“La función del base ha cambiado pero no debe perder naturalidad”

“La función del base ha cambiado pero no debe perder naturalidad”

Por Marcelo Solari
Está embalado. Y se le nota. Su nuevo proyecto de enseñanza y capacitación lo mantiene ocupado a tiempo completo, aunque se apresura en aclarar que este rol de docente que tanto disfruta, de ninguna manera deja de lado su verdadera profesión. “Soy un entrenador de básquetbol”, pregona, aunque esta temporada, al menos por ahora, haya decidido que no va a dirigir.
El propósito original de la entrevista fue derivando en otros temas porque, cuando se trata de Oscar “Huevo” Sánchez y el básquetbol, siempre se sabe cuándo empieza la charla, pero nunca cuándo termina. Su proyecto en cuestión tiene que ver con un campus especializado, exclusivo para bases, aunque la acepción del término “guard” (guardia, como se usa en Inglés) también incluya a los escoltas, o ayuda-bases. Lo más trascendente de la extensa entrevista se transcribe a continuación:

-¿Encontraste una derivación más específica y ahora vas a ocuparte exclusivamente de los generadores de juego en tu campus para bases?
-Vamos por partes. Para el común de la gente, yo estoy dedicado a los campus y a la docencia y eso parece haber dejado de lado mi profesión. Pero no es así. Yo soy un entrenador. Mi pasión es ser técnico profesional. Y lo soy. Que se entienda bien. Cuando uno se capacita, viaja a Moscú o adonde sea para convivir con un equipo y entrenadores prestigiosos, lo que se aprende no es para aplicar en chicos de 11 años. Con todo respeto. En ese nivel, la técnica individual es importante, pero es todo mucho más táctico. Este año, por cómo se presenta la Liga, no me entusiasmó dirigir por el sólo hecho de estar. Sí quería tener posibilidades en un equipo que pudiera pelear el campeonato y eso no se dio. Entonces decidí enfocarme en mis campus de invierno por el país y ahora me embalé con algo que aprendí hace tres años en Estados Unidos.

-¿De qué se trata?
-Mi amigo Carlos “Tiny” Morales, de ESPN, me invitó a participar en el campus para bases de Dave DeVenzio. Se hizo en el Greensboro College, en Carolina del Norte, para jugadores mayores de 14 años. Allí se formaron, por ejemplo, Sam Ivy y Jason Osborne. Yo quería especializarme y se dio esa posibilidad. Me recibieron muy bien y me encontré con un campus diferente. No había el cuidado que tenemos acá, eso de estar todo el día controlando lo que hacen los chicos. Allá cada uno hace su vida, pero son once horas de trabajo diarias. Entre cinco y seis horas de aula y entre cinco y seis horas de práctica durante cinco días.

-¿Cómo se organizan? ¿Por módulos?
-Sí, por ejemplo las divisiones eran: cómo atacar un zona par; cómo atacar una presión; cómo atacar una zona-presión; cómo jugar con el hombre alto; cómo jugar con un tirador; cómo jugar diferentes tipos de pick and roll. Por ejemplo, ahora hay una sobredosis de pick and roll. Me acuerdo cuando fui a Estados Unidos en 1980 y traje por primera vez a Bahía Blanca la transición y el scouting. Una de las cosas que más me había impresionado era la forma en cómo defender el pick and roll. Una sola manera. Y me creía que era Cristóbal Colón. Hoy me da vergüenza porque hay diez maneras de defenderlo. Eso quiere decir que también hay diez maneras de atacar el pick and roll. Entonces, a los chicos hay que darles la teoría y pasarles imágenes de Emanuel (Ginóbili) y Tim (Duncan), Tony (Parker) y Tim o Pablo (Prigioni) y (Luis) Scola, diferentes situaciones y después, llevarlo a la práctica. También me tomaban examen ¡eh! Fue maravilloso.

