El candidato

El candidato

Por Ezequiel Fernández Moores
Si irrumpiera el viernes en el amistoso que la selección argentina juega ante Bolivia en Houston, Donald Trump podría iniciar tal vez su promesa de “purificación”. Más aún si aterriza el martes en Dallas, donde el rival de Argentina será México, el país que envía a Estados Unidos “violadores”, “asesinos” y “narcotraficantes”. Son parte de los por lo menos diez millones de inmigrantes indocumentados que Trump promete expulsar, además de construir “un gran muro en la frontera sur” que, según afirma, México tendrá que pagar. Porque ellos, los indocumentados, y también los políticos “estúpidos”, dice Trump, son los responsables de que Estados Unidos haya perdido su “grandeza”. La grandeza que Trump recuperará si los estadounidenses lo eligen en 2016 como presidente de la nación.
Primero fue el football americano. La United States Football League (USFL) era una liga rebelde y los comienzos eran difíciles. Algunos equipos cambiaban de ciudad, de dueño o desaparecían. Pero Los Generales, de Nueva Jersey, de Trump, jugaban en 1984 en el Giants Stadium ante más de treinta mil personas. El magnate fichó algunas estrellas y obligó a subir la media salarial de la liga. Luego impulsó a la USFL a jugar en otoño, en simultáneo con la todopoderosa y millonaria National Football League (NFL). Más aún, alentó ir a los tribunales argumentando que la NFL bloqueaba contratos de TV. La NFL, aceptó la justicia, es un monopolio. Pero deportivo, no televisivo. La indemnización soñada de 1.700 millones de dólares se redujo al valor simbólico de un dólar. Fue la quiebra. Después de apenas tres campeonatos, la USFL cerró con pérdidas de 200 millones de dólares. El jurado creyó que Trump usó a la USFL como extorsión para llevar a su equipo a la NFL. “La peor de las víboras, tiraba a sus colegas al río”, lo definió Frank Rothman, abogado de la NFL. “El Trump de 1984 -dice el periodista Hayden Bird- no era tan diferente al Trump de 2015”.
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Del football americano, el constructor millonario pasó al boxeo. De los rascacielos de Nueva York a los casinos-hoteles de Atlantic City. Mike Tyson le sirvió para noquear a Las Vegas. Fue asesor y promotor de Ironmike, un doble rol que le permitió recaudar por dos ventanillas distintas. Le pagó una bolsa record para La Pelea del Siglo en 1988 contra el también invicto Michael Spinks. La celebró un lunes, en lugar del tradicional sábado. Atlantic City fue Trump City. Estaban Don Jhonson, Barbra Streissand, Jack Nicholson, Kirk Douglas, Sean Penn y Madonna, algunos de sus invitados VIP. La pelea duró 91 segundos, pero los aficionados se pasaron tres días enteros llenando hoteles y apostando en los casinos. Solo la noche del lunes recaudó más de 15 millones. En 1990, Tyson cayó en Tokio ante Buster Douglas. Fue uno de los máximos batacazos en la historia del deporte. Douglas quiso llevar la defensa de su corona a Las Vegas. Don King lo demandó por 25 millones de dólares. Trump, uno de sus principales testigos, aseguró al jurado que, en plena pelea, sin siquiera consultar a Douglas, él ya había acordado con Don King que la revancha sería en Atlantic City. Los Don de cabellos o peluquines con peinados excéntricos siempre fueron buenos amigos. “You are fired” (estás despedido), lo apuntó una vez Trump con la frase que hizo célebre en su reality de TV. “Not guilty” (no culpable), le respondió King con su muletilla, porque pasó años de cárcel y declarando ante jueces. Ese día en la sala, el abogado de Las Vegas, John Sharer, confundió a Trump con King. “Me gustaría ser Mr King”, lo atajó Trump, que declaró bajo juramento. “A Trump -dijo el comisionado Alair Towsend- no le creo ni aunque su lengua esté certificada ante escribano público”.
