La generación tecnomilitante: cambiar el mundo desde la Web

La generación tecnomilitante: cambiar el mundo desde la Web

Por Franco Varise
Santiago Siri, de 29 años, es emprendedor, usuario del bitcoin (la nueva moneda virtual) y uno de los fundadores del Partido de la Red. Está convencido de que Internet provocó un cambio mil veces más profundo que la imprenta (creada hacia 1450) y de que esta herramienta es el agua que horada las viejas estructuras sobre las cuales se erige una nueva arquitectura social y política.
Tatu Estela, productor musical a cargo de Taringa! Música (un revolucionario sistema de comercialización musical), cree que el ecosistema de tecnomilitantes tiene a favor la juventud -un promedio de 30 años- y la capacidad de haber crecido al calor de una herramienta “violenta” de transformación y, a la vez, “inhóspita” en su variedad y masividad como es Internet.
Desde una visión menos romántica, Beatriz Busaniche, de 42 años, miembro de la organización Vía Libre, es desde hace años una defensora de los derechos civiles en la Red y una gladiadora contra cualquier tipo de normativa que imponga controles o restricciones a Internet. Sostiene, también, una mirada crítica acerca del “tecnocentrismo” que propone a las nuevas tecnologías como la solución de todos los males del mundo.
¿Utopistas o idealistas? ¿Nuevos capitalistas o anarcoliberales? ¿Consumistas colaborativos o demócratas de Red? ¿Qué son? ¿Quiénes son?
Internet y las nuevas tecnologías crearon un nuevo actor que tiene cada vez más visibilidad en los modos tradicionales de organización económica, política y social. Los “tecnomilitantes”, “fanáticos geek”, “freenet”, “usenets”, “hackactivistas” y “entrepeneurs” buscan transformar el mundo “obsoleto”, tal como lo conocemos, para mejorarlo y adaptarlo a un futuro que para ellos ya llegó. Basta analizar cómo la tecnología e Internet modificaron en menos de 20 años casi todo a nivel global para no tomárselos a la ligera. Más bien, todo lo contrario.
“Estamos frente a un gran cambio de paradigma a nivel global con la irrupción de la Red, que ya cambió la vida de la mayoría de los ciudadanos tanto en sus maneras de relacionarse, de compartir, de comercializar como de pensar el mundo; y ya vemos que, a partir de ciertos casos como WikiLeaks o el último escándalo de Snowden, la Red tiene un impacto contundente en la vida política”, dice Siri, al considerar que la generación online tiene una nueva sensibilidad que combina ciertos aspectos del idealismo y el altruismo de los 60 acompañado de una poderosa herramienta como Internet que los viejos hippies no poseían.
“Es inevitable que las nuevas tecnologías de la información transformen las relaciones de poder. Las constituciones y los contratos son una forma primitiva de software y los abogados fueron los primeros hackers . Las respuestas van a venir de la Red y de las tecnologías. Por eso queremos innovar donde nadie se anima a innovar: en la política”, agrega Siri.
El denominador común de este econosistema social-tecnológico tanto en el plano teórico como en el práctico es que ninguno de ellos se siente identificado con las corrientes clásicas ceñidas a la “izquierda” o la “derecha”. No están en contra de ganar dinero con la creación de una herramienta que mejore el mundo (Facebook, Twitter o Google), ni tampoco con el sistema político encarnado en la democracia, ni con la idea de compartir beneficios entre todos, sino que se concentran en la idea de la transversalidad que otorga Internet, el concepto de “inteligencia colectiva”; “consumo colaborativo”, libertad de expresión y acceso a la información; transparencia en los asuntos públicos y, sobre todo, en cómo se toman las decisiones en el “viejo” sistema donde el individuo sigue relegado a votar de vez en cuando.
En la Argentina ya existe una pequeña organización llamada Eudemocracia. Está dedicada a la creación de una forma de gobierno moderna que combina dos conceptos: democracia directa e Internet. “Este sistema de toma de decisiones se denomina «democracia abierta»; sirve para que los miembros de una comunidad participen y colaboren activamente en el gobierno desde cualquier lugar y en cualquier momento, usando una computadora o un celular”, proponen en su página de Internet. “Cada usuario para nosotros es una persona importante y ponemos toda la energía para respetar sus decisiones y sus visiones; esta idea casi no existe en la estructura política y económica tradicional; hay novedades colaborativas como Fuera del Eje, en Brasil, una organización musical que hace girar a una banda por todo ese país sin gastar un peso: luego tu colaboración se transforma en una moneda propia de uso interno… y eso ya existe y tiene mucho éxito”, explica Estela, de Taringa! Música. El sitio argentino Taringa! Inteligencia Colectiva, muchas veces criticado, tiene -oigan bien- nada menos que 20 millones de usuarios en toda la región. Con su versión Música apuntan a revolucionar este mercado del entretenimiento como ocurre con Spotify, un caso exitoso, que ya funciona a nivel mundial.

