Cada hora mueren 10 personas por enfermedad cardiovascular

Cada hora mueren 10 personas por enfermedad cardiovascular

Por Nora Bär
Reducir el tabaquismo y la exposición al humo de tabaco ambiental. Detectar y tratar la hipertensión arterial y el colesterol elevado. Aumentar el consumo de frutas y verduras. Ingerir menos sal. Practicar más actividad física. He aquí el puñado de sencillas medidas que, según los médicos reunidos en el 39° Congreso Argentino y el 24° Congreso Interamericano de Cardiología, y el 15° Congreso Argentino de Cardiología Pediátrica, permitirían reducir drásticamente la mortalidad cardiovascular.
En el encuentro, uno de los más importantes del mundo y que en aquella oportunidad congregó a 10.000 cardiólogos, 300 de los cuales fueron invitados extranjeros, se discutieron ésta y otras estrategias para disminuir el impacto de la enfermedad cardiovascular, primera causa de muerte en el país y en el hemisferio occidental, por encima del cáncer (19%), las enfermedades respiratorias (15,6%) y las infecciosas (4%).
“En 2011 murieron en el país 96.000 personas por causas cardiovasculares [más de diez por hora] -dice el doctor Jorge Belardi, presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), que organizó los encuentros auspiciados por el American College of Cardiology, la World Heart Federation, la European Society of Cardiology y la American Heart Association-. Es un número escandaloso. Tenemos que bajarlo en un 25% para 2025 [según las metas para reducción de enfermedades no transmisibles que se plantea alcanzar la Organización Mundial de la Salud].”
Pero aunque las medidas son bastante simples, la tarea para los cardiólogos es bien compleja: según las encuestas nacionales de factores de riesgo realizadas en el país, entre 2005 y 2009 aumentó alrededor de un 8% el sedentarismo, creció de 14,6% a 18% la obesidad, una de cada cuatro personas agrega siempre sal a las comidas y apenas el 5% de la población consume al menos cinco porciones de frutas y verduras por día. El 34,5% admitió haber tenido la presión arterial elevada en por lo menos una consulta y el 29% de los que se midieron el colesterol lo tenían elevado. También aumentó la prevalencia de diabetes a 9,6%.
En un comunicado del congreso, el doctor Hernán Doval, director del Comité de Bioética de la SAC, subraya que “entre el 60 y el 80% de las enfermedades cardiovasculares de los últimos 50 años se deben a dos industrias: la del tabaco y la de la alimentación. Disminuir el consumo de sal permitiría reducir 20 a 30% la enfermedad cardiovascular, y se paliaría la epidemia de obesidad. Sin embargo, no es tan sencillo lograrlo. Cuando se le dice a alguien que coma sin sal, por lo general se vuelve loco”.
Tal vez por eso, en una de las conferencias más impactantes del congreso, el doctor Shamil Yusuf, futuro presidente de la Federación Cardiológica Mundial, “lanzó el desafío de bajar un 50% la mortalidad cardíaca modificando aspectos culturales, hábitos de vida y la organización del sistema sanitario”, comenta el doctor Carlos Tajer, actual vicepresidente de la SAC y copresidente del comité científico del congreso.
“El peso de los hábitos en la enfermedad cardiovascular es enorme”, coincide el doctor Daniel Berrocal, coordinador del comité científico. Según el especialista, la Argentina tiene cifras de cardiopatía similares a las de países desarrollados.
Según Belardi, otro de los factores que inciden en el aumento de infartos en el país y en el mundo es la urbanización. “Hay estudios interesantes -cuenta-. Uno publicado por el New England Journal of Medicine analizó los efectos del Mundial de fútbol de Alemania, un país con muy buenos registros sanitarios: en los partidos contra la Argentina y contra Italia, por ejemplo, hubo un pico importante de infartos. También en Israel hay documentación de que el estrés por situaciones bélicas aumenta el infarto. Cuando hay una enfermedad de base, el estrés funciona como «gatillo».”
En su conferencia, Yusuf presentó los resultados preliminares del Estudio Prospectivo de Epidemiología Urbana y Rural (PURE, según sus siglas en inglés), que analizó datos relevados entre 2003 y 2009 de más de 150.000 personas de 17 países, entre ellos la Argentina.
“El trabajo muestra la falta de continuidad en los tratamientos -comenta Belardi-. Poca gente toma la medicación que se le indica. Incluso los que tuvieron un evento cardiovascular a los noventa días abandonan todo. No se controlan la presión ni el colesterol… Es muy frustrante, porque el acceso a los medicamentos está. A veces se reciben gratuitamente y sin embargo el tratamiento se abandona igual.”
Uno de los artilugios farmacológicos para mejorar la adherencia sobre los que se discutió en las sesiones es la “polipíldora”, un único comprimido que reúne cuatro o cinco medicamentos.
“Si se lo piensa en términos de prevención secundaria [después de un evento cardiovascular], es un aporte interesante -opina Tajer-. Hace años se evaluaba la posibilidad de utilizarla para una especie de prevención universal a partir de los cincuenta años, pero hoy está prácticamente descartada.”
Otra novedad farmacológica que despertó mucho interés es una nueva generación de anticoagulantes orales para prevención de ataque cerebral en pacientes con fibrilación auricular, un tipo de arritmia cardíaca. “Son tres drogas que no requieren control -dice Tajer-. Tienen efectos notables, especialmente si se tiene en cuenta que a los 80 años una de cada 5 personas tiene fibrilación auricular, y que el 89% de los ACV se producen en pacientes con este trastorno. Estas drogas tienen menor riesgo de sangrado que las anteriores.”
Por su parte, Valentín Fuster, uno de los cardiólogos de mayor renombre en el mundo, hizo hincapié en la prevención y la necesidad de trazar políticas educativas para niños de cinco y seis años, y presentó experiencias realizadas en Colombia y España.
“En el país latinoamericano lo hacen a través de Plaza Sésamo , donde el doctor Fuster protagoniza uno de los personajes -cuenta Tajer-. Por ejemplo, con el juego de dejar de lado las bebidas gaseosas edulcoradas lograron promover una disminución de la obesidad infantil. Ocurre que los patrones de alimentación se consolidan fuertemente entre los cuatro y los seis años.”
“Hay que trabajar en varios frentes -dice Belardi-. En la comunidad, bajando la obesidad, el sedentarismo y el tabaquismo, que a su vez están asociados con mayor hipertensión y diabetes, que afectan a un porcentaje muy alto de la población. También en el sistema sanitario, mejorando las acciones de prevención y de atención. “El estudio PURE mostró que aunque en los países de altos ingresos hay mayor número de factores de riesgo, la mortalidad es siete veces mayor en los de bajos ingresos.”
“Francia, por ejemplo, es un país con un estilo de vida bastante «feliz» por lo que la población come y toma; sin embargo, es el de menor mortalidad cardiovascular junto con Japón”, concluye el especialista.
LA NACION