Copa do Povo

Copa do Povo

Por Ezequiel Fernández Moores
El televisor, único, viejo, de veinte pulgadas, está apagado. A menos de cuatro kilómetros Argentina está jugando contra Suiza. Pero Leo Messi, y el Mundial de los millones de la FIFA, no interesa en Copa do Povo, el asentamiento de 15.000 metros cuadrados que unas 5.000 familias ocupan en Itaquera desde el 5 de mayo pasado. Hay que subir a la parte alta del predio. Se ve el Itaquerao, el estadio de 450 millones de dólares, aire acondicionado en sus 70.000 metros cuadrados, sanitarios japoneses incluídos, y césped estilo Wembley. La explosión por el gol agónico de Angel Di María no alcanza a escucharse en Copa do Povo. Igual hay fiesta. Celebran su propia victoria. El lunes el gobierno municipal aprobó un primer paso para que puedan ser dueños del terreno. Forma parte de un plan de urbanismo que promete ayudar a los sin techo. Y el triunfo no fue apenas 1-0. Copa do Povo, informa la asamblea, ganó por 41 votos contra 3. Y una abstención. Es el otro Mundial.
“No me interesa el Mundial de la FIFA porque se gastan nuestro dinero”, me dice Sandro De Matos, 32 años, de Flamengo. “Pero si juega Brasil -aclara su hermano Francisco, palmeirense de 28-, voy a verlo a algún lado y quiero que gane”. Un campamento -me dice Marciano Kappaun, antropólogo- “se organiza con sus contradicciones”. Los hermanos De Matos hacen fila junto con su padre, José Agustín, de 74 años, para “cadastrarse” (registrarse). Llevan casi dos meses sufriendo lluvia, viento e insectos, sin luz, y con su tienda instalada en medio de autos abandonados. Pero sin chances de irse, porque la llegada del Itaquerao duplicó los alquileres que pagaban. Casi todos los que hacen fila son negros. Lejos de las mayorías blancas y de clases A-B que, según Datafolha, domina en los estadios VIP de la FIFA, como en el Itaquerao, donde miles de brasileños alientan a Suiza. Termina el partido. Cruzan el nuevo shopping. Y suben a una fabulosa línea de metro para volver al centro de la ciudad en apenas minutos. “El barrio mejoró mucho con las obras. Hay más trabajo y viajamos mejor”, dice Joaquín Gomes, de 32 años, con trabajo en una empresa gastronómica, también morador de Copa do Povo. “Ni Dios agradó a todo el mundo”, me dice sonriendo Lucas, el taxista de 69 años que nos acerca del Itaquerao a Copa do Povo. Lucas también está a favor del arribo de la modernidad al barrio. En octubre votará al opositor Aecio Neves. Votó al PT en las últimas tres elecciones. Ahora quiere cambiar.
La presidenta Dilma Rousseff, ausente ayer en ltaquerao, ausente en los estadios desde que el Itaquerao la insultó en la apertura del Mundial (“fueron las élites blancas”, acusó el expresidente Lula), prometió al MTST que ayudaría a legalizar la toma de Copa do Povo. El terreno, convertido en un cementerio de autos tras años de desocupación y que apenas pagaba impuestos, fue comprado este año por la constructora Viver a cambio de unos 2,5 millones de dólares. El MTST marchó un mes atrás para protestar ante las grandes constructoras que ganarán dinero con el Mundial. Hicieron lobby poderoso para que el Congreso aprobara la polémica Ley de la Copa, según denunció Luiz Carlos Asean, autor del libro “El Lado Sucio del Fútbol”. Y son las principales aportantes en las campañas políticas. El MTST hizo su propio lobby. El lunes, día previo a la votación, acampó ante la Cámara Municipal. Siguió la votación a través de pantalla gigante. Celebró con fuegos artificiales y churrasco. Fue el Fan Fest de los Sin Techo. Algunas crónicas acusan al alcalde Fernando Haddad (PT) porque “cedió a las presiones” del MTST. Dicen que el nuevo plan puede alentar nuevas tomas. “Invasiones”, las llama Folha. “Ocupaciones, y pacíficas”, replica Guilherme Boulos, 32 años, filósofo líder del MTST.