INFLUENCIA EN LA ECONOMÍA
Uno de los aspectos donde las ideas de los tecnomilitantes han logrado avances impensados hasta hace algunos años es la economía. Esas pequeñas ideas utópicas de facilitar la forma en que las personas comparten cosas y se relacionan terminaron transformándose en gigantes, como Facebook (2007) y Twitter (2009).
Pablo Larguía creó a los 21 años el sitio Boomerang de búsquedas laborales, y hoy, a los 36, es el factótum de Red Innova, una especie de cónclave de emprendedores tecnológicos que concretó hace un mes su primera reunión en Buenos Aires. “Muchos de los modelos tecnológicos son disruptivos y todavía emergentes, pero los adoptadores de tecnologías ya los están utilizando y todo ha cambiado muy rápido”, expresa Larguía, al considerar que en los colegios debería dictarse como materia obligatoria programación de software.
“La economía colaborativa es una tendencia transformadora. Está comprobado que el propietario de un taladro lo usa 2 minutos y 40 segundos en toda su vida útil… pero ¿y si lo comparte con su vecino? “, se pregunta.
La visión ideológica de “economía colaborativa” ya tiene modelos concretos. La industria del turismo vive una revolución con la aparición de sitios como Airbnb ( www.airbnb.com ), que proponen a los dueños de un alojamiento ofrecerlo en alquiler temporario a los viajeros y canjear esa oportunidad por la posibilidad de obtener descuentos. Ya tienen miles de usuarios en más de 192 países. Unos argentinos crearon bajo este concepto el sitio Zukbox, que posee 16.000 inmuebles publicados. “Hay nuevos paradigmas, pero muchos son aún experimentales como las monedas virtuales [bitcoin] o sistemas políticos con participación directa… no tengo dudas de que se seguirán perfeccionando para poder ser adoptados de manera masiva”, considera Patrick Summers, CEO de Zukbox.
Must Mobile es una empresa de diseño argentino de apps que gana dinero, obviamente. Sin embargo, una de sus creaciones se llama Artic Defender 2, una aplicación para Greenpeace mundial por la cual se juntan firmas para proteger el Ártico. En su primera versión superó los 3 millones de firmas y van por 5.
“El concepto de idealistas siempre existió, porque la facilidad de acceso a la tecnología nos incita a solucionar problemas de la vida cotidiana. Online vas a encontrar a gente tratando de solucionar problemas como la contaminación, la pobreza, el impulso a los gobiernos 2.0 u otras cosas grandes, pero también hay gente buscando solucionar cosas más pequeñas, como ayudarnos a no perder las llaves. Hay miles de «solucionadores de problemas»”, opina Lautaro Rodríguez Barreiro, cofundador de Must Mobile.

A FAVOR DE LOS DERECHOS CIVILES
El movimiento por el software libre, creado por el programador Richard Stallman, es uno de los nichos de mayor activismo en el ambiente tecnológico. Busaniche, que conoció a Stallman, es conocida por su lucha en estos campos, sumada a la protección de los derechos civiles en la Red. “Bregamos por una Internet libre, neutral de los centros de poder. En nuestra asociación todos están comprometidos con los derechos civiles y eso va más allá de las ideologías”, explica Beatriz.
Como un radar, Vía Libre detecta cualquier intento de cercenar derechos y privacidad en la Red tan rápido como la globalización lo permite, o sea, inmediatamente. “La afirmación de que la tecnología va a cambiar el mundo es un significante vacío: hay que estudiar la arquitectura de cada tecnología en particular”, advierte Busaniche.
Santiago Bilinkis, de 42 años, podría definirse como un cabal representante de este “tercer sector”. Emprendedor, fundador de Officenet que luego vendió Stapples y quien organizó con su equipo el primer foro TEDXBuenosAires. “La tecnología empezó a introducir hechos de transparencia en la política que a los sectores oscuros no les viene bien. En la utilidad que se les dé a las tecnologías está la base del cambio, porque no hay una ideología común y, en muchos casos, hasta la gente de este ecosistema se pone reaccionaria cuando hablás de sus hijos, por ejemplo”, grafica.
En este combate emergente entre el mundo “viejo” y el “nuevo”, podría afirmarse que el rey ya está desnudo, pero esta vez, se desnudó solo.
LA NACION