Mauricio Pochettino: “El fútbol ha perdido gente auténtica, parecemos actores”

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Mauricio Pochettino: “El fútbol ha perdido gente auténtica, parecemos actores”

Esta entrevista fue publicada en el diario EL PAIS el miércoles 8 de mayo, apenas unas horas antes de que Tottenham -el equipo que dirige Maurcio Pochettino desde hace cinco años- le ganara a Ajax un partido inolvidable y se clasificara para la final de la Champions League. Bien vale releerla ahora: un viaje al corazón del método Pochettino, el argentino que asombra a Europa.

Por Diego Torres
Hay un santuario en el despacho de Mauricio Pochettino (Murphy, Santa Fe, Argentina; 1972), en la bucólica Enfield. Lo compone un basamento de botellas de Catena Zapata, un capitel de bolitas y fotografías, y un remate en forma de Copa del Mundo. La réplica del trofeo que conquistó Francia en Rusia es gentileza de Hugo Lloris para su mánager, el entrenador de este Tottenham que ha llegado a esta instancia de la Champions con la mitad de presupuesto en fichajes que Liverpool, Chelsea, City o United en los últimos cinco años. Huele a incienso y Pochettino sonríe, antes de saber que el destino, y sus jugadores tras el 0-1 de la ida, le regalarían una alegría inmensa ante el Ajax en Amsterdam.

-Se palpa, se ve, se nota. Todo el mundo lo puede entender pero no todos están abiertos a eso, a canalizarlo para conseguir lo que tú quieres. Lo siento desde pequeño. Es algo que estaba en mi mente y no sé por qué. Pensaba que había una energía que me permitía soñar cosas que después lograba. Programar cosas con tu mente para que sucedan ha sido para mí una herramienta fácil de usar para lograr cosas buenas. La gente se une a través de cosas que no son fáciles de racionalizar.

-Cuando habla de los jugadores lo hace desde un sentimiento de compasión más que de autoridad. Dice que la arrogancia produce dolor y el futbolista necesita ser arrogante para triunfar. Se pone en lugar de estos jóvenes a los que considera abocados a sufrir y en eso se distancia de la mayoría de los entrenadores. Sus colegas suelen fomentar la vulnerabilidad de los jugadores para manipularlos psicológicamente. ¿En su intento de liberar a los jugadores de esos miedos, no corre el riesgo de ponerse usted en una posición de debilidad?

-Sí, porque te involucras emocionalmente. Y comienzas a descubrir cosas en el futbolista que van más allá de la relación profesional y del rendimiento dentro de un campo de juego. Nosotros en nuestro cuerpo técnico estábamos en la búsqueda de algo diferente. Es normal que lo principal sea competir y ganar. Quien diga que no estamos para ganar se equivoca. El objetivo es ganar títulos. Pero ¿de qué manera podemos lograr eso? Al final estamos en este mundo para ayudar a clubes a desarrollar proyectos y para que el legado que dejemos en los futbolistas no sea el mero hecho futbolístico que le enseñemos a interpretar mejor el juego, a que se posicionen mejor, a que mejoren defensivamente, o a mejorarlos físicamente. Sino además a que como seres humanos encuentren esa paz que por lo general en el mundo no existe. Hay muy pocos individuos que puedan estar en paz consigo mismos. Y nosotros casi siempre atacamos antes a la persona que al futbolista y entonces casi siempre nuestras reuniones a principio de temporada son parte humana y parte profesional dividida en dos. Al mismo nivel. Pero sobre todo lo que enfocamos es la parte humana. Ahí radica el éxito. La labor que tenemos es de una responsabilidad enorme. No solo implica conseguir resultados para una compañía que vive de los resultados económicos, que tienen que estar equilibrados con los resultados deportivos, pero a la vez sin dejar de lado la parte humana. No usar a los futbolistas como un sofá, una silla, o un televisor o un ordenador si no pensar que los jugadores son personas que tienen emociones y problemas.

-Quizás esa gestión humana le permite trascender la formación de un equipo para acabar creando una especie de comunidad. A la hora de la verdad, en una situación de crisis como en el 4-2 en Manchester, en la vuelta de cuartos contra el City, ¿cree que el jugador se sacrifica más naturalmente por la comunidad que le protege antes que por su equipo?