No todos los violadores preocupaban antes a Trump. En 1992, el magnate pidió que Tyson, que había sido condenado por violar a una joven reina de belleza, no fuera a la cárcel, sino que pagara una multa millonaria. Tampoco los mexicanos le parecían antes tan peligrosos. El legendario Julio César Chávez viajaba en su helicóptero. Boxeadores y peleadores célebres de México animaron cientos de veladas en los casinos y hoteles de Trump. Son bravos y baratos. Trump también fue pionero de las llamadas Artes Marciales Mixtas (MMA). La compañía Ultimate Fighting Championship (UFC) era criticada por el salvajismo de sus luchas y estaba lejos del gran escenario hasta que Trump le abrió las puertas del Trump Taj Mahal en el 2000. “Pelea de gallos humana”, definió el espectáculo el senador John McCain, que logró prohibición de las peleas en 36 estados. Es el mismo líder republicano y héroe de guerra al que Trump denostó meses atrás. “Es un héroe porque fue capturado -se burló Trump-, me gusta la gente que no es capturada”. Trump, que ya no controla más los casinos de Atlantic City, fue promotor de MMA y también de World Wrestling Entertainment (WWE), el circo millonario de la lucha libre. Ambos incluyen al magnate en sus Salones de la Fama. En el de las Artes Marciales del estado de Nueva Jersey, Trump está al lado del elogiado entrenador Ray Longo y de otras figuras. El cartel que justifica su presencia dice “Visionario”.
Tras el boxeo y la lucha llegó el golf. Trump, dueño de dieciocho hermosas canchas, alojará en los próximos años algunos de los más importantes torneos del circuito masculino y femenino. “Me apoyan porque saben que tengo razón”, dijo Trump después de la tormenta que desataron sus insultos contra el pueblo mexicano. Tras aclarar que suele evitar temas políticos, el golf se vio obligado a precisar que no está con Trump. La PGA cambió la sede del Grand Slam que debía jugarse en octubre en el Trump National Golf Club de Los Angeles, donde también se cancelaron dos torneos benéficos, uno promocionado por ESPN y otro para estudiantes hijos de inmigrantes. Las mujeres quedaron sin tiempo para mudar su Abierto británico en la cancha escocesa que Trump tiene en Turnberry, donde el magnate aterrizó en su helicóptero. Así llegó también el último fin de semana al torneo Barclays de Edison para ver jugar a Jim Herman, uno de los jugadores que apoya económicamente. Herman lucía el nombre “Trump” en su camisa y el magnate recibía saludos de los fans, que le gritaban “Mr President”. “El golf -decía Trump en febrero pasado a la revista Fortune- debería ser un deporte hermoso, elegante, algo a lo que la gente debería aspirar a poder jugar de modo eventual. Puede sonar elitista, pero tal vez sea lo que el golf necesita”.
También la categoría NASCAR, de automovilismo, canceló su banquete anual que tenía previsto realizar en el resort Trump National Doral Miami. Sus torres, casinos, hoteles y canchas de golf llevan su nombre. Bufón y ególatra adinerado, Trump, años atrás simpatizante demócrata que apoyaba a Hillary Clinton, hoy el más duro de los republicanos, crece en las encuestas apelando a la estrategia irracional del racismo, a los insultos y a las denuncias incomprobables, alimento favorito del entretenimiento informativo. En 2011 obligó a Barack Obama a demostrar que no había nacido en Kenia. Ya obligará a los mexicanos -dicen analistas- a demostrar que ellos no son todos “violadores”, “asesinos” o “narcotraficantes”. Su fortuna Forbes de 4.100 millones de dólares, que cimentó pese a varias quiebras empresariales, nunca personales, ayudan a quitar importancia al boicot latino que le están provocando sus insultos. El martes próximo en Dallas, cuando su selección enfrente a la Argentina de Leo Messi, algunos hinchas mexicanos tal vez repetirán las protestas que lanzaron durante la reciente Copa de Oro de la Concacaf que se jugó en Estados Unidos. “Estamos aquí”, decían carteles en el debut triunfal 6-0 ante Cuba en Chicago. Otros decían que el estadio Soldier Field era una “no-Trump zone”. Y durante el partido sonaron los insultos: “¡Donald Trump, chinga a su madre!”. “El pueblo mexicano -escribió un forista estadounidense en The New York Times- es suficientemente listo para saber que Trump es un showman y un charlatán, no un serio contendiente a la presidencia”. “Estoy de acuerdo -le respondió un forista mexicano-, pero la verdadera pregunta es si los estadounidenses serán suficientemente listos para saber que Trump es un showman y un charlatán”.
LA NACION