualquier manera. La política es enfrentamiento, pero si es enfrentamiento desde los intereses de la gente tiene sentido. Si lo es porque le quiero decir al otro “corrupto, tonto, malo” termina rebotando, hace daño a la democracia, hace daño al país.
-¿Qué ejemplo me puede dar de esto?
-Una de las experiencias más claras en la Argentina fue la de De Narváez. Lo que hizo fue eso, utilizar el ataque de Kirchner para ganar las elecciones. Posicionarse como la alternativa a Kirchner sin insultarlo. En el caso de Macri es lo mismo: tanto ataque contra él lo que ha hecho es que mucha gente piense que sólo hay dos compitiendo, Cristina y Mauricio. Los latinoamericanos actuales no están para matarse por ideologías ni por liderazgos carismáticos, como pasaba antes. Eso se acabó: la gente quiere vivir bien y defiende más sus intereses que los intereses políticos. Y si quiere conseguir votos, el político tiene que dejar su ego de lado y pensar más en qué necesita la gente común.
-¿Cómo juegan en esto las ideologías?
-Veamos el tema desde la gente. Hemos encuestado reiteradamente en la Argentina: “¿Usted prefiere que el próximo presidente sea de izquierda, de derecha o no le interesa el tema?” Normalmente, en la Argentina hay un 9/10 por ciento que quiere un gobierno de izquierda, un 6/8 por ciento que quiere que sea de derecha y un 80 por ciento que dice que le importa un rábano el tema. Desde el punto de vista de los líderes que tanto hablan de las ideologías, también ha perdido mucho sentido, sobre todo a partir de la caída del Muro de Berlín. Si alguien me dice que el coronel Chávez es un símbolo del resurgimiento de las ideologías habría que destacar que se trata de un militar golpista, autoritario, partidario del gobierno más reaccionario de la Tierra, el de Irán, un gobierno de obispos ultraconservadores que persiguen a las mujeres, a homosexuales y a todo lo que sea racional. Si eso es de izquierda, Marx se suicidaría en la tumba. (Risas.)
-Bueno, dicen que el socialismo del siglo XXI…
-Sí, pero debería ser más de avanzada, no una regresión a una teocracia. Es la demostración más clara de que las ideologías perdieron todo sentido. En la misma Argentina, cuando hemos preguntado en distintas encuestas: “¿Usted quiere que el próximo presidente sea peronista, antiperonista o no le interesa, los que quieren que sea peronista son alrededor de un 20/21%, que sea antiperonista un 10%, y al 70% no le interesa la pelea peronismo-antiperonismo. No está en peso. Muchos me dirán que la mayoría de los gobernadores son peronistas, pero obedecen a lógicas muy regionales, propias de cada provincia. Pero la ideología peronista, si en algún momento la hubo, es bastante heretogénea.
-Más allá del esfuerzo de Macri por no quedar catalogado como de derecha, en mucho no lo ayudaron esas declaraciones que hizo cuando se ocuparon los terrenos en Villa Soldati, en las que le echaba la culpa de lo sucedido a la inmigración.
-No creo que sea así. Esa frase sobre la inmigración es una equivocación, una cosa sacada de contexto. Macri no es xenófobo de ninguna manera. Si alguna prueba importante existe sobre eso soy yo mismo. No hay ningún sudamericano que tenga una posición tan importante en un partido argentino como la que yo tengo en Pro.
-Eso lo dijo incluso el mismo Macri, pero me sonó como a esos antisemitas que aseguran que no lo son porque tienen un amigo judío. En este caso, “no soy xenófobo porque tengo un asesor ecuatoriano…”
-No, ha sido su actitud desde siempre. Soy una persona muy sensible en algunos temas. No creo en las ideologías, pero hay dos o tres cosas clave: jamás asesoramos a alguien que haya tenido que ver con una dictadura ni a quienes están en contra de las mujeres. Son de las pocas convicciones puras que me quedaron. Jamás asesoré a un xenófobo. Si hubiese percibido que Macri lo era, me habría ido. Fue una frase desafortunada con la que lo hicieron patinar.