-Solucionar eso implica un esfuerzo enorme. Pero en la trayectoria a largo plazo siempre va a tener un impacto mucho mayor que otra forma de actuar. En el Espanyol nosotros estuvimos cinco años pero ese grupo humano siempre se acuerda de nosotros. Ganamos tres Copas Catalunya y nos salvamos del descenso. A lo mejor eso es más que ganar una Copa de Europa con el Barça, el Madrid o el Bayern. Aquí llevamos cinco años y la mayoría de los jugadores estaban al principio. Esto significa que si no tocas ese plano personal, el proyecto es imposible de sostener. Si las decisiones son hechas en base a rendimiento necesitas la regeneración constante cada año. No se puede tener una continuidad con un jugador de 20-22 años. No podrá llegar a los 27 porque los rendimientos serán altibajos. Si no hay un lazo emocional es imposible. Porque en los momentos de dificultad, de bajo rendimiento, que son inevitables en 10 meses de competición, si no hay vínculos personales la relación se rompe por completo. Cuando la relación profesional se rompe ya no hay nada que lo sostenga: se busca un camino diferente y viene otro jugador. Las dos formas de gestión persiguen encontrar la máxima expresión de cada individuo. La cuestión es tu elección: cómo quieres manejar o desarrollar una dinámica de grupo, una metodología en el manejo humano. Volvemos a lo mismo: la clave es cómo encontrar el equilibrio entre las expectativas de una compañía que busca ciertos objetivos y tu plan estratégico deportivo para alcanzar o superar estas expectativas. Pero sobre todo proveer a esa compañía. Antes eran únicamente clubes de fútbol. Ahora son compañías que buscan resultados económicos.

-El formato de la Premier es brillante desde el punto de vista económico y del espectáculo televisivo, pero quizás acabe contagiándose de vicios del formato de la NBA. ¿No hay demasiados clubes comportándose como franquicias cuyo negocio consiste en participar más que en ganar trofeos, porque competir por los títulos genera demasiados gastos y recorta los beneficios? ¿Usted ha tenido que luchar contra ese aburguesamiento? ¿Cómo evita que ese acomodamiento se contagie a sus jugadores?

-En la Premier hay una percepción exterior de lo que ocurre en los clubes. No es fácil tener una opinión que después se aproxime a la realidad. El mérito que tiene este Tottenham es que en estos cinco años se encontró un equilibrio entre lo económico y lo deportivo. La ambición deportiva máxima fue encontrar un grupo de jugadores, darle disciplina, crear una cultura de trabajo y esfuerzo, y encontrar motivaciones y ambiciones a donde a veces la compañía no llegaba. La clave son los detalles. Arrigo Sacchi decía: “Para ganar, un club necesita una cultura que se fomente desde arriba hacia todas las estructuras subyacentes, en donde cada mínimo detalle hace que esa idea de ganar se transmita al equipo en el campo”. Nosotros estábamos en un punto donde no teníamos marcados los objetivos: quedar cuartos, quedar terceros, ganar la Copa. El objetivo era darle viabilidad al plan estratégico financiero del club para llegar a donde llegamos hoy. Pero la expectativa no era jugar la Champions. La expectativa no era ganarle al Madrid, al Dortmund o al City. La expectativa no era competir por la Premier con el City. La prioridad de este club era construir la Ciudad Deportiva y el Estadio que costó 1.400 millones de euros. Nosotros nos metimos la autopresión de decir: “¡He!, ¡estamos aquí! ¡Chicos! ¡Hay que hacer el esfuerzo!”.

-¿Los jugadores no acaban contagiándose de esa idea de que el club está bien haciendo obras y no necesita títulos?