-¿Creés que el de base es el puesto a valorizar en el básquet argentino? ¿Cuándo y dónde será este nuevo campus?
-Por el biotipo del jugador argentino, si llego a hacer un campus para hombres altos, me muero de hambre (risas). Lo voy a hacer del 11 al 14 de octubre, en el Club San Fernando de Buenos Aires, y estará destinado sobre todo a bases armadores, a partir de los 14 años. Vamos a tener al que para mí es el mejor psicólogo del país, César Bernhardt, quien trabajó conmigo en Boca y en Atenas. El asesoramiento y el compartir sus experiencias va a estar a cargo de Miguel Cortijo o Alejandro Montecchia; un entrenador extranjero, puede ser de Estados Unidos o de Europa, para ocuparse del manejo del balón, los pases y los gestos; la edición de los videos la hará Luciano “Beto” Martínez y yo daré técnica individual y táctica colectiva. Estoy muy entusiasmado.

-¿Cómo debe ser un base? ¿Cuáles deberían ser sus cualidades?
-El base tiene que tener comprensión del juego. Es erróneo suponer que uno tiene que ser base porque es petiso. Tiene que serlo porque tiene visión de juego, liderazgo, manejo de balón, lectura. Hoy, el base ha cambiado. Nosotros tenemos el reflejo del “Beto” Cabrera, para mí, el mejor. Después siguió (Miguel) Cortijo y luego Marcelo (Milanesio). Después vino una generación en la que yo lo pondría a (Facundo) Campazzo, con un reflejo de (Marcelo) Richotti. Campazzo rompió el molde de los bases como también lo hizo Tony Parker en los Spurs. Cuando el francés está bien, hace 45 puntos él, no es que los demás hacen 60 cada uno. La función del base ha cambiado, pero para mí, no hay que perder la naturalidad. Hay que complementar la penetración fulminante, esa capacidad atlética que tiene Campazzo, con la función natural de hacer mejores a los demás. Porque es obvio que alguno tiene que pensar. No es todo correr.

-¿Dónde incluirías a Pepe Sánchez, a Pablo Prigioni o a Alejandro Montecchia?
-En una de esas largas sobremesas, un día en Buenos Aires hablábamos con Carlos Morales sobre si base se nace o se hace. Y surgió el nombre de Prigioni. Cuando mis equipos enfrentaban a Belgrano de San Nicolás u Obras Sanitarias, yo mandaba a marcar presión sobre Prigioni. Y lo hacía por algo. Porque lo notaría inseguro o con problemas de manejo, no sé. Por algo. Y ahora lo he visto, en Tau o en los Knicks. Nunca tuvo piernas explosivas y a veces parece un jubilado. Pero tiene una paz, una tranquilidad y una comprensión de juego que le permiten hacer que todo parezca fácil. Da placer verlo jugar. Pepe Sánchez fue como un base de manual. Con cierta lentitud, pero a través de un gran gesto defensivo. Sin ser rápido, marcaba. Un jugador intuitivo, veloz de manos y con una apertura de piernas que lo transformaba en una pared para el atacante. Es la cara opuesta de Eduardo Dominé, que llegó a la Selección tirando de tres puntos y corriendo como un animal. Lo pasabas y lo tenías otra vez enfrente. Pepe causaba la misma impresión pero con diferente cualidad, no necesitaba correr tanto. Sabía leer defensivamente y en ataque, con una buena talla, tenía un panorama diferente y también mucha paz. Por eso no lo presionaban tanto y así tenía más libertad para pasar el balón. Montecchia era otro tipo de base. Más explosivo, con personalidad y tirador. Después de ellos tres, apareció Campazzo, que rompió los esquemas de la madurez. A los 19 años jugaba como alguien mucho más experimentado, con más kilómetros recorridos. Lo más admirable de él es que se le atreve a cualquiera. Me conmueve su personalidad. Más allá de que le tuve que regalar un caniche toy, lo que demuestra que tiene su lado tierno (risas).
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