Paul Auster, poeta en sus orígenes

Paul Auster, poeta en sus orígenes

Por Silvia Hopenhayn
De dónde viene la poesía? ¿El poeta es arrasado por lo que dice o gobierna sus palabras? ¿El poema es una cárcel o una porción de cielo? Algunas de esas preguntas responde Paul Auster en su bello libro, Poesía Completa, de (Seix Barral).
El recorrido por sus poemas es una suerte de mapa del tesoro que estaría indicando los escondites de su futura prosa. En realidad se trata de la primera producción textual de Paul Auster, antes de adquirir notoriedad como escritor, con novelas como Leviatán, El palacio de la luna o la Trilogía de Nueva York. Según el propio autor, en la poesía gestó su prosa. Después prácticamente dejó de escribir poesía. El camino ya estaba trazado, sólo había que echarse a andar.
Para Auster, el poema es como un puño cerrado. La prosa sería una forma de extender la mano, de brindarla al lector para zambullirlo en la ficción. El libro da cuenta de distintas etapas creativas que revelan variados ritmos de escritura como si fueran modos de vida: “Radios”, “Exhumación”, “Escritura mural”, “Desapariciones”, “Efigies”, “Fragmentos del frío”, “Aceptando las consecuencias”, “Espacios blancos” y “Notas de un cuaderno de ejercicios”.
En Auster, la escritura es una propuesta de espacio vital de concatenación de la experiencia, como los recorridos de Nashe en su novela La música del azar. Así como en la ficción Auster parece no tener control sobre los acontecimientos, y en ello radica su gracia, en la poesía, lo que parece no tener control son las mismas palabras. Como dice Jordi Doce en el prólogo: “Auster es gobernado por ellas”. Parece llevado de las narices hacia el enigma del mundo y del sentido. El traductor lo señala con justeza: “Hay un forcejeo con las palabras que se traduce en ritmos abruptos [.] Se trata del malestar del lenguaje al verse fuera del silencio”.
La pregunta que yace podría ser entonces: cómo llegar al silencio a través de la marea del lenguaje. Lo alude en el poema “En memoria de mí mismo”:
“Sencillamente haberme detenido. / Como si pudiera empezar/donde mi voz se ha detenido, yo mismo/el sonido de una palabra/que no puedo decir. / Tanto silencio/ vuelto a la vida/en esta pensativa carne, en este rítmico/ tambor interior de palabras:/tantas palabras/perdidas en el ancho mundo/de mi interior, y de ese modo haber sabido/que a pesar de mí mismo/estoy aquí./Como si esto fuera el mundo. ”
En ese mundo, Paul Auster erige un muro donde plasmar “la blancura de una palabra garabateada”. Es el muro de las palabras -anticipo del mundo virtual; el muro como separación y unión, pero también como página. En Auster, el ojo es fundamental para escribir. Hay que ver lo que se escribe. Por eso su “Credo” (título de un poema), se sustenta en la vista:
“.El ojo/ descubrirá que somos/ sólo aquello que nos ha hecho/ menos de lo que somos.”
Esta Poesía completa nos permite descubrir el abrir de ojos de Paul Auster, vislumbre de su prosa, y disfrutar de la lengua original, en esta cuidada publicación bilingüe.
LA NACION