-¿Cómo te peleas contra ese sentimiento instaurado en un club de años y años? Eso describe la sensación del grupo de futbolistas que nos encontramos aquí en 2014. Eso estaba instalado. Por eso muchas veces nosotros nos reímos cuando el Tottenham se compara al Liverpool o se dice que es competidor del City o el United. ¿Quién analiza este tipo de cosas? Y otra cuestión: ¿Me gustaría ser un City o un Liverpool? En cierta medida sí y en cierta medida no. Prefiero pelear por algo que puede ser histórico, único, y que tengo muchas dudas de que lo pueda conseguir. Seguro. ¡Pero cuidado con que lo consigamos! Porque es un hecho único. Porque Barcelona, Madrid, City. No tienen tiempo y, a fuerza de acortar plazos con dinero, solo les vale ganar: si no me sirve un futbolista, traigo otro. Es completamente diferente. A lo mejor un día estaré al frente de algo así y puede que gane algo por esa vía. Pero esos proyectos impulsados con dinero a toda velocidad corren el riesgo de quedarse vacíos. Sin nada más. ¿Qué es el Tottenham? ¿Cuál es nuestro orgullo como cuerpo técnico? Que un arquero como Hugo Lloris, que se ha adaptado a nuestra filosofía, que lo hemos mejorado, que ha trabajado, y que hace un año ganó la Copa del Mundo, venga un día y me diga: “Jefe, su Copa del Mundo está aquí”. Y está ahí. ¡Su Copa del Mundo está ahí! Que él venga y me la traiga y me diga: “ahí la tienes”. ¿Qué trofeo te puede dar una satisfacción más grande? ¡No lo hay! ¡No hay nada más grande que ver a un campeón del mundo, capitán de Francia, levantar la Copa y en lugar de tenerla en su casa me la traiga!

-¿No cree que su visión del fútbol se superó hace 30 años? ¿Esto de crear equipos duraderos no es antiguo?

-Eso es trasladable a cualquier club. Es trasladable al Espanyol, al Southampton, al Tottenham, al Madrid, al Bayern, al United. ¿Por qué no? Somos responsables de preservar unos valores. Porque nos hemos ido alejando de la esencia del fútbol. Lo hemos instalado en una posición que a mí sinceramente no me gusta. Porque el fútbol actual es muy bonito, todo lo que quieras, pero el otro día vi la semifinal de la Copa de Europa de 1975 entre Barcelona y Leeds United… ¡Eso era fútbol! Lo ves a Cruyff dando patadas. ¡Peleándose! ¡Era Cruyff! Los jugadores no sabían que los estaban grabando para la televisión. Yo soy un enamorado de este fútbol.

-Hoy los entrenadores hablan de lo que pasa en el campo como si fabricaran un cohete. Usted habla de pasión. Ha simplificado el discurso. ¿Se puede ser un gran entrenador sin esa vanidad del científico?

-El fútbol ha perdido gente auténtica. Parecemos actores. Cuarenta años atrás en Murphy nos juntábamos en la plaza a jugar. Jugábamos en 30×40 metros. Se formaban dos equipos. ¿Quién tenía la posesión? ¡Los mejores! Por más que hubiera técnicos dirigiendo aquello. ¿Quién tenía más porcentaje de posesión del balón? Los que tenían mejor equipo. Los técnicamente mejores. Que no siempre eran los que ganaban porque a veces se la pasaban muy bien pero otros te metían goles porque chutaban o lo resolvían. Pero, ¿a quién pertenece el fútbol de posesión? A los jugadores. Aquí vendemos una película de que hay entrenadores que han inventado el fútbol de posesión y no es así. A mí me encanta jugar con el balón. Quiero tener el balón todo lo que pueda. Pero si no tengo las herramientas ni los jugadores técnicos para jugar debo buscar una forma diferente. Y parece que ese fútbol no exista. Parece que pertenece solamente a algunos. Y no es así. ¿Cómo haces para que el Burnley juegue en posesión? Si tengo a Xavi, Iniesta, Busquets. ¿Cómo les voy a decir que jueguen al balón directo, a correr, y a transiciones rápidas? Sería estúpido. Si no juegas al fútbol los mismos jugadores te van a decir: “¡He! ¡que nosotros aquí jugamos por abajo! Jugamos desde atrás, creamos desde atrás y nuestro posicionamiento es éste”. ¿Qué le vas a decir a Piqué? Hay debates que son estériles. Lo importante es que tú te muestres como eres, no como un actor.

-Usted ha dicho: “si mostramos pasión podemos ganarle a cualquiera”. ¿Hasta qué punto esto no es una frase vacía? ¿La pasión soluciona problemas tácticos?

