Temporada de ballenas

Temporada de ballenas

Por Angeles Lady
Para estas vacaciones de invierno, la Argentina ofrece muchas más alternativas que los centros de esquí, protagonistas indiscutibles de esta temporada. La geografía, flora y fauna del país presenta otras opciones con paisajes igual de atractivos y actividades para toda la familia, por ejemplo, en la playa. Entre estos otros posibles destinos, con paisajes completamente distintos a las características montañas nevadas de la Patagonia, está la “temporada de ballenas” de la ciudad de Puerto Madryn, en Chubut. Es que cuando llega el invierno, las mismas playas en las que en verano se practican deportes náuticos como kayak, canotaje, windsurf y kitesurf, se pueblan de turistas y locales ávidos por distinguir sobre el mar las siluetas de las ballenas francas, delfines, toninas overas, pingüinos, elefantes marinos y aves que sobrevuelan las aguas.
Aquellos viajeros que nunca hayan disfrutado de este espectáculo natural deben tener en cuenta que no es lo mismo viajar en cualquier época. Desde comienzos del invierno y hasta fines de noviembre se pueden avistar ballenas desde la zona del Golfo Nuevo, sin embargo, si bien entre septiembre y el final de esta “temporada de ballenas” es cuando se concentra la mayor cantidad de ejemplares, también es cierto que entre esas fechas hay una gran demanda turística que provoca que los alojamientos, excursiones y paseos de avistaje embarcado sean considerablemente más caros en relación a este primer período.
A la hora de programar una escapada a la capital del buceo, lo ideal es reservarse al menos tres días para la aventura. Como es recomendable realizar el avistaje a bordo de una embarcación, hay que contar con tiempo extra para programar el paseo en el caso de que el tiempo no sea apto para la navegación, sobre todo por el efecto del viento. Más allá de que vale la pena vivir esta experiencia a bordo, tampoco se debe subestimar el avistaje costero que, además de no tener ningún costo, es muy fácil de realizar ya que la extensa costa que rodea la ciudad es el escenario perfecto para disfrutar de una caminata o de una infusión en una confitería mientras se observan las ballenas. Sin embargo, un dato clave es que El Doradillo, una playa de canto rodado situada a escasos 15 kilómetros del centro, permite disfrutar de la visión de estos imponentes animales y de sus crías a escasos metros de la costa, como también de los sonidos que emiten, para generar una experiencia más completa aún.
EL CRONISTA