2018: el año de la guerra y la paz

2018: el año de la guerra y la paz

Por Ezequiel Fernández Moores
El primer gran acontecimiento del deporte de 2018 lo llaman “Juegos de la paz”, pero uno de sus invitados avisa que tiene listo el “botón nuclear” para Estados Unidos. El dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, sugirió al menos que podría enviar a sus dos únicos atletas en condiciones de participar en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang, a 80 km de la frontera con Corea del Sur, una zona de puro armamento. Faltan menos de cuarenta días, pero el Comité Olímpico Internacional (COI) aguardará hasta el final. Quiere que el deporte ayude a unir a las dos Coreas, separadas desde hace casi setenta años en el Paralelo 38, guerra mediante: el Sur para Estados Unidos, el Norte para la ex URSS. Rusia, se sabe, fue castigada por su doping de Estado y no competirá oficialmente en la pretendida fiesta de la “paz”. Estados Unidos podrá recuperar la corona. Pero también sus atletas protestan. Eso sí, carecen de la generosa tribuna internacional dedicada a los misiles nucleares de Corea del Norte y al doping de Rusia. Es una protesta con nombre y apellido: Donald Trump, el presidente que amenaza con invadir a la Corea comunista.
“(En Pyeongchang) Quiero representar a la gente de Estados Unidos, no al presidente Trump”. No lo dijo un rebelde atleta negro, sino la muy rubia Lindsey Vonn, máxima ganadora del esquí alpino, millonaria cara bonita de patrocinadores de lujo, de algunos de los cuales alguna vez se declaró harta, porque, según contó, le exigían posar enseñando la cola y grandes escotes y hasta fingir un amorío con Tiger Woods. Entrevistada por CNN, Vonn sorprendió cuando dijo que, cada vez que viaja, le alcanza con abrir un diario para advertir que, desde el arribo de Trump, el mundo critica “la dirección que está tomando Estados Unidos”. Le respondieron deseándole lesiones graves. Con insultos. Como los que sufrieron históricamente decenas de atletas negros rebeldes. ¿Qué llevó a la bella esquiadora, típica chica americana de revistas, a tomar también ella una postura política que le provoca más daños que beneficios?

“Es que lo que está sucediendo ahora es peor que el racismo. Estamos retrocediendo en muchos frentes”. Lo dice la ex tenista Martina Navratilova, que arriesgó también hace casi medio siglo, cuando se animó a decir que era lesbiana. Hay un deportista, dice Navratilova, responsable de haber quebrado definitivamente el estilo Michael Jordan-Tiger Woods (no opinar sobre nada que irrite a los patrocinadores) y de haber “abierto la puerta” para que muchos otros hablen. Es Colin Kaepernick, el jugador de fútbol americano cuyo gesto de protesta (arrodillarse ante el himno de Estados Unidos) inspiró a cientos en 2017 y amenaza con proseguir cuando este fin de semana comiencen los playoff de la National Football League (NFL). La última fecha del año, el fin de semana pasado, mostró a casi treinta jugadores manteniendo su protesta. Desoyen los tuits incendiarios de Trump. Insultos de aficionados. Acusaciones de que por su gesto la NFL pierde rating y los patrocinadores, dinero. Y desoyen también amenazas legales contra las franquicias que no sancionen a los jugadores rebeldes. Como ya lo hicieron con Kaepernick.
Sin jugar (ningún equipo lo ha contratado), Kaepernick fue elegido igualmente deportista ícono de 2017 por numerosas publicaciones. Especialistas afirman que él quizás es mejor que dos tercios de los quarterbacks de la NFL. El periodista Benjamin Hoffman escribió en The New York Times que es “curioso” que una liga “que a menudo ha pasado por alto la violencia doméstica, la crueldad animal, el uso de esteroides y el homicidio, todo en nombre del talento”, haya dejado sin equipo a Kaepernick. ¿Acaso un acuerdo silencioso de la patronal? Los críticos de la protesta aducen que el deporte debe ayudar a unir, como quiere hacer el COI con las dos Coreas. Y que Kaepernick y sus seguidores lo han usado para dividir. Se aplaude a los atletas negros que se golpean en un deporte violento. Se los condena si protestan pacíficamente por un reclamo social.
Kaepernick recibió diversos premios “Muhamad Alí”. A diferencia del gran campeón, que tenía oratoria inflamada y respuesta para todo, Kaepernick sigue sin hablar. Es más símbolo que vocero. Uno de sus últimos tuits expresa dolor por la muerte de Erica Garner, la joven que se hizo famosa en 2014, cuando le gritaba a los policías que dejaran respirar a su padre, al que tenían maniatado porque vendía cigarrillos ilegalmente en las calles de Nueva York. El homicidio de Eric Garner (así lo estableció un examen forense), y la absolución de los policías implicados, más la brutalidad contra otros ciudadanos negros, dio origen inicial a la protesta de Kaepernick. Erica, 27 años, dos hijos, militante activa de Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan), murió en Navidad. La falta de oxígeno le provocó graves daños cerebrales. Era asmática como su padre. “Serás extrañada por muchos”, tuiteó el quarterback de pelo ensortijado. “Es difícil verlo ahora, pero algún día -escribió Sports Illustrated, al distinguir al deportista- Estados Unidos podrá ser un lugar mejor gracias a Colin Kaepernick”.
LA NACION