-Lo repetimos siempre. Sin actitud, sin esfuerzo, sin sentir ese deseo, no hay planteamiento táctico que valga. Hemos llevado al fútbol a una confusión. Parece que tiene que haber una corriente. Se impone la corriente de la posesión que dice: “Que corra el balón y así no tengo que correr yo”. Eso está muy bonito. Pero se confunden los que piensan que si juegan de Xavis no tienen que correr porque se tienen que limitar a pasar el balón, o si juegan de Messis pueden hacer lo malo de Messi que es no recuperar si no tienen la pelota y no desplazarse para ofrecerse. Nadie dice: “Si juego de Messi tengo que ser tan desequilibrante como Messi”. Se ha trasladado a todos. Hoy parece que el entrenador que no habla de posesión, de automatismo de salida, de periodización táctica, es un simple que no sabe, que no tiene conocimientos. Ves al Barcelona y al City y dices: “¡Hostia, el juego posicional!”. Muy bien pero el juego posicional tiene éxito cuando tienes ciertos elementos que van a desarrollar ese juego. Y eso no siempre quiere decir que el entrenador que lo desarrolla esté preparado o no. Después, si lo queremos desarrollar en otros equipos viene la confusión. Porque hay jugadores que no son tan buenos técnicamente, para hacer ciertas cosas y piensan que son buenos.

-¿Cree que hoy, incluso los grandes jugadores que quieren la pelota no deben parar de moverse? En el City hay jugadores que nunca dejan de moverse.

-¡Como Bernardo Silva.! El problema es quedarte en el medio de la nada. No ser un equipo tan bueno en posesión ni tan agresivo en la recuperación. En el medio de la nada empiezas a sufrir. Si no eres tan bueno en posesión técnicamente y no tienes la capacidad de romper líneas, ni tienes desborde individual, por más que uses el 4-3-3, si no hay extremos que desequilibren en el uno contra uno, estás muerto.

-El Ajax se examina como una revolución táctica. Pero, ¿no tiene algo de equipo antiguo? ¿Qué observa tras esas permutas constantes?

-Te apabulla por la frescura, por la dinámica. A veces las situaciones más complejas del juego de ataque se generan espontáneamente por el deseo de pedir la pelota. Si hay algo en lo que ellos nos ganaron en la primera mitad del partido de ida fue en el deseo. Cuando analizamos el partido no vimos que hubo un problema táctico, posicional, o un problema en la forma de planificar el partido, o que ellos buscaron y encontraron una debilidad nuestra. ¡No! Es el deseo. Es: toco y corro, toco y voy al espacio, juego y me muevo… ¡Quiero el balón! Busco sin miedo al error. Porque en la segunda parte con un poquito más podríamos haber hecho muchísimo daño, y tampoco ellos generaron nada. A mí me parece un equipo con jugadores técnicamente muy buenos pero también con un grado de irresponsabilidad y de libertad enormes. Esto es muy difícil de encontrar en un equipo. Es un equipo que se siente totalmente libre de expresarse en el campo porque nadie espera nada. Nadie ha esperado ni espera. Tienen esa inocencia de decir: “Salgo a jugar al fútbol”.

-¿Por qué dice que son irresponsables? ¿Porque se desorganizan y no piensan en volver.?

-Porque juegan con el deseo. Porque no muestran una gran organización estructural a la hora de jugar en posesión o defender. Es un equipo que es espontáneo en la toma de decisiones más individuales que colectivas. Cuando analizas al Ajax predominan las decisiones individuales.

-Usted cuenta que cuando hizo la prueba para entrar a la cantera, Bielsa tardó cinco minutos en determinar que usted valía como central de Newell’s. ¿Qué vio en Matthjs de Ligt?

-Vi características naturales. Las trae de la cuna. Si lo tengo que describir, es una persona cuya característica primordial es la valentía. A partir de ahí puedo ser central. Si no tengo la valentía puedo jugar en otra posición pero no de central. Vayamos a la cuestión técnica: interpreta todo lo que ocurre en el campo. Pero lo hace porque es valiente. Llega porque es valiente. Defiende bien porque es valiente. Anticipa porque está leyendo la jugada para ir a donde nadie va, porque se lo pide su carácter. Hay cualidades del jugador que reflejan lo que es como persona. Tiene 19 años. Solo le falta la experiencia para saber cuándo dar un paso atrás y cuándo darlo adelante.

-Hay grandes centrales que defienden bien cuanto más se repliegan. ¿Eso los convierte en cobardes?

