El espejo de Facebook: cuando la vida “ideal” de otros trae frustración

El espejo de Facebook: cuando la vida “ideal” de otros trae frustración

Por Carolina Amoroso
“En Facebook somos todos felices. Ja!”, posteó con ironía un domingo de furia Laura Andrade, de 27 años, que hace unos seis ingresó al micromundo de la red social más grande del planeta. “Por momentos Facebook me genera una especie de frustración”, agregó.
Lo que le pasa a Laura es más común de lo que parece. En esta red social tiende a reflejarse cada vez más el costado “feliz” de los usuarios, “editando” lo malo de sus vidas. Esto, como contrapartida, puede provocar envidia o ansiedad entre quienes siguen obsesivamente esas fotos de viajes, regalos o amores exitosos.
Así lo demuestran estudios de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, y de Gotemburgo, en Suecia. “En lugar de potenciar el bienestar de sus usuarios, los resultados demuestran que Facebook puede incluso disminuirlo”, dijo el psicólogo Ethan Kross, que dirigió la investigación en Michigan. Ese espejo virtual de los amigos/contactos en Facebook devuelve a muchos usuarios una imagen aburrida, solitaria o poco atractiva de su propia existencia.
“Es como un círculo vicioso: cuanto más encandilados se quedan con la vida ajena, menos viven la propia”, explicó el psicólogo argentino Miguel Espeche.
“Es una vidriera de lo mejorcito que la gente tiene para mostrar. Pero todos tenemos nuestro lado B y eso nadie lo postea. Siempre o te recibiste o estás de vacaciones en Punta Cana, o tu novio te ama y te regaló un ramo de flores”, dice Laura, y confiesa: “Mi psicóloga, por ejemplo, me prohibió que yo mirara los perfiles de mis ex novios en Facebook, porque me hacía muy mal ver las fotos de ellos con sus nuevas novias, felices… Si tengo un estado de angustia, sé que una de las primeras cosas que tengo que hacer es desconectarme de Facebook, escapar de lo virtual”.
Este caso no es una anécdota aislada: en ese insondable universo de casi 24 millones de usuarios argentinos (y más de 1200 millones a nivel mundial) de Facebook, son muchos los que sufren baja autoestima cuando se enfrentan a ese catálogo de vidas idílicas (e inverosímiles) que se despliega a diario en el reino del “me gusta”. “Facebook provee un invalorable recurso para suplir la necesidad humana básica de estar conectado socialmente. Pero en lugar de potenciar el bienestar de sus usuarios, los resultados demuestran que Facebook puede incluso disminuirlo”, expresó el documento del estudio liderado por Kross.
La investigación fue realizada sobre un grupo de 82 jóvenes adultos, todos activos usuarios de Facebook y dueños de smartphones. Utilizando el método experience sampling, durante dos semanas, se enviaron cinco mensajes de textos diarios a cada participante con preguntas relacionadas con su bienestar. Los resultados fueron contundentes: cuanto más tiempo pasaban en Facebook, peor era su nivel de satisfacción personal.
Este estudio arrojó conclusiones similares a las de un estudio del Gothenburg Research Institute realizado sobre un grupo de 1011 usuarios. En ese caso, los resultados fueron similares: cuanto más tiempo una persona recorre su Facebook, más insatisfacción puede llegar a sentir sobre su propia vida.
Si bien nuestro embelesamiento con la era digital nos hace pensar que estamos atravesando hoy experiencias humanas totalmente nuevas, para Espeche, también coordinador general del Programa de Salud Mental Barrial del hospital Pirovano, la matriz de comportamiento que despliegan los usuarios de Facebook es muy similar a la que se manifiesta en otros escenarios.
“Algunas de las mismas cosas suceden cuando una persona mira la televisión y se interesa por las vidas de los ricos y famosos, o cuando se sienta en la vereda a mirar lo que pasa en la casa del vecino -señala-. Hay personas que, ante este tipo de estímulos, presentan sentimientos de envidia o malestar”, expresó el especialista a LA NACION.
Pese a que muchísimas personas optan por tramitar cuestiones afectivas a través de la red, Espeche asegura que es importante escindir el mundo real de la virtualidad, y advierte que, sin dudas, Facebook puede generar adicción.
“Hay mucha gente que le tiene miedo a la complejidad del mundo y encuentra en Facebook un sosiego, porque allí conoce las reglas. Pero nuestra sensibilidad, nuestra piel y nuestro cuerpo no están hechos para Facebook. Sentir que el día fue pleno porque saliste a caminar o porque jugaste con tus hijos no se puede suplir con nada”, añadió Espeche.
“Qué cantidad (!?) de autofotos puede sacarse un humano [adulto] por día. No se siente un terrible pelotudo al poner cara seria, sonriente, enojado, sorprendido, cariñoso, musculoso, sexy… y estar SOLO completamente solo???? No entiendo…”, posteó hace unos días Flavia, en un rapto de sinceridad sobre sus sentimientos acerca de lo que mostraba su ex novio.
Quienes más conocen y trabajan con la lógica de las redes advierten algunos riesgos aún poco explorados sobre su uso. Si bien destaca el enorme valor de Facebook a la hora de conectar, Ana Carolina Aguirre, socióloga y especialista en social media, aconseja que cada usuario aprenda a administrar la frecuencia y forma de comportarse en la Red y, sobre todo, que decida cuánto permitirá que lo que allí sucede influya en su vida. “Desde un punto de vista «consumidor», estamos ante un constante e interminable flujo de los mejores momentos en la vida de nuestros contactos, pero no vemos realmente qué hay detrás de eso. Por un lado, estamos inundados por expectativas irreales de lo que nuestra vida debería ser o parecer, y por otro, ignoramos o nos perdemos de las cosas reales y maravillosas que suceden en nuestras vidas porque estamos más preocupados por «compartirlas» que por experimentarlas”, explicó la especialista.
Hace unas semanas, Martín, un usuario de Facebook, contaba una anécdota que le ocurrió con una compañera de trabajo. Sucede que él veía cómo ella posteaba en su Facebook una cantidad interminable de fotos con su marido en distintos viajes espectaculares. También escenas de la vida cotidiana con sus hijos, que parecía siempre una pintura idílica de la vida feliz: tomando el desayuno todos juntos, jugando en el jardín… etcétera… Pero resulta que un día se le presentó llorando y confesándole que estaba a punto de divorciarse y que estaba devastada con su vida… “O sea que en Facebook ella ponía lo que querían que vieran los demás, pero en realidad no tenía nada que ver con lo que realmente estaba ocurriendo en esa casa y en esa pareja”, razonó Martín, gerente de una empresa multinacional.
¿Cómo hacer entonces para formar parte del universo Facebook sin sucumbir ante la sensación de fracaso, frustración o, aunque cueste admitirlo, ante la propia envidia? Quizá la clave del asunto esté en recordar el espíritu de aquel post de Laura en su domingo fatídico: “Nadie es tan lindo, exitoso y feliz como se muestra en Facebook. Mal que nos pese [y por suerte] todos tenemos un outlet: el lado B, la vida que no mostramos, la que de a ratos «ya no nos gusta». Ese vibrante restito de humanidad que aun cuando cerramos la sesión, nos recuerda que seguimos vivos…”.
LA NACION

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