El Nobel que no fue y los mercados emocionales

El Nobel que no fue y los mercados emocionales

Alfred Nobel

Cuando Alfred Nobel creó en 1895 los premios que llevarían su nombre no estaba pensando en la Economía. Mucho menos en los “mercados emocionales”. Fue recién en 1969 que el Banco de Suecia –el más antiguo del mundo– lo instituyó para celebrar su 300 aniversario y es quien lo sigue financiando hasta el día de hoy. Quedó así inaugurada una de las tradiciones más cuestionadas de los Nobel: el premio “bastardo” de Economía.
“Lo que hizo el Banco de Suecia fue similar a una infracción contra una marca registrada, lo que significa un robo inaceptable a los verdaderos Premios Nobel”, dijo hace unos años Peter Nobel, uno de los herederos de la familia. De hecho, cuando el economista bengalí Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank, fue galardonado con el Nobel de la Paz en 2006, aseguró que era “la primera vez que un economista obtiene un Nobel verdadero”.
Los detractores del Nobel de Economía –mejor dicho, el Premio del Banco de Suecia de Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel– apuntan que hasta ahora el historial de concesiones ha sido escandalosamente sesgado y que se ha tendido a reconocer el trabajo de quienes especulan en el mercado antes que hacer una contribución a mejorar la condición humana.
El 80% de los premiados han sido hasta ahora estadounidenses (65%) o británicos (15%), con un claro predominio de la escuela neoclásica, especialmente la Escuela de Chicago (10 premios). Uno de sus blancos favoritos es el premio concedido a Robert Merton y Myron Scholes en 1997 por el desarrollo de un nuevo método para calcular el valor de los derivados, que llevaría al colapso del hedge fund Long Term Capital Management (LTCM), co-fundado por ambos y disparador de un verdadero cataclismo financiero que obligó a la Reserva Federal a salir al rescate.

Finanzas del comportamiento
Pero bastardo o no y dejando las polémicas de lado, el Nobel sigue siendo el Nobel y los grandes perdedores de este año, pese a ser los favoritos, volvieron a ser los “mercados emocionales” (el Nobel fue para tres investigadores del mercado del trabajo).
Las llamadas finanzas del comportamiento y sus dos candidatos –Richard Thaler y Robert Shiller– proponen básicamente estudiar la psicología del proceso de toma de decisiones en el mercado, dejando de lado la asunción de que los individuos son puramente racionales y egoístas y considerando la posibilidad de que los agentes económicos a veces también son humanos.
En un momento en que la crisis obligó a reexaminar muchos de los supuestos de la ortodoxia económica, la teoría de los “mercados emocionales” está recibiendo una atención que muchos antes le negaban.
Lo interesante es que el nuevo enfoque explica desde el comportamiento de manada que lleva al inversor a comprar una acción muy popular para reducir el impacto emocional en el caso de que resulte una mala apuesta hasta procesos más complejos en los que un fenómeno colectivo de confianza ciega y desmesurada alimenta la formación de burbujas y prepara el terreno para grandes derrumbes. Así, las finanzas dan cabida por primera vez a esa retahíla de estados de ánimo y reacciones emocionales que moldean –nos guste o no– todo lo que hacemos.
Thaler es un pionero en este campo, que desde los ochenta viene cuestionando la base ultra-racional de la famosa teoría de la eficiencia del mercado y otras teorías de la Escuela de Chicago, con la curiosidad que desde 1995 viene promoviendo este nuevo enfoque precisamente desde Chicago Booth, la escuela de negocios de esa universidad.
Shiller, muy reconocido por su libro “Exuberancia irracional” (2000) y por haber predicho la burbuja inmobiliaria, acaba de rescatar en su última publicación un concepto keynesiano más bien olvidado – “animal spirits”– que enfatiza precisamente el poderoso papel de las actitudes y las ideas como guía de la acción económica y como explicación de las enormes fluctuaciones a las que se ve sometida (ya en 1936 Keynes había intentado mostrar cómo ese estado emocional que llamamos confianza no siempre responde a la lógica).
En una entrevista este año, The New Yorker le preguntó a Thaler si creía que la crisis desencadenaría una revolución intelectual en materia económica semejante a la de los años treinta. “No –respondió– Nada ocurrirá tan rápido. Lo que sí podemos decir es que la próxima generación de economistas estará mucho más abierta a modelos alternativos del comportamiento humano y menos propensa a creer que los mercados funcionan a la perfección”. Los mercados emocionales todavía tienen chance.
http://www.cronista.com/notas/249175-el-nobel-que-no-fue-y-los-mercados-emocionales