La Banda Oriental conquistó América

La Banda Oriental conquistó América

 

Por Gonzalo Garaloces
Es verdad que Uruguay es el nuevo campeón de América. Que le ganó a Paraguay con un contundente 3 a 0, también es verdad. Pero hay algo que distingue este logro “celeste”, que sobrepasa al campo de juego, más allá del gol de Diego Forlan que sellaba el décimo quinto campeonato para el seleccionado uruguayo. Cuando finalizó el encuentro, luego de festejos, vueltas olímpicas y euforia charrúa, en la conferencia de prensa, el director de esta orquesta uruguaya, Oscar Tabarez, expresaba las razones por las cuales nos podemos dar cuenta de por qué Uruguay, sin una estructura futbolística envidiable, sin un plantel millonario de gran renombre en las ligas europeas que se destacan, o sin una liga propia de elite, alcanzó este triunfo americano. “Estábamos equivocados, pensábamos que porque teníamos dos campeonatos mundiales, salir segundos era un fracaso, que nada más servía el primer puesto. Nos pensábamos que éramos todavía lo que fuimos en algún momento en la historia del futbol de Uruguay”, expresó Tabarez. Ese es el punto, ese es el claro síntoma que sufre el bendito fútbol nacional, la Selección Argentina: el pensar que “somos los mejores”, cuando ya no lo somos. La última vez que lo fuimos, fue en un julio de 1986, en México.
Pese a un montón de aspectos negativos con los que podría contar una selección, como por ejemplo la falta de planificación y dirigencia de su federación correspondiente (como le ha pasado a Uruguay hace unos años), se puede hacer un equipo, si! un EQUIPO, no un conjunto de individualidades. El nuevo campeón de América logró la famosa columna vertebral que necesitó todo equipo para formarse y salir campeón. El joven y gran arquero Muslera, el patrón de la vereda defensiva y capitán, Diego Lugano, el perro de presa, Arévalo Ríos y la dupla letal a lo “Batman y Robin”, Suarez – Forlan. Rodeado de otros jugadores que entendieron a qué se juega, algo que es vital para llegar al final de un objetivo. Cuando el mensaje es claro y se transmite la identidad que un entrenador desea que adopten sus once jugadores que salen al campo de juego, las cosas son más sencillas. El volante central Diego Pérez, o el correcaminos de Álvaro Pereira son el ejemplo de que cuando uno está convencido de lo que hace, se llega al triunfo deseado. Todo eso fue lo que representó a Uruguay, disputando cada partido de la Copa con una Identidad, algo que fue suficiente para derrotar a un Paraguay desconocido, perdido, que llegó a la final del certamen sin haber ganado ningún partido.
Utilizar sin un fundamento las típicas frases como “la garra charrúa” o la “mística” de la historia de una selección es caer en la simpleza, es erróneo, pero la final que disputó Uruguay contra Paraguay generan las famosas leyendas del futbol, que todavía existen. Esa famosa “garra” la demostró ya que en sus respectivos clubes, la mayoría del plantel no se destaca con un alto nivel y no vive de un presente descomunal – salvo Forlan y Cavani – . Sin embargo, al momento de vestirse de celeste pareciera que transforma al jugador uruguayo, y en esta Copa América 2011 lo han demostrado en la entrega y en el juego siempre con un plus.
Por eso, es una buena lección de futbol y mas que un llamado de atención a un futbol argentino que se encuentra en coma, cuando podría estar en lo más alto del continente, como lo hizo este domingo, el seleccionado uruguayo, que con sus rasgos típicos, la Banda Oriental conquistó América con juego, futbol y humildad.