El Papa llamó a poner fin a las rivalidades de la Iglesia

El Papa llamó a poner fin a las rivalidades de la Iglesia

Por Elisabetta Piqué
En la última misa de su pontificado, tras el abrupto anuncio de su renuncia , Benedicto XVI lanzó ayer un impactante ” j’accuse “.
Durante la homilía que pronunció en la celebración del miércoles de ceniza, que marca el comienzo de la Cuaresma, habló del “rostro desfigurado de la Iglesia” por culpa de las “divisiones en el cuerpo eclesial”. Y de la necesidad de “superar individualismos y rivalidades”.
Al comentar pasajes del Evangelio, aludió a la hipocresía religiosa : “Jesús subraya que es la calidad y la verdad en la relación con Dios lo que califica la autenticidad de cada gesto religioso. Por esto denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento que quiere aparecer, las actitudes que buscan el aplauso y la aprobación”, dijo Benedicto XVI, que recibió una estruendosa y emotiva ovación.
Las palabras del Papa, que por la mañana había dicho que renunció “en plena libertad” por el bien de la Iglesia, sonaron como el telón de fondo de su decisión de decir “basta”, con sutiles alusiones a la lucha interna que quedó al descubierto con el escándalo del VatiLeaks.
De hecho, la revista Panorama reveló ayer que el Papa habría tomado su decisión final de renunciar a mediados de diciembre pasado, cuando tres cardenales le entregaron el informe final sobre el VatiLeaks.
En otro pasaje de una homilía llena de mensajes encubiertos, el Papa dijo: “También en nuestros días muchos están listos a «rasgarse las vestiduras» frente a escándalos e injusticias, naturalmente cometidos por otros, pero pocos parecen dispuestos a actuar en su propio corazón”.
Luego el Papa lanzó un reclamo: “Nuestro testimonio será cada vez más incisivo cuanto menos busquemos nuestra gloria”.
Sus palabras trajeron a la memoria las varias crisis y tormentas que debió soportar Benedicto XVI a lo largo de sus casi ocho años de pontificado, en los que para muchos analistas terminó en una enorme soledad.
Fueron crisis de diverso tenor -como la provocada por el discurso de Ratisbona, o la excomunión del obispo lefebvriano que negó el Holocausto- que dejaron al desnudo varias fallas en la maquinaria vaticana, en otros tiempos muy aceitada y de pocos errores.
Esas fallas se debieron, en muchos casos, a divisiones y peleas en la misma curia. Allí convivieron y conviven una facción que responde al que fue secretario de Estado de Juan Pablo II y actual decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, y otra a su sucesor, el brazo derecho del Papa, el cardenal Tarcisio Bertone.
Ambos estuvieron presentes ayer en la última misa pública del Santo Padre, que tuvo lugar en una basílica de San Pedro atestada de fieles, en un clima de profunda tristeza y conmoción.
El propio Bertone, que fue el blanco del denominado VatiLeaks y tiene también el cargo de camerlengo, que se ocupa de los asuntos de la Iglesia cuando la sede queda vacante (como ocurrirá el 28 de febrero a las 20), leyó un emotivo discurso en homenaje al Pontífice, al final de la celebración.

Homenaje de Bertone
“No seríamos sinceros, Su Santidad, si no le dijéramos que esta noche hay un velo de tristeza en nuestro corazón”, destacó el sacerdote salesiano, al elogiar el magisterio, la pureza de ánimo, la fe robusta y exigente, la fuerza de humildad y el gran coraje del papa alemán.
“Santidad, gracias por habernos dado el luminoso ejemplo de simple y humilde trabajador en la viña del Señor. Un trabajador, sin embargo, que supo en cada momento realizar lo que es más importante: llevar Dios a los hombres y llevar los hombres a Dios”, concluyó Bertone, que casi se quiebra por la emoción.
Las palabras del hombre más cercano al Papa -cuya cabeza muchos quisieron ver rodar en estos años de intrigas- dieron lugar al estallido de un aplauso larguísimo, conmovido, profundo.
Fue un aplauso interminable que el mismo Pontífice, emocionado, pero controlado y racional como siempre, interrumpió diciendo: “Gracias, volvamos a la oración”.
Una ovación parecida, pero en un clima menos triste, tuvo el Papa por la mañana en la sala Nervi de las audiencias (también llamada sala Pablo VI).
Allí, tuvo su primer contacto con el público desde la renuncia, anunciada el lunes pasado, en latín. Y aseguró, esta vez en italiano, que decidió renunciar “en plena libertad y por el bien de la Iglesia”.
En el lugar, había fieles de todas partes del mundo, algunos con pancartas que decían “Gracias Su Santidad”, otros con banderas.

El agradecimiento
“Queridos hermanos, como saben decidí”, empezó a decir Benedicto XVI, que fue enseguida interrumpido por aplausos.
“¡Gracias por su simpatía!”, agradeció. “Decidí renunciar al ministerio que el Señor me confió el 19 de abril de 2005. Lo hice en plena libertad por el bien de la Iglesia, después de haber rezado largamente y haber examinado ante Dios mi conciencia, bien consciente de la gravedad de tal acto, pero igual de consciente de no poder más ejercer el ministerio petrino con la fuerza que requiere”, siguió.
“Agradezco a todos por el amor y por la oración con la que me han acompañado. Gracias. He sentido casi físicamente en estos días, para mí no fáciles, la fuerza de la oración, que el amor de la Iglesia me trae. Sigan rezando por mí, por la Iglesia y por el futuro papa”, pidió.
Acto seguido, en una catequesis sobre la Cuaresma, en sintonía con su “j’accuse” de la tarde y quizás aludiendo a su revolucionaria renuncia, reiteró la importancia de “no utilizar a Dios para los propios intereses, para la propia gloria y para el propio éxito”.
LA NACION