Un rincón secreto en el sur de Brasil

Un rincón secreto en el sur de Brasil

Por Soledad Vallejos
La primera vez vienen en plan de excursión, sólo por un día. Al año siguiente vuelven para quedarse y pasar las vacaciones allí. Así pasa con Guarda do Embaú, una playa ubicada en el municipio de Palhoca, fuera de la isla, a unos 50 kilómetros de la entrada a Florianópolis. Uno llega, descubre el lugar y no quiere irse. Pero como el alojamiento ya está pago en otro sitio, no queda más que prometerse que algún día habrá que volver. Y la mayoría cumple.
Argentinos, muchos argentinos. “Más que en Florianópolis, en Praia Brava no había casi ninguno”, dice a LA NACION Constanza Spatuzza, que llegó a “Guarda” hace tres días con toda su familia. “Hace dos años vinimos de excursión y juré que algún verano volveríamos a pasar unos días. Es un lugar increíble, muy tranquilo, y también con buenos restaurantes, superiores a los de las playas de Florianópolis”, cuenta Constanza, rodeada por Lucas (13), Milagros (10) y Santiago (5).
Constanza y su marido, Matías, decidieron cambiar Punta del Este por Brasil este año. Pero la condición para elegir posada, comprar un par de ojotas o salir a comer siempre estuvo atada a una sola variable: la tarjeta de crédito. “No gastamos más de lo que nos hubiera costado el veraneo en Cariló, y acá las playas son increíbles. Pero todo tratamos de pagarlo con tarjeta. Y si vamos a comer y un restaurante acepta sólo efectivo, cambiamos por otro”, dice Constanza.
Un clima familiar y muchas parejas jóvenes que rondan los treinta y pico. Nada de boliches ni andanzas hasta el amanecer. Ése es el público que elige Guarda, una villa de pescadores con una atractiva particularidad: un río que corta la playa y confluye en el mar a través de un canal, lo que hace posible que, en un mismo espacio, convivan las olas perfectas para el surf con la quietud de una laguna. Ideal para todos los gustos.

Gondolieri a lo brasileño
Apenas se pisa la arena, hay acción. Es que para llegar a la playa hay que cruzar el río, y dependerá de las lluvias y la corriente para elegir la opción más adecuada: caminando o en balsa. La primera es posible si la profundidad del río lo permite, aunque la toalla y la sombrilla deberán llevarse en alto para que no se mojen, sobre la cabeza. La segunda, más elegida por familias, cuesta dos reales: un paseo que demora sólo unos minutos. Edmundo Batista es uno de los gondolieri de Guarda do Embaú, que suele hacer unos 30 viajes por día si el río está profundo. “Hoy sólo hice ocho, así que me toca descansar”, dice, con una sonrisa. A diferencia de otros años, nota más argentinos y menos brasileños. “Es que muchos cariocas y paulistas que venían aquí ahora eligen Jureré, más seguro, más confortable. Pero no tiene estas playas”, presume, orgulloso, el lugareño.
Vecina de Ferrugem y de Praia do Rosa, Guarda do Embaú todavía es un lugar reservado para pocos. “No salió a la luz, mucha gente no la conoce, no sabe que existe este lugar. Pero cuando tenga un poco más de difusión va a explotar, tiene todo para ser un destino favorito”, dice con seguridad José Leites, un operador turístico de la zona.
Cuando Ferrugem y Praia do Rosa “expulsan” a sus turistas, Guarda suele recibirlos. “Es el lugar ideal para desintoxicarte. Lo hice durante algunos años y ahora volví con mi novia. Ya no estamos para el descontrol de Ferrugem, y acá la movida es muy tranqui. Salís a cenar, a tomar algo a un barcito y también se hacen fogones en la playa”, cuenta Leandro Rinaudo, que toma sol a orillas del agua junto a Victoria Tettamanzi. “¿Si Brasil está muy caro? Puede ser, pero no más que Punta del Este o Cariló”, dice ella, donde suele ir cada verano. “Hay que usar tarjeta a full -acota él-. Y en ese sentido noté a los brasileños muy aggiornados. Te reciben la tarjeta en todos lados, y ni hablar si sos argentino. A los brasileños no tanto, vi que en algunos lugares les hacían pagar en efectivo cuando yo había pagado antes con tarjeta de crédito.”
En unos días, unos amigos de la pareja llegarán a Guarda do Embaú, y Leandro reconoce que el secreto que esconde este lugar se revela boca a boca. “Como no hay boliches la gente más joven no viene. Y ojalá no cambie”, ruega este porteño.

Mar y morro
En la playa, el bar de Evori puso su piedra fundamental hace ya veinte años. Y conserva la misma construcción de madera de antaño. Su dueño, Evori, también reconoce la oleada de argentinos, y para el recuerdo hay decenas de fotos de turistas pegadas en las paredes. Como para dejar asentado que uno estuvo allí, que pisó estas playas de arena blanca y finita como la sal antes que otros.
Cae el sol y muchos alzan el bolso y la sombrilla para cruzar de vuelta el río. Prometen regresar. “A Guarda siempre se vuelve”, dice el gondolero Batista, empuñando un remo improvisado con el mar de fondo y el verde fulgurante del morro, siempre a su lado.

VALORES DE UN ENTORNO ÚNICOEl alquiler de una habitación doble en una posada sale entre 140 y 180 reales la noche. Cena para dos, entre 80 y 200 reales. En la playa, alquiler de silla y sombrilla, 5 reales cada una por día. Una limonada, 4 reales. Un milho o choclo, 3 reales. Una cerveza, 8 reales. Una caipirinha, 15 reales..
LA NACION