El salario invisible

El salario invisible

Por Francisco Ingouville
Mi sueldo es una herida absurda”, declaraba un graffiti porteño parafraseando el tango. La frase muestra, con risueña poesía, cómo el salario tiene un valor simbólico que no se limita a lo económico y afecta la dignidad, la autopercepción, el honor.
Y, así como el dinero y el sueldo tienen connotaciones simbólicas, que van más allá de lo adquisitivo, hay otros factores en la relación empleador-empleado que pueden complementar el sueldo como elemento remunerativo para que las partes estén más satisfechas.
Lo que gana una persona habla de su identidad, de su ubicación en la “escala biológica”, de lo que el sistema lo valora y reconoce. Quienes ganan mucho pueden obtener de ese hecho una satisfacción moral, además, de la económica. Pero, no es la única fuente de feedback o de compensación para valorar los esfuerzos de nuestro personal.
Un ejercicio de psicología experimental (conocido como “dilema del prisionero”) demostró que, tras una negociación entre dos personas, quienes obtenían resultados más bajos que su contraparte, a la hora de autoevaluar su propio desempeño en esa prueba, mencionaban valores éticos y rasgos de su personalidad relacionados con la colaboración. Se podría aventurar que, esos comentarios, de alguna manera, apuntalaban su autoestima herida.
En otro experimento, llamado “el ultimátum”, se verificó que la mayoría de las personas está dispuesta a sacrificar ganancias a cambio de equidad o respeto. El experimento consiste en entregarle u$s 10 a una persona y pedirle que proponga una manera (en porcentaje) de compartirla, con otra a la que no ve, que se encuentra en la habitación contigua, mediante un mensajero. La otra persona tendrá la posibilidad de aceptar o rechazar la propuesta. Si rechaza, nadie recibe nada. Se constató que muchas personas rechazan la oferta y se quedan con nada cuando esta no les parece justa. Se podría inferir de esto que hay otros beneficios, no tan visibles como el económico, que se obtienen de ese rechazo.
¿Cuáles serían otras fuentes de compensación?
Pensar en un deportista amateur o en un voluntario de una entidad sin fines de lucro ayuda a imaginarlos. ¿Cuál es la enorme satisfacción de salir campeón en un deporte no rentado? ¿Qué mueve al que trabaja sin cargo en una organización no gubernamental? La satisfacción del logro, de la superación. El orgullo de hacer algo que contribuye a un mundo mejor. El reconocimiento social. La interacción con otras personas que hacen lo mismo. La pertenencia a un grupo que respeto. El dar. Y, para las personas que creen en ello, la esperanza de que “Dios me lo pague”.
Por todo lo expuesto, las pequeñas y medianas empresas tienen muchos modos de complementar el salario remunerativo con lo que se denomina el sueldo invisible o emocional. Veamos algunas formas:
Horarios óptimos: por ejemplo: mis clientes no llegan hasta las 11 y mis empleados ingresan (por reglas de la compañía) a las 8. Pero, a la hora que estos se van, mis clientes siguen trabajando. Además, los empleados pierden una hora y media, viajando en hora del pico de tránsito. Empleador y empleado ganaríamos con un cambio y, adicionalmente, habría una sensación de consideración que suma valor.
Prevención de salud: fomentar los deportes, facilitando chequeos y asistencia.
Clima laboral: desarrollar una cultura de negociación ganador-ganador.
Ombudsman: que la empresa disponga de un mecanismo institucional confidencial para escuchar al empleado.
Desarrollar pools de compras y descuentos especiales.
Capacitación: específica, según las tareas, además de otras que ayuden al enriquecimiento de las personas.
Orgullo de pertenecer: generar en el empleado la sensación de orgullo. Se logra siendo una empresa honesta, responsable y teniendo una conducta social ejemplar. La calidad de los productos o servicios deben contribuir a ese orgullo.
Ubicación geográfica: ofreciendo accesibilidad, seguridad, estética.
Comunicación: ser escuchado es a menudo reconocido como un importante valor que tiene efecto sobre muchos otros.
Desarrollo de carrera: si hay un plan para las personas, hay una esperanza motivadora.
Redes: ofrecer la posibilidad de contactos internos y externos y trabajo en equipos que multipliquen el potencial de los individuos.
Reconocimientos: de palabra, premios, menciones, publicaciones.
Desarrollo humano: quiero ayudar a otros a crecer: sean subalternos, pares y hasta superiores.
Otros beneficios: el auto, el seguro médico, los viáticos, los regalos de cumpleaños, nacimientos. Son bastante conocidos y, si bien tienen directo efecto en los costos, a menudo valen más de lo que cuestan.
No mirar sólo lo obvio es un buen consejo. Nunca se gasta la vieja frase de Antoine de Saint-Exupéry: “Lo esencial es invisible a los ojos”.
EL CRONISTA