Los Pellegrini, con la emoción que nunca falta

Los Pellegrini, con la emoción que nunca falta

Fotografía de Caballos del Mundo

Por Carlos Delfino
Las entregas de los Carlos Pellegrini, en el Hipódromo de San Isidro, alternan entre el resplandor de las fiestas en el Tattersal, tan bienvenidas y disfrutadas por todos los protagonistas de la hípica, y las austeras ceremonias en algunos de sus salones, como sucedió anteanoche. A unas y otras las unen, amén de las distinciones, la expectativa, la emoción, el fervor, la algarabía que acompaña cada momento. Desde el primer abrazo recibido y dado al llegar hasta el último, cuando muchos ya sólo lo hacen con una mano para no despegarse ni un instante de sus trofeos.
Ahí estaban, entonces, Juan Carlos Bagó y Carlos Felice, los que más veces subieron junto a sus equipos a encontrarse con las bandejas que tenían grabados los nombres de Catch the Mad y Firmamento, en el caso del cabañero, y de Lingote de Oro, propiedad del líder de UTTA. Luego de las tres ternas que se adjudicó la yegua y la del criador del año, Bagó, acompañado por sus hijos, ofreció unas palabras, invitando a mirar para adelante en forma positiva, y dejó su dedicatoria con marca registrada. “Al Maestro con cariño”, mencionó, y todos sabían que se trataba de Hernán Ceriani Cernadas. Felice no cabía en su saco de tanta alegría, hizo hincapié en el turf del interior y provocó los aplausos más prolongados cuando hizo justicia al reconocer especialmente a Santiago Cornejo, el peón de su crack.
También fue un día con sensaciones de todo tipo para Pablo Falero. Llegó a las doce ternas ganadas horas después de haber vuelto a montar, a casi un mes de su espectacular rodada en la cuarta pista de San Isidro, con la potranca Balada Sale. Sólo se subió a un ejemplar y fue esa misma yegua, en el mismo trazado, pero ahora con Juan Carlos Maldotti dando las instrucciones. Llevaban cuatro años sin compartir el trabajo.
Y se sucedió un discurso tras otro, encabezados por el intendente Gustavo Posse, hasta que Bruno Quintana, el presidente del Jockey Club, llamó a la familia Etchechoury, una leyenda en el arte de entrenar, a recibir el Pellegrini del Año. Y ahí fueron Juan Carlos con sus hijos, Carly, Dany y Javier, permitiéndose mostrar una cuota de emoción mayor a la que exhiben luego de los grandes éxitos. “No me imagino un premio que se pueda disfrutar tanto como éste”, coincidieron, añadiendo a sus hermanas y mujeres en el logro.
El trofeo lo tomó Pochi y no se despegó de él. “Dio por hecho que tenía que llevárselo a su casa”, dijo, sonriente, Dany. “Papá se merecía algo así. Creo que fue para el viejo, más que para todos, pero me encantó la idea”, agregó, antes de subrayar: “Es él quien nos inculcó el amor y la pasión por esta profesión y la vieja, que lo estará disfrutando en el cielo, nos enseñó a andar por la vida disfrutando”. Está en muy buenas manos.
LA NACION