-¿Los políticos argentinos saben usar las nuevas tecnologías? Para algunos, que suelen admirar la campaña de Obama, sólo es cuestión de tener una cuenta en Facebook y de twittear de vez en cuando.
-Normalmente, no saben usarlas. Y es muy frecuente aquí y en otros países que cuando tienen una página en Facebook sea mentira: lo maneja una secretaria. Es una estafa. Y la gente lo percibe, lo huele. Un punto central de mi nuevo libro es llamar la atención sobre este hecho: la gente no es idiota. Los líderes creen que sí, aunque dicen que no. Uno se mete en una página y se da cuenta cuando un mensaje no es cierto.
-Néstor Kirchner iba a ser candidato, pero con una alta probabilidad de perder las elecciones. Ahora, su viuda comenzó a mejorar en las encuestas. ¿Tanto lo complicó a Macri la muerte del ex presidente?
-Cambió el escenario. Macri era el candidato anti-K, anti-Néstor, y le pasó lo mismo que a los partidos anticomunistas cuando se derrumbó el Muro de Berlín. La imagen de Kirchner era demasiado poderosa. Qué curioso: es el presidente argentino que llegó más débil a la Casa Rosada. De esa modesta condición de la que partió, él tuvo la inteligencia y la habilidad política para convertirse en uno de los presidentes más poderosos que tuvo la Argentina en su historia. Muerto Kirchner, saltaron las brújulas.
-¿Cristina es de la misma estirpe?
-Sí, ella no se parece a Isabel Martínez en nada. Ella fue presidente porque era la esposa de Perón, pero no tenía una vocación política. Cristina Kirchner ha hecho carrera política, es una mujer con méritos propios. Siempre tengo simpatía por las mujeres dirigentes. En las mujeres viene la renovación de la política. Y el de Cristina es un ejemplo importante de una mujer que es una buena dirigente por sí misma, que hace las cosas bien desde su ideología.
-Hay casos de mujeres que se masculinizan para ejercer el poder, pero ¿los hombres deben parecerse en algo a las mujeres para ejercer un liderazgo moderno?
-Sin duda. En el caso de las mujeres, es una etapa que desventuradamente atraviesan las dirigentes porque tuvieron que abrirse campo en una política dominadas por machos alfa. Pero los machos alfa perdieron campo en todo…
-En la Argentina nos sigue gustando un líder fuerte, al filo del autoritarismo.
-Los grandes cambios de la política, a los que las personas de mentalidad tradicional no quieren abrirse, se originan en los años 80. Tenemos 30 años de este cambio. Recién está empezando. Obviamente, hace 50 años todo el mundo quería tipos furibundos en la política y así era la política. Como lo quería también en la casa. Hay un libro interesantísimo, El eros electrónico , de Román Gubern, que decía que hace muchos años el padre de familia tenía que ser enorme, furioso y agresivo para defender el territorio de su hembra y de sus crías. Eso cambió porque, como los hombres compartimos con la mujeres la cría de los niños, no podemos asustar a los chicos como hombres horribles y gruñones que los muerdan. Debemos tener también aspectos metrosexuales, afectivos con los niños. El estereotipo de macho furibundo, inteligente, que habla de cosas importantes mientras las mujeres son ignorantes, bonitas y están escondidas se acabó. Vamos a una sociedad en la cual hay elementos de la femineidad que tenemos que adoptar los hombres para tener éxito en la vida y en la política.
-¿Por eso Macri se sacó el bigote? (Risas.)
-Macri es una persona muy espontánea, hace las cosas como se le ocurren.
-¿Le gusta que cante y que desafine?
-Perfecto. Me gustan, en general, los seres humanos que se muestran como humanos. Y los dirigentes políticos son humanos.
LA NACION