El ascenso de Xi Jingping

El ascenso de Xi Jingping

Por Emilio J. Cárdenas
Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
Luego de la reciente sesión cerrada de los 370 miembros que conforman el Comité Central del Partido Comunista Chino, en Beijing, el nombre del sucesor del actual Presidente de China, Hu Jintao, ha quedado claro. Será, seguramente, Xi Jingping, hasta ahora el número seis de la estructura política china. Esto ha sido confirmado a través de la liturgia habitual utilizada para definir la sucesión en el máximo cargo político de China. De modo de disipar dudas y asegurar la mayor cuota posible de certeza acerca del futuro.
En efecto, Xi, a los 57 años, ha consolidado en sus propios hombros todos los cargos (partidarios, políticos y militares) que deben acumularse antes de ser electo, primero, como Secretario General del Partido Comunista Chino, lo que debería ocurrir en el 2012 y, luego, como Presidente de China, lo que previsiblemente sucedería en el 2013.
Al ser designado como Vice-presidente de la “Comisión Militar Central” de China, cuyos doce miembros gobiernan sobre el aparato militar chino, Xi ha sido, de facto, ungido por el Partido Comunista Chino como el próximo Presidente de su país.
El ascenso político de Xi ha sido vertiginoso, pero no constante. Es hijo de Xi Zhongxun, uno de los líderes revolucionarios que fuera en su momento uno de los principales guerrilleros comunistas. Tiene entonces “alcurnia partidaria”. Además, es tenido como uno de los principales apoyos políticos que tuviera el Presidente Hu para llegar a la presidencia. Como si ello fuera poco, es responsable del éxito de uno de los primeros experimentos chinos con la economía abierta y de mercado, el de la zona libre de Shenzhen, hace ya tres décadas. Xi fue el líder político de la provincia de Zhejiang y el responsable de la limpieza y reestructuración del partido en Shangai, cuando sus líderes locales fueran depuestos por corrupción en medio de un escándalo público.
“Rehabilitado” en la “era Deng”, Xi -que es ingeniero químico de profesión- tiene reputación de progresista en lo económico. Tendrá a su cargo hacer de China un país menos dependiente de sus exportaciones y más impulsado por su propia (gigantesca) demanda interna. Sin por ello disminuir el ritmo de crecimiento que hoy es asombroso, del 10,5% anual. Tarea ésta que ya ha comenzado y que acaba de ser definida por el Partido Comunista como objetivo central para los próximos cinco años. Por el momento sólo el 35% del PBI chino es generado por el gasto doméstico.
Xi deberá implementar los mecanismos de seguridad social que aún están ausentes; controlar la inflación; combatir la corrupción; y tratar de aumentar progresivamente el poder adquisitivo de los consumidores chinos, de modo de transformarlos en algo así como el dínamo principal del crecimiento, complementando a las exportaciones. También deberá lograr incorporar la mejor tecnología que esté disponible a los procesos industriales y a los servicios de su país, lo que aún no ha sucedido del todo. Incluyendo, cabe advertir, a la biotecnología con la que piensa reducir la dependencia china de las importaciones de alimentos.
En su labor, Xi deberá asimos ordenar lo que se supone será uno de los procesos de urbanización más importantes de la historia del mundo, que ya está en marcha. Una suerte de avalancha hacia las ciudades que no puede ocurrir sin la necesaria infraestructura y preparación social. Políticamente, el pasado de Xi genera alguna desconfianza, desde que fuera el responsable (en el 2009) de las persecuciones de los disidentes y de los mecanismos empleados para controlar fuertemente, desde el Estado, todas las comunicaciones electrónicas y bloquear allí los mensajes que resultan “incómodos” para el liderazgo chino.
Aparentemente utilizará el “poder blando”, esto es la cultura, las artes, los deportes, las ciencias, etc…para promover la imagen de su país. La gran incógnita en este capítulo es la de la cadencia de la “apertura política” anunciada por Wen Jiabao, en la que pocos creen. El premio Nóbel a la Paz concedido al disidente Liu Xiaobo, que está en prisión, seguramente ejercerá alguna presión en dirección a comenzar la apertura política. No obstante, para un régimen de “partido único”, la única posibilidad parece ser la de “abrir” el partido, lo que poco tiene que ver con el progreso efectivo de la democracia. Para Xi este es el capítulo en el que deberá seguramente hacer los equilibrios más difíciles. Pero que tiene experiencia y el apoyo del Partido Comunista Chino es ahora innegable.
Poco a poco, su visibilidad irá seguramente aumentando, aunque sin que ello suponga hacer sombra sobre quienes aún tienen el timón del poder en sus manos y toda la autoridad a su disposición.
CRONISTA COMERCIAL