San Pablo, la ciudad más grande y habitada de Sudamérica, sufrió un crecimiento explosivo y caótico. La vivienda es un drama. Y se agravó en Itaquera, donde los alquileres de viviendas dignas pasaron a cotizar a precio de oro, porque las constructoras proyectan un boom inmobiliario en la zona, imposible de sostener para quienes llevan años viviendo allí. En el área metropolitana de San Pablo viven casi 20 millones de personas. La élite viaja en helicóptero: más de 600 que realizan cerca de 1.600 vuelos diarios. Otros a los 6 millones de autos que embotellan las calles. Y 3,7 millones viajan como pueden en los trenes metropolitanos. Itaquera, desde el Mundial, una fortaleza vigilada en el este pobre de San Pablo, con 220.000 habitantes (sólo el 12 por ciento con estudios completados) y 14 kilómetros cuadrados, no sufrió homicidios en mayo pasado. Un privilegio en San Pablo. Sólo en mayo pasado, la ciudad registró 84 homicidios, 467 en los primeros cinco meses del año, más 28.336 robos, uno cada un minuto y medio. El estado de San Pablo lidera en números absolutos, pero hay otros con tasas peores. El país, según el último Mapa de la Violencia, registró 56.337 asesinatos en 2012, uno cada diez minutos. “Somos campeones mundiales de homicidios”, informa en su último número la revista Carta Capital.
En Copa do Povo, vigila el propio MTST, no las Unidades de la Policía Pacificadora que controla algunas de las 700 favelas de Río, donde viven cerca de 1,6 millones de personas, como Santa Marta, donde se estableció “el Loco” René Houseman, con los pibes de la revista villera La Garganta Poderosa. Houseman, DT del equipo de la Garganta que jugó contra la favela de Ciudad de Dios (jugaron contra la estigmatización), casi se muere la noche que volvió tarde del Maracaná, en el debut argentino contra Bosnia y Herzegovina. Ya no funcionaba más el teleférico. Y el Loco, que sufre artrosis, tardó cincuenta minutos hasta que llegó al cuarto piso, donde está alojado. El MTST vigila, da de comer y organiza en Copa do Povo, y en otras tomas, habitadas por muchos de los que todavía siguen afuera del sistema. A los que acaso no forman parte de las 36 millones de personas que el PT sacó de la pobreza extrema en la última década. Las crónicas mundialistas hablan del esfuerzo de fanáticos que viajan kilómetros y duermen cómo pueden para alentar a sus equipos. Y del drama de las selecciones eliminadas en los penales.
El día que comenzó el Mundial, Brasil-Croacia en el Itaquerao, la toma celebró la apertura de su propia Copa do Povo. Además de partidos, se organizaron otros numerosos juegos. Uno de ellos, tiro al blanco a Mauro Galvao, comentarista deportivo célebre de la Globo, “uno de los mayores cuadros del establishment político”. Ayer, mientras Argentina penaba contra Suiza, limitada en ataque y otra vez con el inesperado Marcos Rojo de figura, el televisor de veinte pulgadas de Copa do Povo se encendió recién sobre el final. Los niños querían ver una tira infantil. Luego pusieron las noticias. Querían ver si la TV, además de informar el triunfo de Argentina, también hablaba de su victoria. Y después fue el turno de la asamblea. Los organizadores informaron cómo seguirá todo de ahora en más. “No hay que bajar la guardia”, dijeron. Y avisaron que este viernes a las 17, cuando Brasil inicie su partido de cuartos ante Fortaleza, la Copa do Povo jugará las semifinales de su campeonato. Estudiantes I enfrentará a Estudiantes II y Gari (que representa a trabajadores en conflicto) se medirá contra Militancia Clandestina. “La que juegan Messi y Neymar -me dice el antropólogo Kappaun, que tiene su propia tienda- es una Copa hecha para la FIFA. Esta es la Copa del Pueblo”.
LA NACION
Foto: Sebastián Domenech