La Argentina volvió fácil un partido que asomaba enredado

El festejo argentino | Mauro Alfieri

La Argentina volvió fácil un partido que asomaba enredado

Por Martín Castilla
Infló el pecho, se llenó de fútbol y de goles. Una actuación de menos a más ofreció la Argentina, que tuvo otra vez en Lionel Messi a su máximo exponente en el triunfo. Pero no fue el único instrumento que sonó afinado en el repertorio que ensayó la selección, porque el capitán y la figura del clásico rioplatense encontró varios acompañantes destacados para desarrollar la partitura y, en el segundo tiempo, avasallar a Uruguay, un equipo que resignó protagonismo y una vez en desventaja se observó desbordado, escaso de ideas, y hasta artero para frenar el dominio.
Otra vez el carácter sobresalió pa-ra imponer la idea, para retomar el mando en la tabla de posiciones de las eliminatorias para el Mundial de Brasil 2014, que por algunas horas se apropiaron Colombia y Ecuador. Sufrida y peleada al inicio, aplastante y demoledora en el tramo definitivo del encuentro, la victoria 3-0 fue el premio para el conjunto que tuvo las mejores intenciones para llevar adelante el pulso.
Cuando el apuro aceleraba el ritmo argentino y el rival ensuciaba el juego con acciones al límite del reglamento que el árbitro brasileño Leandor Vuaden no siempre castigó con dureza, la Argentina desempolvó la categoría de su ataque para romper la resistencia. Cuando el nerviosismo de los de afuera empezaba a abrazar a los de adentro, la selección destrabó el marcador y se encaminó hacia el festejo.
Apenas 14 minutos, entre los 20 y los 34 del segundo tiempo, resultaron suficientes para que Messi se anotara con dos goles -el primero, empezando la jugada y yendo al piso para definir; el segundo, de la cuenta personal, tras un tiro libre rematado con inteligencia-; para que Agüero se encendiera y convirtiera, para que Di María fuera un puñal para la defensa uruguaya, abasteciendo a Leo y a Kun en los goles que encaminaron al categórico triunfo.
Pero antes de la euforia, la alegría y los destellos de jerarquía, una versión ordenada, con equilibrio, como intenta pregonar el técnico desde el mensaje, ofreció en el arranque la Argentina. El juego asociado, a partir del toque y las triangulaciones, fue una saludable apuesta para avanzar en el campo, cuando la pelota circuló por el centro; en ese terreno, donde Uruguay acumuló jugadores para entorpecer el traslado, Messi y Gago fueron los estandartes, las llaves para romper la barricada que impuso un rival que acondicionó su esquema sólo para soportar el dominio que ejerció, con amplitud, la selección.
No fue la única vía por la que in-tentó desequilibrar la selección; las proyecciones de Marcos Rojo, por la banda izquierda, enseñaron un crecimiento del lateral, que escaló con criterio y, además, le agregó el remate de media distancia como un valor agregado para terminar las jugadas.
Pero la superioridad, por entonces, no se tradujo en situaciones francas sobre el arco uruguayo. El aceitado movimiento de la defensa rival provocó que Higuaín y Agüero fueran sorprendidos en un par de oportunidades en off side. Esta manera de enredar los avances generó que, por pasajes, Messi, siempre guía en la confusión, se lanzara en velocidad para torcer el rumbo. Una rápida combinación con Agüero finalizó en un disparo que rozó el travesaño.
Mientras en un lado de la cancha, de la mitad hacia el arco rival, la Argentina entusiasmó, como ya es costumbre le tocó sufrir en el otro sector. Con una fórmula conocida, la misma que utilizó para eliminarla de la Copa América, Uruguay complicó a la defensa, en especial por la zona de Zabaleta, aunque Forlán, Suárez y Cavani no fueron efectivos.
Terminó la primera rueda de las eliminatorias. La Argentina, con Messi, tiene argumentos para asegurarse el pasaje a Brasil.
LA NACION

Related articles