-El problema es saber cuándo dan un paso atrás por cobardía o porque buscan una mejor posición para defender o evitar el riesgo. Una cosa es dar un paso atrás porque soy valiente y me repliego, porque sé que no voy a perder, y otra tener esa valentía de ir para adelante y decir: ¡voy y arriesgo! ¡Es el temperamento! Puyol, como De Ligt, no era exquisito con los pies pero sabía su profesión: esa jerarquía de ser central. ¿Que tiene que sacar el balón jugado desde atrás? Sí. ¿Que tiene que dar un pase? Sí. Eso lo tienen a un nivel bueno. Lo que los convierte en centrales tan difíciles de encontrar es esa valentía, ese poder competitivo. Viéndolo a De Ligt en directo me causa esa sensación. Confía en su fuerza.

-¿Ha simplificado los conceptos para que los jugadores cambien y se adapten sin confundirse?

-El mensaje es simple dentro de la complejidad. Una cosa es la posesión y otra no tener la posesión del balón. Cómo nos organizamos en posesión dependiendo de lo que vas a buscar y cómo te organizas defensivamente dependiendo de cómo vas a perder el balón. Hacemos hincapié en eso. El fútbol es simple. Si tengo el balón, ¿qué hago? ¿Qué características tienen los jugadores que tengo en el campo? ¿Cómo quiero atacar? ¿Cómo busco la debilidad del contrario? Y si no tengo el balón, ¿cómo defiendo? ¿Cómo me organizo rápido? ¿Dónde presiono? ¿Dónde quiero recuperar y de qué forma? Dentro de esa sencillez hay una complejidad que desarrollas en el día a día. Después, eso es bastante fácil de transmitir cuando el jugador trabaja conscientemente, pero eso queda en el inconsciente. Parece natural porque al jugador el cambio no le resulta extraño. El Liverpool es 4-3-3. Hay poca flexibilidad. Los tres del medio son más defensivos. Es un equipo predecible que jugará de una forma determinada. En el momento de dificultad te ponen a Shaqiri u Origi por Lallana, a Wijnaldun por Keita… Puesto por puesto. El City también lo hace: si no funciona Mahrez juega Bernardo Silva; si no juega Sterling ponen a Sané; si no es Agüero es Gabriel Jesús. Al final buscan en la calidad del individuo la capacidad de vencer al oponente sin buscar tanto desarrollo táctico para encontrar otra vía de mejora en el equipo, o de más fluidez o de tener la capacidad de llegar de manera diferente. Volvemos a lo mismo: si tú tienes una idea de fútbol, perfecto, quiero desarrollar un sistema pero necesito que cuando no esté Agüero juegue un delantero del mismo nivel como Gabriel Jesús. Y si no tengo a Sterling, quiero a Mané. Eso es muy diferente a trabajar con un equipo en donde hay que ir buscando los caminos para ayudar a los jugadores a encontrarse. Yo no puedo decidir jugar o no con extremos.

-¿Qué extremos tiene el Tottenham?

-Si tengo laterales que llegan mejor desde atrás y leen mejor el espacio buscaremos de jugar con extremos que vayan adentro. Porque Son tampoco es un extremo que te vaya a marcar la diferencia en el uno contra uno, o Lucas Moura o Lamela. Las características del juego dependen de las características de los jugadores. Si quieres jugar con cierto desarrollo táctico tienes que buscar a los mejores ejecutantes. Esa es la ventaja de algunos entrenadores que no son terrenales con respecto a los terrenales. Si yo tengo 300 millones para invertir puedo buscar jugadores que sean determinantes de la forma que quiero jugar. Si no tienes esa posibilidad, pues tendrás que buscar esa flexibilidad en tu juego para llegar a ello. Valdano me dijo: “[El Tottenham tiene] demasiadas limitaciones; a la vuelta van a tener más posibilidades. Al menos comprobaron que cuando ustedes apretaron el ritmo ellos se confundieron. Pero arriba si no tienes velocidad física, técnica o mental es muy difícil”. ¡Tiene razón! ¿Cómo haces para compensarlo? Puedes decir misa. Si te falta eso no es fácil. Ahí es donde debes buscar la flexibilidad a tu forma de jugar para que tus jugadores puedan tener más opciones de sacar resultados. Si no, es imposible.

-¿Puede poner un ejemplo de lo que entiende por flexibilidad?

-Atacar con dos delanteros por dentro, abrir por afuera, atacar con tres, con pasillos centrales utilizados de manera diferente… Somos capaces de jugar con un mediocentro, con dos, con tres. Con laterales altos y bajos; con un lateral alto y otro bajo; con un banda abierto. Tenemos un montón de posibilidades.

