El corazón decide y la razón justifica

El corazón decide y la razón justifica

Por Daniel López Rosetti
Hay una afirmación que me gusta hacer siempre cuando me toca abordar un tema que relaciona la razón, la emoción y los sentimientos; es la siguiente: “no somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan”. Efectivamente, lo que quiero decir con esta afirmación es exactamente eso, no somos racionales como habitualmente solemos presentarnos. La evolución de nuestra especie tiene cuatro millones de años. Pero la razón, el conocimiento, el pensamiento, el lenguaje, la capacidad mental de la abstracción, todas ellas, entre otras funciones cognitivas, son un fenómeno relativamente reciente. Diría que se tratan de funciones recientemente llegadas a nuestra historia evolutiva. Quiero decir que quizás de esos millones de años de evolución, los fenómenos relacionados con la actividad cognitiva, tal cual hoy la entendemos, tiene quizás, apenas 50.000 años. Tal vez sea en ese momento en el que se produjo lo que denominamos la explosión cognitiva. Pero el resto de cientos de miles y millones de años nos han acompañado desde el inicio de nuestra especie la emoción y los sentimientos. Esto no está ni bien ni mal, simplemente es así.

Cuando tomamos una decisión, inexorablemente las emociones y sentimientos juegan un rol determinante. Esto no significa en lo absoluto que no debamos buscar una adecuación y un equilibrio dinámico entre nuestras emociones y sentimientos con nuestra razón. Lo que no debemos, es sobrevalorar la razón. La verdad es que la mayoría de nuestras decisiones, ya sea desde las más pequeñas que tomamos durante el día hasta las más importantes, se encuentran tapizadas y cuando no, se ven determinados por nuestras emociones y sentimientos y que muchas veces la razón termina por darles forma de manera que puedan ser presentadas a nuestro entorno social.
Lo que quiero decir, es que muchas veces nuestras decisiones son básicamente emocionales y la razón, hace las veces de una “oficina de prensa”, que intenta explicar desde la óptica de lo racional el porqué de nuestras decisiones básicamente emocionales. De tal suerte le damos forma a nuestras emociones para que intelectualmente sean entendidas, interpretadas y comprendidas por el entorno como si las mismas hubieran sido la resultante de un proceso complejo de razonamiento. Simplemente no es así en la mayoría de las oportunidades. Quiero dejar bien en claro que en ningún momento estoy diciendo que la razón no deba jugar un papel importante y capital en nuestra toma de decisiones. Simplemente estoy llamando la atención acerca de que en el proceso decisorio nuestras emociones y sentimientos resultan ser esenciales. Se trata de buscar un sano equilibrio.
Es justamente a ello cuando me refiero a que “el corazón decide, y la razón justifica”. Es así y en esa misma línea es cuando enfatizo con el solo objeto de llamar la atención y promover la reflexión al respecto de que “no somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan”, que claro está no es lo mismo. Ahora bien, cuál es la importancia práctica que podemos dar a esta afirmación. Créame que hay muchas vertientes, perfiles y matices que se abren como abanico de posibilidades respecto a esta temática. Por hoy, quisiera enfatizar una y es la siguiente: cuando tome una decisión evite una exageración en el proceso “racional”. Busque en la medida de lo posible un sano equilibrio. Considere, que en cualquier decisión se deben respetar los millones de años durante los cuales nuestras emociones y sentimientos sentaron las bases en lo profundo de nuestra personalidad. Es decir, es frecuente escuchar un consejo que dice “pensalo bien”. Yo en cambio, sugeriría casi en las mismas circunstancias aconsejar un “sentilo bien”. Mi intención es invitar a la reflexión sobre las bases emocionales que determinan nuestros deseos y que en tanto ello, tales como deseos motivaciones o sentimientos, resulta difícil contradecir, por lo menos en forma sostenida en el tiempo.
Diría en consecuencia como síntesis de esta columna y atreviéndome a sugerirlo, “nunca decida algo que vaya en contra de sus emociones y sentimientos”.
Recuerde: “no somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan”.
LA NACION