El tero, ese que en un lado grita y en otro pone el huevo

El tero, ese que en un lado grita y en otro pone el huevo

Por Susana Boragnoo
Su nombre proviene de las voces del guaraní por sus inconfundibles llamadas: tero, teru, teru- teru, grito de dos sílabas que repite sin cesar. Se lo menciona también como tetéu, terencho, tiluncho. En Chile se lo conoce como Queltrgua.
Se los puede encontrar en toda América del Sur, con excepción de Ecuador, Perú, gran parte de Bolivia y de la selva amazónica.
En la Argentina, el tero Vanellus chilensis, tiene una distribución amplia que abarca prácticamente todo el territorio. G. Hudson decía: “Tiene patas rojas, iris carmesí, pico rosado con punta terminal negra y púas de las alas rojo coral. (…) Es un rey entre los Chorlos (…) su disposición celosa y agresiva le da un carácter de tirano entre las aves(…)”.
Marcos Sastre definía al terutero, como un ave zancuda de 30 a 40 cm de envergadura y plumaje blanco con mezcla de negro y pardo. Tiene dos fuertes espolones, los cuales se sirve para alejar de sus crías a todo animal que pueda incomodarlos.
Nadie que circulara por las pampas podría ignorarlos. Germán Burmeister escribió: “Con gran bulla las bandadas que se asustan, suelen acompañar un trecho las galeras que se alejan” (…) y nos rodearon bandadas de teroteros (…) que gritaban desaforadamente.
Darwin decía que los cazadores lo detestaban porque alertaba a los demás animales… también anunciaba la proximidad de ladrones. Félix de Azara lo llamaba “enemigo de los contrabandistas” porque ponía en peligro las furtivas operaciones de aquéllos. También era útil vigía en tiempos de malones.
Los teros buscan instalarse en campos abiertos de pastos cortos, que posean buena visibilidad. También están relacionados con los ambientes de laguna y bañados o campos inundados. Se aferran a su pedazo de tierra elegida y se rehúsan a dejar el lugar a pesar del trabajo del arado.
Cuando es capturado se le cortan las alas y se convierte en animal doméstico. Es muy buen centinela, advierte cualquier presencia extraña y mantiene los jardines y huertas libres de insectos. Su carne no es apetecible pero sí los huevos. Hudson escribió: “Nos baqueteábamos con huevos de tero (…) a nadie se le ocurría matar un tero para comer (…) antes del mediodía había regresado con sesenta y cuatro huevos (…)”.
Duermen de pie, son madrugadores y viven en estado de alerta. El nido es un hoyo circular poco profundo hecho en tierra lisa y tapizado con hierbas quebradas. En general ponen cuatro huevos. Decía Hudson: “He conocido varios ejemplos de un macho con dos hembras, las que ponían huevos en el mismo nido, y de dos machos con una hembra…, cuando ella estaba en el nido los machos permanecían uno a cada lado.
El color de los huevos es verde oliva mate, con dos tipos de manchas negras que, superpuestas, resultan un verdadero camuflaje que los disimula de los depredadores. Ambos padres empollan en forma alternada. Mientras la hembra está en el nido, el macho vigila, en caso de peligro emite un potente grito de aviso y son extremadamente celosos y vigilantes, acrecentándose su irritabilidad con el aumento del pollo en el cascarón. Ante el peligro, el ave parte de su nido cautelosamente hasta llegar a otro lado y en demostraciones distractivas, se sienta simulando Incubar falsos nidos. Luego puede levantarse con ligereza como si hubiese sido sorprendido, despistando al intruso.
Así lo contaba el Martín Fierro: “Pero hacen como los teros / Para esconder sus niditos: / En un lao pegan los gritos / Y en otro tienen los güevos.”
La poética de Lugones lo recordaba así: “¡… tero- tero¡ y así embauca / Con el propio grito iluso / Lejos del huevo confuso…”
Una adivinanza pregunta: “¿ Cuál es el ave / que engaña al viajero / que en una parte echa el grito / y en otra pone el huevo?
Los padres arrojan lejos las cáscaras de los huevos para ocultar el nido. Pasados los 40 días, ya están listos para volar. El carancho y el chimango son los enemigos. Su sola presencia provoca en el tero un frenesí de excitación. Tratan de que abandonen el lugar, si no, lo atacan con gran violencia de tal modo que el espolón trata de agujerear el cráneo, pero éste no se intimida y logra cazar al tero a pesar de que la comunidad lo defiende.
Se alimentan de restos de vegetales y minerales, insectos, langostas, escarabajos, hormigas, por lo que evita la proliferación de plagas agrícolas. El barón Von Tschudi, naturalista suizo, declamó: sin pájaros no hay agricultura posible ni vegetación, e insistió en demostrar los importantes servicios en la destrucción de insectos.
Puede devorar ejemplares juveniles de culebras. El tero utiliza el método del “temblor de patas”. Con esta maniobra logra inmovilizar a las lombrices que están bajo tierra, hunde levemente el pico y las captura.
Augurios y creencias: su canto cerca de la casa anuncia visitas de amigos y parientes, pero si se posa en el techo pronostica la muerte de su dueño. Si es prolongado y frecuente, anuncia lluvia.
LA NACION

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