-Otro hándicap del Tottenham es no fichar. ¿Hasta qué punto la falta de renovación de la plantilla resta estímulos a los jugadores?

-Después de cuatro años, el pasado verano había que hacer una raya. Posibilidades para fichar: nulas. Jugadores que se querían ir: varios. Me llamaban durante la Copa del Mundo y me decían: “Míster, si me quiere tal equipo me voy”. “Habla con el presidente”. “Ya, pero yo te lo quiero decir porque me hace ilusión ir a jugar a tal o cual club”. “Muy bien, muy bien”. Yo se lo digo al presidente: “Desconfíe del jugador que se quiere quedar, no del que se quiere ir, porque el que quiere irse a un gran club muchas veces lo hace porque es ambicioso y quiere ganar títulos, y ese es el tipo de futbolista que necesita el Tottenham porque ese jugador también es el que se va a entregar al máximo”. Empieza la pretemporada, se cierra el libro de pases, las salidas no se concretan y no hay fichajes. Así es que nos sentamos todos. Reunión. Y ahí tienes muy pocas opciones. O empezamos todos de cero o seguimos arrastrando lo que viene pasando desde hace dos años. Fuimos honestos: “Chicos, aquí todos buscaron una salida, todos buscaron objetivos individuales. Yo me comprometo a juzgarlos a partir de ahora. No voy a contemplar si me llamaste para irte, si el año pasado no jugaste, o si te comportaste mal. El que se lo gane va a jugar. Me importa un huevo todo lo que pasó ayer. Si se comprometen, vamos para adelante. Si no, a entrenar con el filial. ¡Y en enero buscar una solución! Yo me comprometo a que voy a mirarlos como si acabara de llegar al club”. Ese es el compromiso que adquirimos. Si no, habría sido imposible. Porque si seguimos con todas las batallas que venimos librando desde hace cuatro años, ¿cómo gestionas? ¿Cómo generas un espíritu de convivencia? Que todos hayan visto que comenzaban en el mismo nivel ha permitido que consiguiéramos estar aquí. Lo que hemos logrado es más que ganar un título.

-¿La prioridad es tener beneficios o títulos?

-Los directivos dicen que quieren ganar títulos. Pero para eso hay que invertir. Aquí se generó un debate: “Hay que ganar una Copa”, “hay que ganar un título”, decían. ¿Y quién no quiere ganar un título? No es fácil llegar a la semifinal de la Copa de la Liga con el Chelsea, como hicimos esta temporada. Perdimos en los penaltis y la prensa dijo que el entrenador no quería ganar títulos porque no le daba prioridad a las Copas. También sucede en la Champions. ¡Claro que la queremos ganar! Pero si ves nuestro banquillo y el del Ajax. Ellos tienen a Huntelaar, a Dolberg. ¿Qué delantero teníamos en el banquillo nosotros en la ida? Es cierto que somos víctimas del éxito. Pero, ¿alcanza este éxito para entrar en el último nivel? Cuando ves el Barça-Liverpool ves otro nivel. Nosotros estamos compitiendo en ese nivel por otras circunstancias: porque fuimos valientes, ambiciosos o porque tuvimos suerte. Nos pusimos ahí. Pero todavía no pertenecemos a este nivel. El Barça-Liverpool se puede analizar solo futbolísticamente, cuando los dos equipos están con casi todos sus recursos.

-¿Qué se siente al rechazar ofertas de clubes como el Madrid?

-La situación fue difícil. Estaba en juego el sueño de todo entrenador: dirigir a los equipos más grandes que existen. Y debes decir que no. Eso es tremendo. Te genera un conflicto. Porque sabes que si un entrenador se quiere ir, se va. Pero yo acababa de firmar una renovación con el Tottenham. Y sentía que no podía hacer nada. Daniel Levy [el presidente del Tottenham] no quiso aceptar las ofertas para liberarme y si me piden que rompa el contrato no puedo aceptarlo porque yo no puedo comportarme así. Si mi presidente piensa que voy a seguir, yo no voy a dar la espantada. Esos no son mis valores. ¿Por qué va a ser bueno para un club firmar a un entrenador que incumple sus compromisos?

LA NACION / EL PAIS

(Foto: ATP)