China: señales de militarismo

China: señales de militarismo

A lo largo de los últimos años, el discurso de China en materia de relaciones exteriores se edificó constantemente sobre la noción del pacifismo, a veces con ribetes casi románticos, al menos en el plano de la retórica. En el último año, sin embargo, las expresiones crecientes de nacionalismo han proliferado en China y parecen haber derivado en un cambio de rumbo, con referencias, frecuentes e inquietantes, a la necesidad de contar con un fuerte brazo militar, acorde con el perfil de potencia de primer nivel alcanzado por China.
Por ello, algunos de sus vecinos han comenzado a ver ese cambio de actitud y lenguaje como amenaza. Durante todo el gobierno de Hu Jintao, esto es, desde 2002, China fue siempre muy cuidadosa en describirse a sí misma como empeñada en relaciones con el resto del mundo mediante “un desarrollo armonioso y pacífico”. Esa frase resonó, una y otra vez. No obstante, ella ha comenzado a ser reemplazada por discursos que se refieren a un proceso de rápida modernización de sus fuerzas armadas y a la necesidad de mostrar capacidad para imponerse en eventuales futuros enfrentamientos militares.
En oportunidad de asumir la conducción del Partido Comunista Chino, el nuevo líder, Xi Jinping, que asumirá la presidencia del país en marzo próximo, llamó a “construir fuerzas armadas poderosas, de acuerdo con la posición internacional que China tiene hoy”. Y al visitar, en uno de sus primeros actos como líder del partido, la zona militar de Guanzhou, agregó que las fuerzas armadas de su país deben poder ser capaces de pelear y de ganar guerras, porque ello es lo que conforma el alma de un ejército fuerte”. Este es el tipo de retórica militarista que parece estar creciendo.
El cambio de actitud descripto preocupa especialmente cuando China está endureciendo su postura respecto de los mares circundantes y sus islas, particularmente cuando allí pueden encontrarse yacimientos de hidrocarburos. Esos conflictos se han puesto, de pronto, ásperos. Particularmente el que enfrenta a China con Japón respecto de las islas que China llama “Diaoyu” y Japón (que las posee, desde hace años) denomina “Senkaku”. Allí en las últimas semanas ha habido cruces cercanos de buques de guerra y de aviones militares, sin consecuencias.
Pero esos incidentes de pronto pueden causar un accidente o generar un malentendido y derivar en chispas que enciendan una relación entre dos potencias que debiera ser resuelta por la diplomacia o por métodos pacíficos de solución de controversias. Esto es, precisamente, lo que acaba de hacer Filipinas, que ha llevado su disputa de soberanía con China sobre el llamado Mar del Sur de China al Tribunal del Mar, donde espera poder dirimirla, sin incidentes militares. Por el momento, sin embargo, China no da señales de aceptar ese mecanismo para resolver el conflicto.
Recientemente el primer ministro japonés, Shinzo Abe, a través de un enviado especial, Natsuo Yamaguchi, ha enviado una carta a su par chino para tratar de poner en marcha un proceso que permita disminuir las crecientes tensiones entre ambas naciones sobre la disputa -y sus reclamos cruzados- que afectan a las islas antes mencionadas. Éste es el camino a seguir y no el de las amenazas o presiones con buques o aviones militares. Así lo exige el nivel y la calidad de países líderes en su región que tienen tanto China como Japón..
LA NACION